cantus colln 

Bach ex cathedra 

Barcelona. 29/5/17. Palau. Bach: Motetes (integral) Singet dem Herrn, Lobet den Herrn, Fürchte dich nicht, Der Geist hilft unsrer Schwachheit auf, Jesu meine Freude, Komm, Jesu komm (BWV 225-231). Cantus Cölln. Dirección: Konrad Junghänel.  

La concentrada expresividad de los motetes bachianos y su magistral escritura vocal que es capaz de imbricar profundamente texto y música hasta hacerlos inseparables representa su mayor valor y al mismo tiempo reto interpretativo. De hecho, estas obras se avienen perfectamente con el carácter del Cantus Cölln, un conjunto que cumple tres décadas y que tiene tanto en el barroco alemán como en el renacimiento italiano las principales fuentes de su repertorio. La cita dentro del atractivo ciclo “Palau Bach” logró una buena entrada de sala con un público, salvando las muy contadas excepciones, atento y respetuoso, fiel a la propuesta.  

En el manual de estilo de su director, el laudista alemán Konrad Junghänel, la depuración es el valor capital, y su lectura está marcada por la contención y la integración de todos los elementos en una misma arquitectura sonora. Es serenidad ante el dolor, entereza ante la muerte lo que propone el mensaje luterano y Bach traslada aquí con precisión intimista a la partitura, cosa que Junghänel subrayó con vehemencia desde un Singet dem Herrn ein neues Lied de altura con el que se abrió el programa. La transparencia en todas las líneas fue su valor principal, quizá con violines algo atenazados y poco integrados en un inicio, pero con un dispositivo vocal ágil y fluido en los melismas, como también lo fue la articulación de unos oboes brillantes. Tras un Lobet den Herrn, alle Heiden de final esponjoso, la frescura y vivacidad del continuo se erigió en un magnífico soporte, especialmente decisivo en el buen resultado de Fürchte dich nicht, pese a un dubitativo ataque inicial, con un ajuste magistral entre el fagot y un violone que a través de un golpe de arco preciso e inteligente aireaba las frases dotándolas a la vez de intención. Para cerrar una intensa primera parte, Junghänel fue capaz de abordar Der Geist hilft unsrer Schwachheit auf con el vigor que requiere sin dejar de sostener el equilibrio en el énfasis repartido entre la dimensión instrumental y la vocal, dándole el relieve a ésta en los momentos decisivos, y todo ello a través de contrastes muy cuidados en los tempi y las dinámicas.  

La pulidez estilística de las dos sopranos en el conocido Jesu meine Freude fue inmejorable, así como esplendorosa fue la proyección dramática de la soprano Magdalene Harer; un rendimiento vocal superlativo apoyado en la clarividencia hacia el sentido y la dirección de las frases de Carsten Horff desde el órgano, y envuelto en un balance sonoro muy logrado gracias al cual se pudo apreciar hasta lo microscópico el tejido polifónico y las delicadas simetrías de la pieza. El motete para doble coro Komm, Jesu komm que fácilmente puede prestarse a lo excesos, se decidió plasmar a través de una aguda contención expresiva de los solistas, consistentes y bien ajustados, logrando una rotunda, reflexiva y a la vez conmovedora atmósfera fúnebre. 

El Cantus Cölln no se despidió sin regalar fuera de programa un celebrado Ich lasse dich nicht  (BWV Anh 159) de factura orgánica, procedente del apéndice de su catálogo y de discutida autoría, quizás el más antiguo de los motetes junto a Fürchte dich nicht. Una grata visita, la del conjunto alemán, que cierra con oficio un ciclo alumbrado entre otras, por visitas como las de René Jacobs o Benjamin Alard –que continuará la temporada próxima con la integral para tecla   de Bach–, y que ha logrado esta temporada de nuevo congregar el público en torno al nombre eterno del maestro de Eisenach.