Elegancia y claridad
Zaragoza, 3/03/2025. Sala Mozart del Auditorio Princesa Leonor. Obras de Berio, Dvořák y Prokófiev. Orquesta Filarmónica del Teatro alla Scala. Gautier Capuçon, violonchelo. Lorenzo Viotti, director.
Estos son algunos de los calificativos con los que se puede dibujar la dirección de Lorenzo Viotti en su concierto con la Filarmonica della Scala a su paso por el Auditorio de Zaragoza. Y es que el maestro suizo, sin batuta, sin partitura, con un gesto preciso y rotundo en cada una de sus indicaciones a la orquesta, dejó claro por qué es una de las figuras más destacadas de su generación. A punto de cumplir 35 años, puede presumir ya de una trayectoria brillante y, sobre todo, de una madurez indudable a la hora de acometer un programa que no era suyo, pues sustituía en esta gira al titular del teatro scalino, Riccardo Chaillly, ausente por enfermedad. Si la primera obra del concierto, Quattro versioni originali della Ritirata Notturna di Madrid di Luigi Boccherini, encargada por la Filarmonica a Luciano Berio, no pasó de un agradable divertimento sobre la orquestación que el compositor hizo sobre esas encantadoras marchas militares barrocas, sirvió para que Viotti presentara sus credenciales. Pudimos disfrutar de las diversas texturas que componen esta orquestación sobre cuatro versiones de un cuarteto de Boccherini, gracias a la búsqueda del detalle y la mezcla de solemnidad militar y elegancia en la interpretación, con una fantástica intervención del percusionista con la caja, que al final de la obra parece alejarse en la noche madrileña.
La primera parte tenía su plato fuerte en el Concierto para violonchelo y orquesta Op. 104 de Antonín Dvořák. Escrito casi al final de su estancia en Nueva York, y estrenado en Londres en 1896 bajo la dirección del propio compositor, compedia perfectamente la etapa estadounidense de Dvořák, cuya máximo exponente es su Novena Sinfonía, del Nuevo Mundo” y que es una referencia constante en este concierto. Gautier Capuçon tiene ya una extensa carrera que le ha convertido en uno de los más solicitados solistas de cello. Su virtuosismo con el instrumento fue palpable desde el primer movimiento, Allegro, que se abre con el principal tema del concierto: una frase de sonido fuertemente rítmico, casi improvisatorio, anunciada por los clarinetes. El segundo tema, una anhelante melodía nostálgica, es entonado por una trompa solista (excelente el profesor de la Filarmónica en este fragmento) sobre un fondo de suave tono de cuerda. Esta melodía parece haber sido una de las favoritas de Dvořák. De hecho, en una carta desde América a uno de sus amigos en Checoslovaquia, escribió que cada vez que tocaba este tema todo su ser se conmovía. Es el momento de entrar el cello en el que el músico francés comenzó a demostrar la maestría de su trabajo.
Capuçon consigue que lo difícil parezca fácil y, sobre todo, transmite una profundidad, una hondura en su interpretación que encaja perfectamente con el alma de la partitura. Especialmente esta conexión se pudo sentir en el Adagio ma non troppo. Eneste movimiento lento, Dvořák casi se supera a sí mismo en calidez emocional y sonoridad y en la sección central, el violonchelo solista canta la melodía adaptada del lied favorito de Josephina, cuñada y amor desde la juventud de Dvořák y que estaba gravemente enferma cuando componía estas notas. El último movimiento Allegro moderato, comienza con un alegre tema de danza, comandado por el violoncello seguido por una melodiosa sección intermedia, y finalmente el el violonchelo solista se une a los primeros violines en un dúo de apasionada ternura. La conclusión recupera el tema inicial de la obra, seguido de una reminiscencia de la canción citada en el movimiento lento y una nueva alusión al tema principal. La conexión entre Viotti y Capuçon fue absoluta, muy pendiente este último de las indicaciones del maestro. El resultado fue una interpretación brillante, llena de momentos de gran intensidad y, sin duda, fue lo mejor de la noche.
Terminado en 1936, Romeo y Julieta, Op.64 es un bellísimo ballet en cuatro actos y diez escenas escrito por Sergei Prokófiev. La versión completa de Romeo y Julieta rara vez se escucha en concierto. Sin embargo, existen tres suites sinfónicas que fueron arregladas por el compositor, y los directores de orquesta de hoy en día suelen componer sus propias suites a partir de esas fuentes.
En su autobiografía Prokofiev señaló que en las tres suites de Romeo y Julieta, «algunos números fueron tomados directamente del ballet sin alteración alguna, otros incorporaron material diverso». La Suite nº 1, compuesta por siete números, se estrenó en Moscú el 24 de noviembre de 1936. La Suite nº 2, también en siete movimientos, se estrenó en Leningrado el 15 de abril de 1937 y La Suite nº 3, en seis movimientos, se escuchó por primera vez en Moscú, el 8 de marzo de 1946. Para esta gira se han elegido diversos momentos de las tres suites.
La interpretación empezó con el fragmento más conocido del ballet, Montescos y Capuletos, con ese ritmo tan característico y que transmite tan bien el enfrentamiento entre las dos familias. Viotti marcó los contrastes de la música pero siempre desde un plano que buscaba que todos los detalles se escucharan y no se perdieran en el totum de una música tan arrebatadora. A lo largo de los nueve fragmentos siguientes el maestro suizo fue desgranando su clase con constantes indicaciones a los músicos y primando una lectura continuada y no fragmentaria de la obra de Prokófiev, que las distintas escenas se entendieran como un todo, no como un popurrí de fragmentos. El bellísimo final con el delicado Muerte de Julieta puso fin al concierto.
El sonido de la Filarmónica della Scala es genuino y sobre todo demuestra una tremenda flexibilidad producto de su doble función artística. Es una orquesta creada para el foso de uno de los teatros de ópera más reconocidos del mundo y a la vez también, a lo largo de su stagione brinda un programa de conciertos sinfónicos y participa en giras como la que ahora reseñamos. Esto consigue lo que podríamos definir un poco imaginativamente como una especie de “humanidad” que no tienen las orquestas plenamente de concierto. Me refiero a que, acostumbrada a interpretar partituras en las que los sentimientos impregnan cada nota, a la hora de subirse al escenario su sonido transmite un acercamiento genuino a cada obra y a las intenciones que movieron a cada compositor. Esto se pudo comprobar en una composición tan particular como el Concierto para violoncelo, donde hay tanto del corazón de Dvořák o ese torbellino de sentimientos que es Romeo y Julieta. En ambas piezas la orquesta destiló compromiso y empatía con la música, también gracias al compromiso de Viotti con cada una de las interpretaciones. No podría destacar una familia por encima de otra porque la sensación de un conjunto homogéneo es muy notable en esta orquesta, que sin duda aporta al oyente sinfónico un toque entre mediterráneo y humanista que es de agradecer.
Fotos: © Auditorio de Zaragoza