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Las con nombre

Madrid. Auditorio Nacional. 21/04/2025. Schumann: sinfonías n. 1 y 3. Staatskapelle Dresden. Danielle Gatti, director.

Concierto de una de la orquestas más antiguas del mundo: la Staatskapelle Dresden, dirigida por su recientemente nombrado director titular desde el año 2024: Danielle Gatti, con las sinfonías impares y, casualmente, con título o nombre de Robert Schumann: la primera, denominada ‘Primavera’, y la tercera, la llamada ‘Renana’. 

Tras una bonita e íntima lectura del Aria de la ‘Suite n.3’ en Re mayor de J. S. Bach en homenaje al recientemente fallecido Papa Francisco con posterior minuto de silencio, en la que llamó la atención -a pesar de la lógica falta de ensayo- el descuido de arcos; la orquesta alemana, conducida por Gatti, acometió la interpretación de la Sinfonía ‘Primavera’. 

Y este principio no fue muy alentador. La orquesta no despegaba del todo en cuanto a sonoridad y precisión, el andante un poco maestoso que inicia la obra se desarrollaba de forma un tanto espesa, con las texturas sin acabar de definir, y sin la planificación última que permitiría escuchar de la mejor forma las distintas voces instrumentales. El posterior allegro molto vivace que enlaza a continuación se reprodujo de forma correcta pero un tanto mecánica, sin el vuelo e impulso que Schumann demandaría cuando escribió: “¿Se podría insuflar un poco del anhelo de la primavera mientras toca?… en el allegro mostrar que todo lo relacionado con la primavera está cobrando vida”.  

En cualquier caso pronto se empezaron a notar las características directoriales de Gatti como estupendo músico que es. Y desde una cierta parquedad de movimientos, pero emanando seguridad y sabiduría, la continuidad sinfónica con una permanente causa-consecuencia a nivel musical, fue fluyendo a cada compás. La música tenía una dirección muy directa, con tempos más bien vivos, incluso con tendencia a ir demasiado hacia adelante, con, frecuentemente, la reexposición a un tempo más vivo que la exposición, pero con algo muy importante: una enorme sabiduría en diferenciar de forma plena los distintos episodios.

En el segundo movimiento: larghetto, llamó la atención la correctísima ejecución de los frecuentes fortepianos (fp) escritos por Schumann, además del cuidado en sacar los arcos dinámicos de las distintas melodías, que fluían con permanente continuidad y lógica.

El scherzo también fue siempre hacía adelante, pareciendo que cada vez que sonaba el primer motivo se escuchaba un poquito más rápido. Los difíciles y súbitos cambios de tempo y compás se ejecutaron con notable propiedad, y los cambios de estado en los episodios (los dos tríos) se desarrollaron de forma perfecta y de forma muy contrastante.

El último movimiento: allegro animato e grazioso, comenzó con la primera intervención de violines sin terminar de ‘descorchar’, sin el esperado empuje; incluso, estos, tropezaron inexplicablemente en su intervención a solo antes de la reprise. Pero enseguida sobresalió la forma de cambiar de Gatti el motivo al unísono de la cuerda que va en forma de escala de do a do pero con la ‘marca’ de la característica segunda aumentada entre la bemol y si: lleno, muy detaché, y con un estupendo pequeño cambio de tempo que hacía contrastar bastante más el motivo con el más leggero precedente.

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Lo mejor estaba por venir en la segunda parte con la ‘Renana’. Ya desde el inicio se impuso el carácter tempestuoso que tanto define este inicio de la obra, y enseguida empezó a llamar la atención la sabiduría de Gatti sacando los variadísimos motivos rítmicos escritos por Schumann que dinamizaban el discurso y lo propulsaban de forma extraordinaria. Clarinetes, contrabajos… eran puestos a escena de forma que la música crepitaba con una rara transparencia e impulso consiguiendo una extraordinaria planificación.

El segundo movimiento fue un prodigio de variedad, acometiendo el primer motivo muy hacia el ‘vientre’ de la melodía para cambiarlo luego cada vez. Asombraba como Gatti se obsesionaba y conseguía que se tocase de forma distinta aplicando -otra vez- distintostempi dependiendo de los motivos y temas acercando el movimiento al universo de la pequeña forma tan afín a Schumann. Los colores también variaban llegando a quitar atriles de cuerda para aligerar texturas, obteniendo una diferencia de una riqueza únicas. 

Maravilloso el clima esfumado conseguido en el tercer movimiento, de una delicadeza e ingravidez muy ‘schumanniana’, desembocado en un final en tres ppp absolutamente mágico. La orquesta, ya ‘despierta’ y entregada al cien por cien obtuvo un estupendo ‘trenzado’ en el cuarto movimiento donde los motivos se entrelazaban con continuidad alcanzando un muy logrado cenit. En el quinto y último movimiento, la apoteosis de la variedad o como hacer de distintas formas el mismo motivo que antes ya he mencionado fue un hecho, o  -diría-  que clase magistral, consiguiendo al final que el público tuviese la sensación de haber escuchado un gran interpretación, llena de riqueza y variedad musical. 

En resumen, gran concierto, donde la orquesta fue de menos a más, y donde se pudo apreciar el por qué Danielle Gatti es tan demandado por las principales orquestas del mundo. Un buen tanto para Ibermúsica.

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Fotos: © Jörg Simanowski