Koroliov Evgeni by Gela Megrelidze

Bach inflexible

Barcelona. 17/2/16. Palau de la Música Catalana. Palau 100 Bach. J.S. Bach: El arte de la fuga, BWV 1080. Evgeni Koroliov, piano.       

Muchas críticas comienzan diciendo que esta o aquella partitura es una “cumbre” o una obra “capital” de tal o cual período o incluso de toda la historia. Pero cuando hablamos de esta no se trata de ninguna afectación retórica, hablamos muy en serio. El arte de la fuga es el testamento y la entrada a la sacristía donde reposa el alma más eterna de la música occidental. Construida sobre cuatro compases y síntesis única de la tradición y la modernidad, sólo con mucha dificultad trascendió el interés teórico para que fuera considerada desde el punto de vista concertístico, y de hecho se programa poco en la actualidad. Aún cuando se hace, subyace la discusión de qué instrumento debe interpretarla, ya que Bach no dejó ninguna indicación al respecto.  

En efecto no es fácil la comunicación, la relación acústica, con la complejísima imaginación musical de Bach en esta obra. Y Evgeni Koroliov (Moscú, 1949) no vino al Palau a ponerlo fácil. El pianista ruso ya había tenido una gran recepción hace tres años con las Variaciones Goldberg, y más allá de sus incursiones en distintos repertorios, la obra de Bach ha sido la guía de toda su carrera. Sus interpretaciones han sido muy celebradas especialmente en Alemania, y al parecer con esta misma partitura encandiló al público del ciclo de piano de la Berliner Philharmoniker a finales de 2014. En una ocasión, Koroliov confesó que entendía El arte de la fuga como la contemplación de una inmensa montaña a la distancia, en la que uno es capaz de calibrar la belleza de estar en su cumbre. La imagen parece bastante clara, pero su traducción en el piano no lo es tanto (de hecho la imagen ya no lo es, puesto que la imagen global de la montaña se contempla con mayor nitidez a la distancia y no desde su cumbre, ¿cómo verla desde la distancia y estar en su cumbre a la vez?). La precisión y equilibrio de Koroliov, descendiente artístico de Neuhaus y Yudina, está fuera de duda. Manifestando una inmensa devoción hacia la obra, se desplazaba por las teclas con gran cautela frente a los peligros tímbricos del piano, manteniendo rigor en la arquitectura fugada y ofreciendo constantemente una notable nitidez polifónica que dibujaba con claridad el riguroso pensamiento contrapuntístico de Bach. Desde la primera fuga, el pianista ruso mostró una cuidadosa administración del pedal, y una sutilidad expresiva con un rubato casi imperceptible. Ya en esta primera fuga Contrapunctus I –especialmente en la abrupta interrupción del discurso en los silencios– pudimos comprobar que se trata de un intérprete muy particular. Koroliov es angustiante en los silencios y asfixiante en la ausencia de los mismos, con una fluidez unas veces muy lograda, y otras exasperante. A medida que enlazaba fugas y cánones, fue confirmando esa sensibilidad impenetrable. La gran articulación de contrastes en muchos pasajes hasta la novena fuga era sorprendente; a veces a través de un ritardando difícil de comprender, otras mediante ataques extemporáneos. En las “fugas espejo”, fuga 12 y 13 Contrapunctus inversus, las manipulaciones contrapuntísticas son de audacia inédita y el pianista las tradujo con una minuciosidad admirable, pero filtrada por una comprensión rara e inexplicable. Uno tenía la sensación de que iba desapareciendo la sala, después él, a continuación el piano... hasta quedar flotando una inefable arquitectura abstracta en un espacio no local.  

En el final se interrumpe la triple fuga inacabada (Fuga a 3 Soggeti). El pianista supo transmitir –en su único momento de luminosa desenvoltura gestual– la indefinición de ese compás suspendido por la muerte, dejando que fuera el silencio dramático quien redondeara la obra. El auditorio, con una notable entrada de fieles del piano de Koroliov, le dedicó una cálida despedida. 

Forkel escribía en su biografía de 1802 sobre Bach la conocida sentencia dedicada a los alemanes: “enorgullécete, patria; enorgullécete, ¡pero sé también digna de él!”. ¿Quién es digno de él hoy? Koroliov ignora los malos modales de nuestro oído contaminado, presentando un Bach inflexible y a contracorriente porque los tiempos que corren son ingrávidos y de vulgar obscenidad emocional. Un frío esotéricamente medieval recorre las manos de Koroliov, como lo hace el pensamiento enigmático de Bach en la Ofrenda musical y más intensamente aún en este testamento para iniciados que es El arte de la fuga. Tal vez una vida no es suficiente para iniciarse en esta obra. Pero desconozco cuántos años son necesarios para iniciarse en el discurso pianístico de Koroliov.