Una Carmen muy femenina
Donostia. 10/2/2017. Auditorio Kursaal. Bizet: Carmen. María José Montiel (Carmen), Eduardo Sandoval (Don José), Enrico Marrucci (Escamillo), Ainhoa Garmendia (Micaela), José Antonio García (Zúñiga) y otros. Coro Tempus Ensemble. Escolanía del Coro Easo. Orquesta Opus Lirica. Dirección escénica: Ekaitz González Urretxu. Dirección músical: Andrea Albertin.
Presten atención a la cursiva del título porque quien esto firma no trata de subrayar o menoscabar la feminidad de la protagonista sino apuntar desde un principio que las protagonistas de la primera función del segundo título de la incipiente temporada operística donostiarra fueron ellas. Y con diferencia en los papeles principales.
Opus Lírica volvía al Kursaal, en la política de alternar el escenario grande (el ya mencionado Palacio Kursaal) y el segundo, apenas a doscientos metros pero al otro lado del rio Urumea y sustancialmente más pequeño, que es el Teatro Victoria Eugenia. Pareciera como si con cada elección de sede Opus Lírica estuviera sugiriendo al público el tipo de espectáculo: uno principal, con destino al cubo de Moneo y otro secundario –si cabe la expresión, cuando por medio están Il barbiere di Siviglia o Don Pasquale- con parada y fonda en el coqueto Victoria Eugenia.
Consciente o inconscientemente parece que se anima más al público a asistir a un espectáculo en detrimento de otros no se sabe si por razones musicales, económicas o de intuición vendedora. Lo cierto es que en este caso, el de Carmen, Opus Lírica ha vuelto a dar en la diana, con las 1800 localidades totalmente vendidas, lo que es digno de consideración y dará tranquilidad y confianza a los organizadores.
En el plano interpretativo hubo luces y sombras que no pueden ni deben obviarse. Se es consciente de las limitaciones presupuestarias y de las condiciones de trabajo, además de laos problemas que surgen por la falta de cuerpos estables que doten de consistencia a la base de cualquier función. En este sentido, loable el trabajo de Jagoba Fadrique como responsable del coro, en la mejor prestación del mismo desde que Opus Lírica inició su camino y más limitada la orquesta, con falta de unidad estilística en el planteamiento de su máximo responsable, Andrea Albertin ora llevando al grupo orquestal con acertado ritmo ora apostando por un tempo demasiado lento. Como siempre, porque es sinónimo de garantía, excelente la Escolanía del Coro Easo en sus dos apariciones.
Cabe decir que la madrileña María José Montiel fue la mejor cantante de la noche, con una voz que llenaba el Kursaal y, por encima de todo, con un personaje bien trabajado y, por lo tanto, creíble. Esta mezzo ya ha cantado la gitana en teatros relevantes y muestra una voz adecuada por sus graves carnosos, un fraseo intencionado y agudos que, aunque en algún momento rozaron el destemple, dieron al personaje una entidad aplaudible. Quizás el baile no sea su fuerte pero un servidor vio a Carmen a través de la voz de Montiel.
La guipuzcoana Ainhoa Garmendia estuvo brillante en el aria de su aparición mientras que en acto III tuvo alguna dificultad en la transición a la zona aguda, algo forzada; sin embargo aquí también estamos ante una Micaela creíble… en lo que pueda ser un personaje que aparece en medio de las montañas así como si nada.
Si atendemos al sector masculino las cosas cambian sustancialmente de color. El murciano Eduardo Sandoval parecía proponer un Don José ilustrado en el acto I con sus gafas y su libro para luego terminar siendo el hombre que en realidad es, un ser poseído por los celos y la frustración. Vocalmente nunca pudo con el personaje: fraseo torpón, inexistencia de lo que no fuera forte, agudos impulsados a puro músculo, cambios de color y canto ajeno al estilo francés. Una lástima.
El estadounidense Enrico Marrucci eliminó de su Escamillo todo atisbo de poesía y amor. El papel es endiablado por su incierta tesitura pero Marrucci cantó carente de dignidad y rotundidad vocales, además de enseñar un color blanquecino.
Entre los papeles secundarios hubo de todo pero decir que el célebre –y complicadísimo- quinteto del acto II lo salvaron muy bien dos gitanas excelentes, con contraste de timbre adecuado y adecuación escénica sobresaliente (Helena Orcoyen y Marifé Nogales) y dos contrabandistas solventes, el ya mencionado Jagoba Fadrique (Dancairo) y un joven Gillen Mungia (Remendado) con voz suficiente es demostrativo del nivel conseguido por estos cantantes
Del Zuñiga de José Antonio García apuntar una dicción borrosa y una voz sin esmalte y del Morales de Iosu Yeregi, lamentar el accidente con el que corono una intervención pobre.
La puesta en escena, de Ekaitz González Urretxu es muy sencilla, apostando por varias estructuras de andamiaje que en una posición eran el cuartel de os soldados y la fábrica de cigarros, dadas la vuelta eran el graderío de la plaza de toros y tapadas con telas blancas, los montes refugio de los contrabandistas. Lo mejor, el acto IV, inspirado en el de Calixto Bieito, con un desfile figurado y actuación estelar de los miembros del coro.
Tras esta Carmen queda, para cerrar la temporada, la cita con La Cenerentola rossiniana el próximo mes de mayo en el “segundo” teatro. Estamos a la expectativa.