Antoni Wit 

Aplaudiendo a Mahler

Pamplona-Iruñea. 26/04/2018. Auditorio Baluarte. Obras de Ignacy Jan Paderewski y Gustav Mahler. Piotr Paleczny (piano) y Orquesta Sinfónica de Navarra. Dirección musical: Antoni Wit.

Interesante el programa de abono, el duodécimo, propuesto por la Orquesta Sinfónica de Navarra al alternar el bastante infrecuente Ignacy Jan Paderewski con el popular –y complejo- Gustav Mahler. Nacidos ambos el mismo año, en 1860, muestran sin embargo líneas estéticas distintas pues mientras el primero está enraizado en el más puro romanticismo el segundo abre la música hacia lo que supuso el siglo XX, con su explosión de estéticas.

Antoni Wit está programando a distintos compositores polacos en este su último año de titularidad de la OSN, caso del que hoy nos ocupa o de Mieczyslaw Weinberg. Antoni Wit será sustituido el próximo año por el hispano-venezolano Manuel Hernández-Silva y es de agradecer que con su responsabilidad hayamos tenido la oportunidad de escuchar el Concierto para piano y orquesta en La menor, opus 17, del citado Paderewski, obra harto inusual por estos lares de un compositor que, tampoco nos engañemos, es también ignoto por aquí. 

Paderewski está unido a la tradición pianística polaca y en su música la presencia de Chopin es casi un grito de unión con el pasado. Sin embargo su figura trasciende la música pues su labor política, encardinada con el nacionalismo polaco de la primera mitad del siglo XX le llevó incluso a asumir altas responsabilidades como primer ministro. Su repentina muerte en Estados Unidos se produjo mientras utilizaba sus conciertos como forma de hacer política a favor de una Polonia invadida por el nacionalsocialismo alemán (1941). Así pues, aunque nacieron el mismo año Paderewski sobrevivió treinta a Gustav Mahler.

Otro polaco, Piotr Paleczny, asumió la parte solista y solo parabienes pueden decirse de su actuación. De gesto sobrio, casi diría que austero, lejos de alharacas y convulsiones efectistas Paleczny nos demostró que conoce perfectamente la obra, que la siente, la hace suya y transmite al oyente la pasión que siente por la misma. Una obra clásica en su diseño, tres movimientos, alternando los allegro de los movimientos extremos con un movimiento central andante y en el que el diálogo piano-orquesta se desarrolla a través de largas escenas destacando el molto vivace final, de gran exigencia técnica y el que los dedos del solista solventaron con precisión virtuosa. Una actuación para recordar de una obra que, intuyo, nos costará volver a escuchar.

La atracción principal era la Sinfonía nº 1 en Re Mayor, Titán, de Gustav Mahler, verdadera puerta a la transformación que sufrirá la orquesta sinfónica como instrumento durante las décadas siguientes. Wit, sin partitura alguna –de hecho, en todo el concierto no pude atisbar una sola- dirigió con gesto diáfano y expresivo la obra en la que destacaron especialmente los dos últimos movimientos. El directos titular apostó por una lectura extrovertida y un uso del rubato que dotaba a su lectura de la necesaria personalidad. Cabe señalar que una veintena de miembros de la Orquesta del Conservatorio Superior de Música de Navarra completaban las filas de la titular y que ello no supuso desdoro alguno a la calidad del sonido.

Conviene destacar el sonido del metal y lo acertado de la percusión en el frenético último movimiento. Algunos pequeños deslices no suponen merma en una interpretación de altura que motivó que justo detrás de mi butaca pudiera escuchar a una señora decir que a quien le encantaría poder aplaudir sería al mismo Mahler. Y es que por encima de modas pasajeras la música de este compositor continúa cautivando al público.