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Dos voces, dos veladas hermosas

Tuesta. 05/07/2024. Schubertiada de Valdegovía/Gaubea. Iglesia Nuestra Señora de la Asunción.  Erika Baikoff (soprano) y Malcolm Martineau (piano), con obras de F. Mendelssohn, F. Schubert, N. Rimsky-Korsakov y C. Debussy. 

06/07/2024. Zhuohan Sun (tenor) y Teodora Oprişor (piano), con obras de F. Schubert, R. Schumann, H. Wolf y G. Mahler.

 

Preludio

Dos conciertos de estructura similar han abierto la VII edición de la Schubertiada de Valdegovía/Gaubea. Este festival, sin rival en el País Vasco, ha alcanzado una notoriedad en la provincia innegable y tanto los abonos como las entradas sueltas están todas ellas vendidas en su totalidad desde días antes del inicio del festival. Se ha extendido, y con justicia, que esta Schubertiada ofrece junto a calidad musical unos lugares a visitar tan maravillosos como desconocidos. Como se ha hecho costumbre, todos los sábados de julio están ocupados por conciertos en distintas iglesias del municipio pero a modo de preámbulo el viernes, 5 de julio, se ha celebrado en la iglesia de Tuesta un concierto fuera de abono al que, en principio, iba a asistir la soprano catalana Sara Blanch, pocas fechas antes de su debut en el Teatro alla Scala, de Milán. Sin embargo, una faringitis de última hora le ha obligado a cancelar y así, en una reacción inmediata de la organización se nos plantó en este minúsculo pueblo, recién llegada de Munich, la soprano ruso-estadounidense Erika Baikoff, lo que obligó a un cambio sustancial del programa inicialmente previsto. El sábado, 6, en el primer concierto de abono, el tenor chino Zhuohan Sun abordó otro programa centrado en el lied, así que recogemos en esta reseña ambos conciertos.

 

Erika Baikoff y Malcolm Martineau 

La soprano Erika Baikoff nos ha ofrecido un programa diseñado en forma circular; el primer tercio del programa, que se ofreció sin solución de continuidad, recogía expresiones del romanticismo alemán más genuino (lieder de Mendelssohn y Schubert); en el segundo tercio caminábamos por la transición entre los siglos XIX y XX con una figura rusa (Nicolai Rimsky-Korsakov) y una francesa (un joven Claude Debussy) para terminar cerrando el círculo con la vuelta al mundo de Franz Schubert.

Baikoff, acompañada por el magistral pianista escocés Malcolm Martineau, enseñó una voz de soprano lírico-ligera plena de color y de densidad y que, recogida en la pequeña iglesia, salía en sus múltiples matices con una elegancia innegable. En momentos, una voz apenas audible, susurrante, paladeando el texto; en otras expansiva, buscando incluso la parte dramática del texto, como si de una representación teatral se tratara. Por poner algunos ejemplos, en Hexenlied, op. 8/8, de Felix Mendessohn Baikoff se nos transmutó en inofensiva bruja; más tarde, en Pierrot, L. 30, de Claude Debussy nos trasladó al mundo del teatro, de la representación y de la hipérbole expresiva. Muy bien.

Pudimos apreciar en las dos canciones rusas, op. 56/1 y 2 una sentimentalidad especial fácil de comprender al poder abrazar la cantante su idioma materno y poder trasladar a un público geográficamente tan alejado una pequeña porción del arte de la canción rusa de finales de una época, la del zarismo, que ya se adivinaba en aquellos años.

Malcolm Martineau estuvo soberbio como acompañante porque no solo acompañaba sino que en los breves momentos en los que el piano adquirió relevancia solista, dignificaba y mucho la presencia del instrumento.

El concierto fue algo accidentado porque después de un día de relativo bochorno una tormenta importante descargo mientras disfrutábamos del concierto; quizás por ello hubo una bajada de tensión y Martineau se quedó sin poder seguir en el iPad la partitura de la primera canción rusa, por lo que tuvo que cortar la interpretación de la misma hasta por dos veces; a la tercera, se arregló el problema. Más tarde, justo cuando terminó el programa oficial y se mascaba el inicio del bis una espectadora tuvo un desvanecimiento y el regalo tuvo que retrasarse por unos diez minutos. En cualquier caso, un concierto de mucho nivel, una iglesia casi llena y un inicio de festival prometedor.

 

Zhuohan Sun y Teodora Oprişor

Al modo de una clase de historia, como si de un concierto pedagógico se tratara, tenor y pianista nos han ofrecido en el primer concierto de abono un recorrido por la historia del lied del siglo XIX deteniéndose en las figuras más relevantes del mismo. No están todos los que deberían pero todos los que están lo han sido; es decir, que podremos echar en falta a Ludwig van Beethoven, Johannes Brahms o Richard Strauss, incluso a Hans Eisler, Aribert Reimann o Wolfgang Rihm si quisiéramos abarcar la historia hasta nuestros días pero como esto es un concierto y no una clase magistral, nos quedamos con lo relevante: la velada ha sido un perfecto resumen de la historia del género en el siglo XIX. Además, los intérpretes nos los han ofrecido por orden cronológico, lo que estoy convencido no es casualidad y nos ha permitido ir paladeando la evolución estética natural del lied germano durante el siglo XIX

Zhuohan Sun se dispuso a cantar el primero de los programados, Wilkommen und Abschied, D. 767 y en cuanto pronunció las primeras palabras, Es schlug mein Herz, todos los oyentes nos miramos incrédulos; nos encontrábamos ante una voz hermosa, de tenor lírico generosa, muy bien emitida y con una pronunciación de alemán ejemplar. Ello era comprobable porque la organización nos ha entregado un texto de doce páginas donde, de forma cómoda, puede seguirse el texto del canto en su idioma general y pertinente traducción para poder apreciar cómo el mismo era dicho, recitado con enorme profesionalidad. 

Ya queda dicho que cuatro compositores centraban el programa y cabe decir que en un concierto que caminó in crescendo terminó con un Gustav Mahler de categoría mayúscula. En un principio, el Schubert se cantó con mucho arte, el Schumann con suma elegancia (a destacar Aus den Östlichen Rosen) y en el camino al siglo XX, el Hugo Wolf no quedó a la zaga de las referencias del romanticismo. Y desde una perspectiva muy personal, los Lieder eines fahrendern Gesellen mahlerianos nos permitió alcanzar la cima interpretativa: una capacidad enorme para el matiz, una entonación perfecta, una gama de claroscuros ejemplar y unos graves más que aceptables nos permitió disfrutar de una interpretación antológica. 

La pianista rumana afincada en Gipuzkoa Teodora Oprişor estuvo muy elegante; según avanzaba el programa su protagonismo aumentaba y fue capaz de cerrar su intervención con un Gustav Mahler intenso. 

En definitiva, un concierto precioso, de esos que dejan huella y que te obliga a apuntar el nombre de este tenor en un aparte porque un servidor cree que está llamado a regalar veladas de lied muy interesantes. Además, este señor tuvo el detalle, muy emocionante, de regalar en un primer bis el Haurtxo polita, una nana vasca y en euskera de gran tradición popular y que Zhuohan Sun dijo con enorme profesionalidad y con un cuidado por el idioma digo de reconocimiento.

 

Conclusión

Ha terminado el primer fin de semana de la Schubertiada. El nivel artístico, altísimo; estoy convencido de que este verano en pocos lugares del País Vasco se escuchará música así de bien interpretada. La actitud del público, ejemplar, mostrando un respeto a los artistas digno de aplauso, ya podían algunos tísicos perpetuos aprender lo que es el silencio colaborativo del público para con el artista. 

Somos muy afortunados de tener en estos parajes este festival como creo, sinceramente, que la Schubertiada madre de Vilabertran tiene que estar muy contenta con la respuesta del público alavés y la infraestructura que ofrece el municipio de Valdegovía/Gaubea para el festival. Aún quedan tres citas que, oído lo oído y visto lo visto, promete mucho.

Fotos: © Mireia Prats