Mena BBC Proms 

Sí pero no

Donostia. 04/08/2017. Quincena Musical. Palacio Kursaal. L. van Beethoven: Fidelio. Stuart Skelton (Florestán), Ricarda Merbeth (Leonore), Louise Alder (Marzelline), Benjamín Hulett (Jaquino), James Creswell (Rocco), Detlef Roth (Don Pizarro), David Soar (Don Fernando), Jesús García Arejula (Primer prisionero) y Eneko San Sebastián  (Segundo prisionero). Orfeón Donostiarra (Director: José Antonio Saínz), BBC Philarmonic Orchestra. Dirección musical: Juanjo Mena.

No negaré que el éxito obtenido por el Orfeón Donostiarra en su primera presencia en los Proms londinenses apenas dos semanas antes de este concierto y con este mismo programa ha tenido un efecto mediático –al menos entre los medios de comunicación guipuzcoanos- enorme; ello, añadido al prestigio de la Filarmónica de la BBC y la presencia de una batuta emergente cual es la de Juanjo Mena otorgaba al concierto que nos ocupa una expectativa quizás desmedida. Y digo lo de desmedida tras ver el resultado final, pues el Si pero no del titular trata de reflejar el incumplimiento de tales expectativas sin menoscabo de algunos logros, bien evidentes.

Otro aspecto a considerar es que este Fidelio, en versión de concierto, suponía la confirmación del reencuentro de la Quincena Musical con la ópera pues junto a este título podremos ver, esta vez sí en forma escenificada, Le nozze di Figaro, con lo que la organización nos da a entender que los años de las dudas en torno a la ópera parecen haber terminado.

El reparto de este Fidelio presentaba nombres de altura aunque no deja de ser una lástima la caída de cartel de Brindley Sherrat, al que pudimos disfrutar como John Claggart en el imponente y reciente Billy Budd del Teatro Real madrileño. Sin embargo, nombres como Ricarda Merbeth o Stuart Skelton eran, a priori, garantía de éxito de este título beethoveniano. Sin embargo, al final de la representación la afirmación no pudo ser tan rotunda como uno deseara.

En el lado positivo de la balanza, una Ricarda Merbeth entregada y en personaje, mejor en el segundo acto –quizás empujada por el tenor- que en el primero, donde en momentos ofreció dudosa afinación; sin embargo, estuvo más brillante en toda su escena del segundo acto, con voz de bello color y carga dramática más que suficiente. Stuart Skelton, del que disfrutamos hace pocas semanas un Siegmund de altura al otro lado de la A-8 dentro de la temporada de la BOS, inició su gran escena inicial con un Gott!! que comenzado en piano fallido acabo con rotundo, contundente y prolongado agudo, consiguiendo un impacto innegable; sin embargo su fraseo pecó por momentos de precipitado y en ocasiones algunos sonidos parecían difuminarse, como si el tenor no se encontrará en su mejor momento. De todas formas Skelton iluminó la escena lúgubre de la celda con una voz de peso y consistente que, a pesar de las trabas expuestas, supuso todo un soplo de aire fresco.

En el apartado de las voces graves, tan importantes en esta ópera, hubo de todo. El papel de Rocco exige una voz de bajo cantante y James Creswell, a quien no se le puede negar que tiene todas las notas, no dispone de un color adecuado para el papel, faltándole contundencia y oscuridad exigibles. Su voz es baritonal con graves puestos pero lánguidos y quizás acostumbrados en este papel a una larga tradición de bajos oscuros (desde los míticos Frick o Greindl, pasando por Talvela y hasta Salminen) la voz de Creswell dejaba cojo al personaje. Detlef Roth pone cara de ser muy malo pero supuso, en la opinión de quien firma esta crónica, el punto más flojo de la noche. Quizás con escena sus carencias pasarían más desapercibidas pero la versión de concierto no impidió que su voz mate, chillona y descontrolada quedara en evidencia. David Soar, sin brillo especial, dotó al Don Fernando de un peso suficiente.

La pareja de jóvenes tuvieron alto nivel además de ser, sobre todo en el caso del Jaquino Benjamín Hulett, los que más se esforzaron por dramatizar a sus personajes. El tenor tiene una voz pequeña pero de timbre bello y con presencia notable en la escena inicial. La Marzelline de Louise Alder fue sobresaliente, con un empaque vocal que contrastaba con el de Merbeth sin menoscabo de un volumen apreciable. Los dos prisioneros, miembros del Orfeón, lo hicieron muy bien.

Esta masa coral es, como no puede ser de otra forma, pilar de la Quincena Musical. Algunos somos muy conscientes de que tenemos la suerte de poder escuchar al Orfeón Donostiarra con asiduidad por eso de ser de casa y, sobre todo en el acto I, el Orfeón enseñó alguna de sus principales características, a saber, una capacidad de contraste extraordinaria, una habilidad para apianar envidiable y un fraseo ejemplar. En el segundo acto pareció más apostar por el efecto más que por la calidad, pero siempre con un nivel de excelencia inocultable.

Juanjo Mena tuvo en su dirección momentos tan excelsos –por ejemplo, la obertura o el preludio a la aparición de Florestán tuvieron pulso beethoveniano- con otros con tempo desconcertante, evidenciado sobre todo en la segunda sección del aria de Florestán, donde Mena precipitó a tenor y orquesta a un fraseo sucio y desaliñado, perjudicando de forma evidente lo que hasta entonces había sido un momento musical muy interesante. Mena buscó contraste agudos en algunas escenas como la final donde a un tutti forte del coro respondió con brusco piano orquestal. Esta, la BBC Philarmonia enseñó bello color a pesar de una percusión algo estridente. A destacar el trabajo de las cuerdas graves.

La respuesta del público fue enfervorizada hasta que la concertino decidió que ya era momento de irse a descansar. Una velada que dio bastante pero que al prometer tanto nos dejo en un Sí pero no con cierto aroma a frustración.