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Patricia lunar

Barcelona. 29/04/2025. Palau de la música catalana. Schönberg: Sinfonía de cámara n.º 1 en mi mayor, Op. 9 y Pierrtot Lunaire. Patricia Kopatchinskaja (voz). Thomas Kaufmann (violonchelo), Reto Bieri (clarinete), Júlia Gállego (flauta), Joonas Ahonen  (piano), Meesung Hong (violín y viola). 

El estreno de Pierrot Lunaire en Berlín en 1912 es un hito histórico por el riesgo y la audacia de la obra. Sin embargo, en tiempos en que la reproductibilidad técnica de la música era un asunto incipiente, la difusión de la obra tenía que ser lenta. En Barcelona hubo que esperar a 1925 para escuchar la obra y esto es lo que se commemoró el otro dia en el Palau. Para ello la organización tuvo el detalle de repartir, junto al programa de mano, el programa de aquella ocasión, que contenía notas y análisis de Alban Berg (Sinfonía de cámara) y Robert Gerhard (Pierrot Lunaire), además de la traducción al catalán del texto de esta segunda obra.

Si el programa era el primer atractivo de la velada, el otro gancho era la violinista Patricia Kopatchinskaja reconvertida en cantante-recitadora, cosa que viene haciendo con esta obra desde 2017. Pero esto sería en la segunda parte. La primera parte del programa (bastante corto, por cierto, sin que eso sea un problema sino más bien lo contrario) se componía exclusivamente de la primera Sinfonía de cámara, una obra fascinante, con un lenguaje más avanzado que en las primeras obras tonales (Noche transfigurada, Pelleas und Melisande, Gurrelieder) pero con una elocuencia comunicativa que será más escasa en el período dodecafónico del autor. Hay que decir, para empezar, que un programa como este merecía un aforo más espléndido. Parece que Schönberg no ha conseguido resultar inofensivo cien años después y la sala estaba medio vacía, en una ciudad en que a veces parece que no haya nada que no sostenga el turismo.

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No soy muy amante de los parlamentos antes, durante o después de los conciertos, pero la exposición inicial de Joan Magrané fue muy interesante. La primera Sinfonía de cámara se inició en medio de una atmósfera envolvente. La gran convicción de los intérpretes y la fluidez expresiva fueron la marca de la interpretación de una obra que merecía mucho más que una sala medio vacía. El formato estrictamente camerístico es muy expuesto para una música de notable complejidad, y los instrumentistas aceptaron el reto y lo resolvieron con mucho éxito, escuchándose entre ellos como debe ser. Se echó de menos, tal vez, una mayor presencia del cello, por lo que respecta a los equilibrios sonoros, lo cual no es ningun reproche a la calidad del intérprete.

Aunque es una obra más dura y difícil, el plato fuerte del programa era el mencionado Pierrot Lunaire. Patricia Kopatchinskaja apareció ataviada al modo de la comedia del arte y desarrolló una actuación basada en la pantomima como corresponde a la obra. Se trataba, por tanto, de un formato semiescenificado. La voz de la solista estaba amplificada con una sonorización mejorable y al principio exhibió una actuación más bien repetitiva, con tendencia a subrayar gestualmente el discurso musical.

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Si bien el enfoque esterotipado es el que corresponde a la obra, Kopatchinskaja fue desarrollando más adelante una actuación más variada y expresiva. El carácter fuertemente teatral del enfoque culminó en una larga pausa actuada antes de «La luna enferma», tras la cual el duo entre la solista y la flauta ante una luna proyectada en el escudo al fondo del escenario. En conjunto la calidad instrumental siguió siendo muy reseñable y la interpretación vocal de Kopatchinskaja tendió a la intensidad expresiva, más sobreactuada que las versiones discográficas más referenciales, y un cierto infantilismo coherente con la pantomima. 

En conjunto se trató de una velada muy interesante de la cual hay que agradecer a los organizadores. Sirvió para que el público pudiera vivir un pequeño romance con un autor que sigue siendo difícil para muchos a pesar de ser reconocido como un clásico en el ámbito del discurso crítico.

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Fotos: © A. Bofill