© Mireia Prats
La fiesta de la música
Tuesta. 4 y 5/07/2025. Schubertiada de Valdegovía/Gaubea. Iglesia Nuestra Señora de la Asunción, de Tuesta. (4) Christoph Prégardien (tenor) y (5) Beth Taylor (mezzosoprano), con Julius Drake (piano), con obras de (4) F. Schubert y H. Duparc mas (5) F. Schubert, E. Granados, G. Tailleferre, A. Holmés, G. Mahler y J. Brahms.
Preludio
Ha comenzado la VIII edición de la Schubertiada de Valdegovía/Gaubea en su escenario más habitual, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de Tuesta, uno de los muchos minúsculos pueblos que forman este municipio alavés, lindante a la provincia de Burgos. Los cuatro sábados del mes ocupan los conciertos de abono mientras que el concierto inaugural, en viernes y fuera del mencionado abono, nos permitiría asistir a un recital de leyenda. Por desgracia, ese mismo viernes ninguno de los dos periódicos alaveses hizo mención alguna del inicio del festival, en una demostración palmaria de la ignorancia que inunda muchas redacciones periodísticas en lo que a la música clásica se refiere. Ignorancia por desdeñar el acontecimiento más elevado de música clásica de la provincia en todo el año y también por menospreciar la presencia de leyendas de la interpretación. ¡Ay, si habláramos de otros géneros, más “comerciales”, cuántas y cuántas líneas correrían delante de nuestros ojos! Pero esto es lo que hay y, nos guste o no, apenas dos medios especializados nos acercamos al valle durante el fin de semana para vivir un comienzo de edición sencillamente excepcional.
Christoph Prégardien y Julius Drake
La mera presencia de esta pareja ya justificaba el esfuerzo porque estamos ante dos leyendas de la interpretación del lied y difícilmente uno podía haber imaginado en una pasado reciente la posibilidad de vivir la experiencia de la voz de este tenor, habitual durante décadas en las salas más eximias del canto de cámara. Cercano a los setenta años, todas las hipotéticas reservas en cuanto al estado de su voz se desvanecieron en cuanto comenzó el primer lied de la tarde, curiosamente Abschied, D. 957/7. Y es que Christoph Prégardien nos ofreció el ciclo Schwanengesang, D. 957 troceándolo en virtud de los poetas: en la primera parte eligió los textos de realizados por Ludwid Rellstab para dejar en la tercera, tras el interludio francés, los creados por Heinrich Heine. En la primera parte se intercalaron dos lieder ajenos al ciclo, a saber, Im Walde, D. 708 y Dass sie hier gewesen, D. 775.
Resulta sorprendente el estado de voz del tenor porque el reto no era pequeño y, sin embargo, hizo frente a él con voz firme, un fraseo maravilloso, una atención al texto ejemplar y, en definitiva, una disposición de servicio a la música que deberían aprender muchos. Quizás no sea ya ejemplo de voz fresca y lozana pero sí paradigma de voz sabia, plenamente consciente del terreno en el que se mueve. Por ello solo nos cabe admitir que vivimos una velada excepcional en la que no fue parvo el trabajo de Julius Drake. Quizás en la primera parte del concierto faltó el necesario equilibrio entre voz y piano, en detrimento de la primera, por las especiales dimensiones de la sala –y por qué no decirlo, por el hecho de no ser el mejor recinto pero sí el único que hay- pero a partir del primer descanso todo fluyó de forma más proporcionada.
Entre ambas partes del ciclo schubertiano Prégardien ofreció cinco canciones de Henri Duparc, con las que se creó el necesario sosiego, además de permitirnos el poder escuchar cinco magníficos ejemplos de un compositor de obra más bien reducida. La reacción de un público que ocupaba un 90% del recinto habilitado en la iglesia fue fervorosa y de reconocimiento a un ejemplo vivo de la tradición liederista germana.
© Mireia Prats
Beth Taylor y Julius Drake
Justo 24 horas después y en el mismo lugar, vivimos una noche tan brillante como distinta. Pasábamos de un tenor alemán legendario a una joven mezzosoprano escocesa y de un programa más bien concentrado a una miscelánea de culturas e idiomas con una propuesta que incluía seis compositores y tres idiomas. Eso sí, el resultado fue el mismo: felicidad y constancia de haber vivido una noche preciosa.
Y ello porque en cuanto Beth Taylor abordó Sonnestrahlen, primera palabra del lied Im Haine, de Schubert, todos tuvimos la misma sensación: estábamos ante una voz inusual por densa, grave, poderosa y muy bien emitida. Y así fue durante todo el concierto. Vivimos –al menos, así se dice en tantas y tantas tertulias de aficionados- en una época de falta de voces alarmante y en la que las graves, tanto la femenina como la masculina, brillan por su ausencia. Pues bien, hay que reconocer que me apunto este nombre para hacerle estrecho seguimiento; leo que hasta ahora, en sus pocos años de carrera, ha interpretado fundamentalmente música barroca y bel canto pero oída su capacidad de asumir notas abisales para la voz femenina con este empaque, volumen y uniformidad de color que resultó de sumo interés, esta voz promete y mucho.
Su recorrido por las distintas culturas e idiomas lo hizo de forma notable y fue muy de agradecer la inclusión de dos canciones de dos mujeres, las francesas Germaine Tailleferre y, especialmente, la más desconocida Augusta Holmés, de la que hace apenas dos semanas la Ópera de Bordeaux ha anunciado para el mes de mayo de 2026 la recuperación de su ópera La montagne noire (1895). El castellano de las tres tonadillas de Granados también fue muy entendible y Taylor caminó al final del recital por los mundos de Mahler y Brahms con una seguridad apabullante tanto en el ya mencionado registro grave como en el agudo.
Muy simpática para con el público, nos regalo una canción de la citada Holmés con una copa de vino en mano y apurándolo hasta el final tras una interpretación tan teatral como espectacular. Un programa muy interesante y una velada sobresaliente. También en este caso Julius Drake acompañó a la cantante de forma notable y sin los problemas que se percibieron el día anterior.
Conclusión
Tras un comienzo así, el listón está muy alto pero todo en torno a la Schubertiada es confianza en el proyecto. Se palpa en todas las partes implicadas la satisfacción por lo conseguido hasta ahora tras las siete ediciones y confianza en el futuro inmediato. El comportamiento del público es ejemplar –el día de Prégradien sonó el primer teléfono que escucho en mis numerosas presencias-, respetuoso y cálido para con los artistas y finalmente, el lugar, además de desconocido incluso para muchos alaveses y vascos, es maravilloso, tranquilo y de una ruralidad aplastante. Que siga la fiesta musical, aunque algunos no quieran enterarse.