El barroco como inspiración
Barcelona. 20/3/2017, 20:30 horas. Palau de la Música. Palau Piano. F. Chopin: Preludios, Op.28. J. Brahms: Variaciones y fuga sobre un tema de Händel en Si major, Op.24. Yuja Wang, piano.
La sombra de Bach es alargada podría titularse esta crónica, a lo que uno podría contestar a la vez, ¿y cuando no lo es?. Por encima de los puristas que hablan y disciernen sobre si tocar o no Bach en piano, su influencia en el llamado rey de los instrumentos está fuera de toda discusión. En la primera parte del programa, los 24 preludios de Chopin, Op. 28, tienen en su alma latente la obra y la composición bachiana, como recuerda el programa de mano, con el eco y el recuerdo del Clave bien temperado de Bach que sobrevuela la obra en espíritu.
Yuja Wang salió radiante como suele con un vestido blanco ajustado y dejando su espalda desnuda e insinuante, para interpretar estos 24 preludios, o esa radiografía interna de la personalidad nostálgica y contrastada del compositor polaco. Wang desplegó pronto su pasmosa digitación, número 3, con la claridad de sonido y limpieza técnica que la caracterizan, pero en el mismo preludio número 4, también demostró su facilidad por la expresión y el apasionamiento, con pausas medidas y reflexivas. Es cierto que algo en el ambiente pareció molestar a la pianista, puesto que las toses y ruido ambiental de la audiencia del Palau, en realidad, como casi siempre, parecieron que no la dejaban entrar en el trance necesario para afrontar estos preludios con la concentración necesaria. Wang, pareció algo molesta, buscando mientras tocaba, una posición exacta en la butaca, un estado de interpretación relajado y atento, pero en el preludio número 7 su incomodidad corporal fue evidente. Para vergüenza del público, Wang se dirigió a la última tos escuchada con indignación y preguntó en inglés si podía hacer el favor de irse a toser fuera de la sala. Bochorno para la artista y para la audiencia, una señora enseguida espetó en catalán, “Queréis callar por favor”.
Sería por este suceso o porque Yuja ya no entró del todo nunca en la obra, que los preludios sonaron impecables y casi sin solución de continuidad, pero les faltó ese punch, esa garra con la que ella impregna enseguida su característico estilo. Hubo nervio y apasionamiento, (núm. 12), pero la fluidez de un discurso sonoro homogéneo y meditado no afloró nunca del todo. Así se llegó al famoso preludio número 15, el Sostenuto, en Re bemol mayor C. 180, conocido como “Gota de lluvia”, un espejo y un medidor clave a la hora de interpretar estos preludios para ver el estado de forma del pianista. Preludio icónico en la mente del melómano y aficionado, aquí Wang desplegó su arte, buscando la interiorización del sonido, el peso medido y relajado de los dedos, consiguiendo una expresividad que luchó por asomar en unos preludios que quedaron en general algo deslabazados.
En contraste el preludio posterior sonó explosivo e impactante, dio la sensación que Yuja se sintió más cómoda en los preludios menos contemplativos, como los número 18 y 19, donde su endiablada facilidad técnica sobresalió con acordes certeros y hasta malhumorados (núm. 20), así hasta llegar al final. Una interpretación algo errática, más por el extraño discurso interpretativo-expresivo que por una técnica vistosa y espectacular, propio del sello Yuja. Quizás el enfado y la incomodidad no dejaron que la pianista profundizara más y ese estado anímico fue un lastre que no se soltó en los 24 preludios de la obra.
Del Romanticismo apasionado y emocional de Chopin se pasó en la segunda parte al romanticismo medido de Johannes Brahms y su Variaciones y fuga sobre un tema de Händel, en Si bemol mayor, op. 24. Brahms al igual que Chopin, fue un gran pianista, y como buenos instrumentistas y mejores compositores, son compositores cómplices para Yuja Wang. A la vez, la inspiración barroca de los preludios de Chopin con Bach, y aquí estas variaciones sobre un tema de Händel, volvió a poner el acento en esa conexión barroco-romanticismo que late en la confección de este programa. Se puede hablar de periodo Variaciones, sobre los años que fueron del 1854 al 1863, en la obra compositiva de Johannes Brahms, ya que entre estos años escribió las Variaciones sobre Händel op. 24 (1861), en medio de las anteriormente escritas, Variaciones sobre un tema de Schumann Op. 9 (1854 ) y las posteriores, Variaciones sobre un tema de Paganini, compuestas en 1863. Las op. 24 aquí presentadas son la obra de un joven compositor que sin embargo ya da muestras de una madurez artística incuestionable.
Salió Yuja Wang con un nuevo vestido fucsia intenso, con una gran obertura sobre la pierna derecha y unos imposibles zapatos peep toes, sobre los que cabe preguntarse cómo es posible que se pueda tocar el piano con comodidad. Pero la Wang es una artista que se debe también a su imagen sin perjudicar para nada sus prestaciones artísticas, doble mérito para la chino-estadounidense. Pareció que la pausa ayudó a cambiar el chip de la pianista china quien se mostró mucho más centrada y comunicativa.
Desde el inicio del tema, el equilibrio y control de ambas manos fluyó orgánico y expresivo, con el famoso peso e importancia que Brahms otorga a la mano izquierda, Wang brindó con maestría su artificio. La complejidad de interpretar esta obra reside en saber transmitir y tocar las variaciones con naturalidad e intención, mostrando el grado técnico escrito por el compositor a la vez que ofreciendo la mezcla de perfección arquitectónica de la obra y su carácter clásico inspirado en la melodía original barroca. Wang brilló en las amplias escalas y los acordes majestuosos de variaciones como las XI Moderato, XII L’istesso tempo, y XIII Largamente, donde supo profundizar con sentimiento en el sonido del piano brahmsiano, con temperamento y una musicalidad refrescante. La lectura fluida, complementaria y consecuente de la obra, se mostró homogénea y meditada, no en vano Yuja tiene en el compositor uno de sus caballos de batalla, pues conoce bien su obra, la interpreta y ha grabado con asiduidad. Arpegios y escalas de brillante sonoridad, XVIII, XXI Andante, donde destacó tambiñén la maravillosa escritura romántico-barroca de la variación XXII Alla Musette. Una feliz interpretación que condujo hasta llegar a ese chispeante final XXIV y XXV, para reposar de nuevo en la gran Fuga, Moderado conclusiva, donde se vierte todo el discurso de las variaciones en los cinco minutos últimos. Wang triunfó generosa y rutilante. Una artista de carácter que mostró su explosiva personalidad para recibir una merecida ovación final que recompensó con casi ¡media hora de bises!.
Clásicos en los encores de Yuya como las Variaciones de Carmen de Horowitz, sobre la danza gitana de la ópera de Bizet, pura dinamita virtuosística, o la Paráfrasis de la Marcha Turca de Mozart con arreglo de Say/Volodos. Pero también mostrando una remarcable musicalidad en la adaptación del lied de Schubert de Margarita en la rueca, versión adaptada para piano solo de Liszt o en el tema Melódico basado en el Orfeo de Gluck transcrito versión piano por Sgambati. Wang finalizó la generosa tanda de bises, con las jazzisticas Variaciones para piano op. 41 de Kapustin, demostrando que el ritmo y su espíritu moderno y desenfadado triunfaron sobre un inicio de recital más bien disperso. Carisma y talento para cerrar una gratificante velada de piano solo.