Barroco, Gin & Tonic
11/12/2017. Madrid. Café Comercial. Forma Antiqva: Aarón Zapico, clave; Pablo Zapico, guitarra; Daniel Zapico, tiorba. Obras de Gaspar Sanz, Santiago de Murcia, Caldara, Scarlatti y otros.
“Hay que sacar la música del Auditorio…debemos estar conectados con toda la sociedad. Si no, ¿qué somos?, tan solo un viejo museo tocando lo mismo una y otra vez” nos comentaba David Afkham en una reciente entrevista. Las London Music Nights que ha puesto en marcha una marca de ginebras en el remozado Café Comercial suponen un intento de hacer precisamente esto. Buscar alternativas a esa pesada pátina de rigidez y ceremonia que domina los espacios de la música clásica y aproximarla a la atmósfera desahogada de un club de música urbana. Y a juzgar por los artistas del programa para la temporada, lo hace sin sacrificar por ello ni un ápice la calidad artística.
“Esta es una música muy actual”, nos comentaba uno de los hermanos Zapico al abrir un programa centrado en el siglo XVII, “porque conecta con los temas de hoy”. Esta debe ser una de las razones, pero hay más. Esa manera suya tan libre y personal de interpretar y ese espíritu respetuoso pero desenfadado, son al menos tan importantes para dotar su propuesta de actualidad.
Los Zapico son un referente en su repertorio y demostraron por qué con casi dos horas de concierto en los que la atención del público no decayó. La comunicación entre los hermanos es evidente y, a través de ella, logran convertir una aparente dificultad en su mayor virtud. Tocan unos instrumentos originalmente diseñados para el acompañamiento que mediante sus arreglos y de ese lenguaje fraternal que dicen haber inventado, se convierten en un permanente ejercicio de cortejo. Cada miembro del trío contribuyó a su manera. La tiorba, virtuosa pero también capaz de una deliciosa y doliente sensibilidad en las Españoletas; la guitara, cálida pero también delicada e íntima en el Grabe y Allegro de Murcia; y el clave, alegre, ágil y poco resignado a una función de acompañamiento. Los tres solistas, los tres corales
La cercanía con el público presidió una actuación magnética, se creó una proximidad construida sobre varios elementos: las simpáticas explicaciones de los temas que iban a tocar, el propio repertorio español -lleno de familiares fandangos y de ritmos populares- y sobre todo, cierta desfachatez en ese aire vanguardista de ensamble de jazz. El aroma a enebro y el generoso tamaño de los gin-tonics en la sala combina bien con los ritmos italianos y españoles que dominaron la velada. Curiosamente, las adaptaciones de arias de ópera, normalmente más resultonas, se convirtieron en material de relleno frente la energía hipnótica de las danzas. Son versiones a modo de “estándares” que contienen momentos de inaudita modernidad, en las armonías de la Bergamasca o en los arreglos y cambios de ritmo de las Folías.
Scarlatti y su Fandango, energético, bailable y también bailado por las cabezas de un público con al menos una copa encima, puso final a una experiencia que debe repetirse, que tiene que normalizarse como parte de la oferta musical. Lejos de cargantes criterios historicistas que en tantas ocasiones dominan la música antigua, la creativa propuesta de los Zapico en compañía de buenos destilados supone un espacio de crecimiento para la música, una mirada fresca hacia el pasado, y un ejercicio de libertad en el presente.