Soplar diez maravillosas velas
Teatro Ramos Carrión. 26/07/2025. Juan Durán: Hildegart. Sonia de Munck (soprano, Hildegart), Sandra Ferrández (mezzosoprano, Aurora), Javier Franco (barítono, fiscal), Cesar Arrieta (tenor, psiquiatra). Orquesta Sinfónica Alma Mahler. Dirección de escena: Alberto Trijueque. Dirección musical: Lucía Marín.
Biblioteca Pública. 27/07/2025. Igor Escudero: Aiwass. Paula Mendoza (soprano), Miguel Ferrer (tenor) y Duncan Guiford (pianista).
Teatro Principal. 27/07/2025. Mozart: Der Schaulspieldirektor. Mar Morán (soprano, Herz), Anna Cabrera (soprano, Silberklang), Juan Ramos (tenor, Vogelsang), Mauro Pedrero (bajo, Buff) y Araron Martín (actor, Frank) y Prima la música, poi le parole, de Antonio Salieri, con Anna Cabrera (soprano, Tonina), Arantza Ezenarro (soprano, Eleonora), Alejandro Sánchez (barítono, poeta), David Cervera (bajo, maestro) y Aaron Martín (actor). Orquesta Vigo430. Dirección escénica: Rita Cosentino. Dirección musical: Lara Diloy.
Preludio
Cumplir diez años te permite jugar con la redondez del número, poder mirar hacia atrás y, sobre todo, trazar perspectivas de futuro basadas en el optimismo por el trabajo bien hecho durante una década. Son ya siete las ediciones que hemos visitado este festival y podemos decir que su evolución está siendo muy interesante. Pero lo mejor es creer que el festival está en condiciones de crecer y parecen estar muy lejos de conformarse con lo hecho hasta ahora.
La propuesta de este año ha sido la de un título contemporáneo con temática seductora y otra basada en un supuesto “duelo” entre Salieri y Mozart, lo que es decir un duelo entre lo más selecto del clasicismo de la música. Además, una nueva ópera en miniatura; además un proyecto itinerante de La pequeña flauta mágica por distintos pueblos de la provincia que, casi con absoluta seguridad, permitirá descubrir a muchos zamoranos de la zona rural la ópera en directo y para abrir boca, un recital de Elena Sancho-Pereg y Airam Hernández con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en la plaza de la catedral. Nosotros pasamos a narrar lo que hemos vivido durante el fin de semana.
Hildegart
Un rotundo éxito. Es imprescindible comenzar así porque Hildegart en su estreno absoluto ha sido un éxito indiscutible. Es cierto que la historia de Hildegart Rodríguez Carballeira es apasionante y dueña de un atractivo casi hipnótico pero es que, además, tanto el compositor, Juan Durán como el libretista Javier Mateo, han sido capaces de resumir una historia de enorme complejidad de forma adecuada para que el drama de Hildegart se nos aparezca en toda su dimensión. Esta semblanza puede abordarse desde muchos puntos de vista: psicológica, psiquiátrica, médica, política, académica. Javier Mateo apuesta por el fiscal como narrador vertebrador del drama pero el protagonismo absoluto se otorga a la madre de la desventurada y en este sentido el trabajo de Sandra Ferrández es digno de aplauso. Muy bien caracterizada, su labor actoral es muy interesante y vocalmente dio al personaje toda una dimensión psicológica que deja al espectador anonadado.
Ya queda dicho que la verdadera protagonista de la ópera es la madre, Aurora. Su paranoia es de tales dimensiones que, como personaje teatral, es de un magnetismo absoluto. Rompe todas las normas, las conocidas y las por imaginar, para diseñar a través de su hija, Hildegart, la mujer perfecta. Por ello, las menciones a la eugenesia o a unas hipotéticas vinculaciones ideológicas con el incipiente nazismo alemán, apenas apuntadas, pican la curiosidad intelectual del espectador, que conoce la militancia política de Hildegart en el PSOE de la II República, es decir, un partido marxista y revolucionario.
Aunque la mención especial de Sandra Ferrández es obligada conviene subrayar el equilibrio entre los cuatro cantantes, cada uno en su tesitura y aportando un punto de vista distinto. En la séptima escena el cuarteto vocal se entrelaza y nos cruza los cuatro mensajes: el fiscal, apelando a la aplicación estricta de la ley, calificando a la madre de asesina; el psiquiatra, recurriendo a su diagnóstico médico de paranoia; la hija, suplicando por su libertad personal y las frases de la madre, reprochando a su hija su desagradecida ansia de libertad después de todo lo que ella, Aurora, ha hecho por su hija, en el proceso de modelación de la hija perfecta. Así, Sonia de Munck hace creíble a una hija abrumada por las contradicciones entre lo debido y lo deseado. Su tesitura huye de los extremos y fue muy acertado su fraseo. Javier Franco es un fiscal pegado a la interpretación legal, autoritario, cerrando las puertas a cualquier justificación medico-social; su voz, sonora, le permite construir un personaje verosímil y de una pieza. Y Cesar Arrieta, un tenor de timbre límpido, nos enseño un fraseo hermoso y voz notablemente proyectada en su papel de psiquiatra superado por las excepcionales circunstancias.

Lucía Marín dirigió con buen pulso dramático a la Orquesta Sinfónica Alma Mahler. La música de Juan Durán es brillante, descriptiva, quizás en demasía en la escena del asesinato, pero muy capaz de transmitir los distintos sentimientos que afloran en esta historia. Y Marín supo transmitirlos y lo cierto es uno no pudo evitar el estremecerse en la escena final.
La puesta en escena de Alberto Trijueque es tan sencilla como brillante. La escasez de atrezzo se suple con una iluminación muy conseguida y las imágenes proyectadas en distintas pantallas ayudan a entender la trascendencia intelectual y política de Hildegart en su momento y a pesar de su juventud. Las cartas de Clara Campoamor, la voz de Adolf Hitler en uno de sus históricos discursos o los elogios académicos de otros compañeros nos permiten entender el valor intelectual de la víctima.
La función ha sido un rotundo éxito. El teatro estaba casi lleno y el público, puesto en pie, aplaudió sin reservas a compositor, libretista y artistas. Hildegart ha nacido pero no puede quedarse en este festival que, por cierto, ve su categoría aún más revalorizada al facilitar al patrimonio lírico en castellano un título tan interesante. Me resultaría incomprensible que ningún teatro ni festival no estuviera ya pidiendo esta obra para programarla en un futuro inmediato.
Aiwass y las óperas en miniatura
Una de las aportaciones más originales y de agradecer que está haciendo Little Ópera es el de la ópera en miniatura, obras de apenas cinco minutos de duración que se ofrecen en distintos turnos de mañana y tarde a un grupo de espectadores no mayor de cuatro. Imaginemos el lujo de que dos cantantes te interpreten apenas un metro de ti una operita de cinco minutos con su elemental puesta en escena. En este caso la obra ofrecida en directo ha sido Aiwass, de Igor Escudero, que narra una historia de posesión diabólica. Paula Mendoza y Miguel Ferrer, cantantes, y el pianista Duncan Guifford nos la ofrecieron con solvencia y creyéndose el proyecto.
Pero es que minutos antes pudimos seguir las dos óperas en miniatura del año pasado en plena Plaza de Viriato, a la sombra de los árboles, y en una representación grabada que es digna de reconocimiento. Una caja de madera, dos manos y la misma grabación te permiten seguir Tiramisú, de Juan Durán y El paseo, de José Luis Greco. Una delicia que nos traslada el humor de la primera y la melancolía de la segunda. Una experiencia muy recomendable y que tiene unos usos académicos innegables.
Der Schauspieldirektor y Prima la música, poi le parole
Amadeus (Milos Forman, 1984) hizo mucho por divulgar popularmente la figura de Wolfgang Amadeus Mozart; pero, al mismo tiempo, estigmatizó socialmente al compositor Antonio Salieri, dando a entender su participación, siquiera de forma indirecta, en la muerte del de Salzburgo. La rivalidad entre ambos compositores también se reflejo, por poner otro ejemplo artístico, en la ópera Mozart y Salieri, de Nicolai Rimsky-Korsakov –que bien se podría ver en este festival y que desde yá propongo- y en la que se ahonda en la leyenda apócrifa de que Salieri asesinó al austriaco.
En este contexto de rivalidad, la propuesta de Little Opera es sugerente: imitando el estilo de los talk show televisivos se propone un duelo entre dos óperas: una de Mozart y otra del italiano. El público, con su intensidad en el aplauso, decidirá el vencedor.
En primer lugar se interpretó el singspiel Der Schauspieldirektor, obra de Mozart que tiene un recorrido escénico escaso. A lo largo de una hora se suceden escenas teatralizadas -¿puedo decir que se me hicieron muy largas, sobre todo los primeros quince minutos?- junto a otras musicales, en las que el estilo mozartiano aparece en todo su esplendor. La obra se acerca al recurrente tema del teatro dentro del teatro. El nuevo director del teatro de ópera tiene que solventar con problemas económicos y los caprichos de mecenas y artistas, que parece solo desean cobrar más y más. El actor Aaron Martín, muy a lo Groucho Marx, asumió el rol principal, el del director teatral con su estilo habitual, muy dinámico, bullicioso, se convirtió en el centro. Las dos divas eran una Mar Morán valiente, capaz de emitir un Fa sobreagudo con limpieza y con un volumen interesante y Anna Cabrera, de timbre hermoso, más oscuro y que contrastaba adecuadamente con la de la primera.
Juan Ramos encarnaba al banquero Vogelsang con una voz de timbre delicado aunque con un estilo tendente a la melancolía. Me quedé con mucha pena al poder escuchar apenas unos pocos minutos la voz de Mauro Pedrero, un bajo de hermoso timbre y solidez al que me gustaría mucho escuchar en un papel de bastante más enjundia.
Una vez terminada la propuesta germana hicimos frente a la italiana, la infrecuente Prima la música, poi le parole, de Antonio Salieri. De hecho, todo el Salieri es infrecuente, a pesar de algunos intentos aquí o allá, por lo que escuchar sus notas siempre es de agradecer. El peso lo llevan los dos hombres, maestro musical y poeta, en discusiones que hoy podrían considerarse bizantinas y que posteriormente Richard Strauss abordaría con otro lenguaje musical en su hermosa y crepuscular Capriccio.
Muy bien David Cervera, audible en su gravedad en los concertantes y con contundencia vocal más que suficiente. El poeta de Alejandro Sánchez algo más mate pero dando al poeta, arrinconado por divas y músicos, el empaque necesario. Ellas eran, una vez más, dos vivas caprichosas e insolentes que, en este caso, discutían sobre la predominancia del estilo grave y serio o del bufo y ágil. Arantza Ezenarro, la dramática, brilló con su facilidad en la coloratura, segura y de volumen notable mientras que Anna Cabrera, la bufa y única que repitió, volvió a contrastar con su voz más densa y reiteró todo lo positivo escuchado en la obra anterior. Lara Diloy intentó sacar el mayor fruto de la Orquesta Vigo430 pero Mozart es muy puñetero y desnuda, en su transparencia todas las carencias de un grupo: así, volumen escaso y afinación dudosa fueron unas dificultades que, poco a poco, se fueron mitigando para acabar con mejores sensaciones en Salieri. La puesta en escena de Rita Cosentino, muy de su estilo, tan sencilla como práctica, replicando sobre el escenario el mismo Teatro Principal zamorano y jugando con una fila de butacas, tal y como hizo en la primera obra.
El único problema de la velada es que entre el teatrillo del talk show previó y el del final, con decisión de vencedor –por cierto, venció Mozart en el aplausómetro y yo no estoy de acuerdo- más el añadido del descanso con vino y tapas gratis por aquello del décimo aniversario la función se fue a las tres horas y cuarto, casi como si hubiéramos vivido un Cosí fan tutte completo. Eso sí, el teatro a rebosar y una sensación generalizada de que la velada había sido muy interesante… aunque los de fuera nos quedáramos sin cenar.
Postludio
Cuando en 2018 asistí a mi primer Little Opera, en su tercera edición, recuerdo que amigos de la música me preguntaban qué se me había perdido en Zamora. En esta edición algunos de ellos han asistido al festival y han salido felices y contentos. Este es el éxito de Little Opera: el haber sabido crecer en todos los sentidos hasta construir un festival imprescindible en el verano musical. Este año la asistencia ha sido enorme, el éxito artístico innegable y la organización, consciente del acierto, vivía cada función desde una nube de felicidad. Hacen bien porque hay mucho trabajo detrás y se lo merecen. Por ello yo también quiero soplar las diez velas de la tarta y esperar que el año que viene tenga una oportunidad más de disfrutar de la ópera de cámara.