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Cuando la dignidad aparece

Oviedo. 23/11/2024. Teatro Campoamor. Richard Strauss: Arabella. Jessica Muirhead (Arabella), Carole Wilson (Adelaide), Jihoon Son (Matteo), Heiko Trinsinger (Mandryka), Christoph Seidl (conde Waldmer) y otros. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Dirección de escena: Guy Joosten. Dirección musical: Corrado Rovaris.

No nos engañemos: fuera de los dos grandes coliseos operísticos del estado poder escuchar títulos de Richard Strauss no es fácil; y si nos salimos de Elektra y Salome, la cuestión se torna harto complicada. Alguna cita suelta en Valencia, en Sevilla o en Bilbao y pare usted de contar. Por ello, que la temporada de Oviedo nos regale la oportunidad de escuchar Arabella es de agradecer y así quiero comenzar esta reseña: dando las gracias a la valentía de los programadores por acordarse de este título.

Por otro lado, hay aficionados a la ópera que menosprecian las propuestas de Oviedo por aquello de la precariedad escénica y la modestia de los repartos. Cuando supimos de esta Arabella escuché a provectos y cultivados aficionados decir que con semejantes cantantes jamás se acercarían a escucharla, por aquello de que Strauss pide otra dimensión vocal y orquestal, no la de unos cantantes –muchos, autóctonos- modestos pero llenos de ilusión y una orquesta de provincias. Y quiero decir antes de que se me olvide de que esta función, la última del habitual ciclo de cuatro en el Campoamor, ha estado preñada de dignidad, ha sido merecedora de aplauso y digna de reconocimiento.

Y es que Oviedo cuando arriesga, acierta las más de las veces. Hay títulos que en mi caminar como aficionado solo he podido escuchar en esta plaza. Así, a bote pronto, recuerdoen los últimos años Il duca d’Alba, Hamlet o Mazzepa, además de estrenos impensables en otros teatros, algunos bien cercanos, como Fuenteovejuna o La dama de alba, a los que hay que añadir títulos de repertorio habituales en Europa pero que por estos lares solo se disfrutan, normalmente, en los dos grandes coliseos del estado mencionados en la primera línea. Así que, reiterar nuestro agradecimiento por la idea y demos paso a detallar el desarrollo de la función de Arabella.

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¿Fue el mejor Strauss imaginable? No. ¿Fue un Strauss digno? Sin duda alguna. Y a ello coadyuvaron cantantes sin grande renombre pero que supieron hacer muy bien su labor. Creo que es de justicia mencionar la labor de la canadiense Jessica Muirhead –que sustituyó a la inicialmente prevista Maite Alberola- en el papel principal, de timbre agradable y muy intencionada en la descripción de los distintos estados de ánimo de la joven. Se le puede reprochar cierta falta de densidad vocal en las partes más líricas pero tanto en su monólogo del acto I como en la escena final respondió de forma adecuada a las exigencias de la partitura.  El barítono alemán Heiko Trinsinger le replicó como Mandryka y aunque pecó en ocasiones de falta de delicadeza quizás ello le venía bien a este papel, el de un adinerado sin cultivar que queda prendado a primera vista de la belleza y virginal apariencia de la citada Arabella. 

Seguimos con la familia de la protagonista y hay que decir que en el papel de sus progenitores, el bajo Christoph Seidl y la mezzosoprano Carole Wilson cubrieron sus papeles con dignidad. Él pecó de un timbre algo abaritonado, faltándole cierto empaque vocal sobre todo en la franja grave mientras que ella respondió de forma adecuada. La tarraconense María Hinojosa nos enseñó un Zdenko interesante en lo actoral, algo más limitado en lo vocal, con un agudo algo estridente pero cumplidora con un papel que no sé si es creíble pero que siempre me ha parecido que peca de ser algo irritante.

El enamorado de esta última el tenor coreano Jihoon Son fue un Matteo muy interesante; no es dueño de una voz grande pero supo darle al papel el lirismo necesario y en el acto II su escena de la carta y llave fue dicha con mucho énfasis. Los tres condes pretendientes de Arabella, es decir, Vicenç Esteve, Guillem Batllorí y Javier Blanco dieron a sus pocas frases la necesaria relevancia y algo desmadrada y destemplada en su exigente coloratura además de estar vestida por algún enemigo suyo Cristina Toledo, como Fiakermilli. Correcta la echadora de cartas de Claudia Schneider.

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La puesta en escena de Guy Joosten era, además de modesta, una y única en su estructura principal, que nos mostraba un salón de estar con ciertos ventanales y aperturas al exterior. En el acto III un árbol incrustado en el techo del local daba un toque naturalista que era completado por la continua presencia de rosas rojas, visibles a telón caído y que rodeaban todo el escenario y entre las que Arabella paseaba antes del inicio de la música, en una de esas dramatizaciones tan de moda actualmente en el mundo operístico y que rara vez aportan nada.

El maestro italiano Corrado Rovaris pareció ser consciente del vuelo que podía alcanzar con la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias y apenas quitó el freno de mano, podemos suponer que también para proteger a los cantantes aunque la belleza de la música “vienesa” del Strauss a lo Der Rosenkavalier la pudimos percibir y disfrutar en varios momentos. En definitiva, un teatro con muy buena entrada –y relevante presencia de gente joven, que me llamó mucho la intención-, satisfacción general al final de la función y la constatación de que los gestores de la temporada de Oviedo se han apuntado un buen tanto al programar este título de Richard Strauss. Que no sea la última vez.

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Fotos: © Iván Martínez