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King Players

Barcelona. 10/04/2018, 20:00 horas. L’Auditori, ciclo Música Antiga. Purcell: King Arthur, or The British Worthy, Z. 628. Gabrieli Consort & Players, orquesta y coro. Paul McCreesh, dirección musical.

Un Purcell servido por un equipo británico de especialistas como son los Gabrielli Consort & Players, solo podía ofrecer una feliz velada musical, y así fue en esta tarde primaveral en el Auditori de Barcelona. Esta ópera dramática, nombre con el que la bautizó el propio Purcell, fue interpretada dentro del tour King Arthur que los Gabrielli Consort & Players con Paul McCreesh han llevado por varias ciudades de Europa, siendo Barcelona su segunda parada para después recrear esta preciosa partitura posteriormente en tres salas más. A pesar de no estar anunciado en el programa de mano, esta partitura se tocó en la nueva edición del instrumentista Christopher Suckling, asimismo miembro de la formación, junto al director Paul McCreesh.

Llamó la atención, más por lo inusual del caso que por el dato en si mismo, que de los diecisiete instrumentistas, once, o sea casi dos terceras partes fueran mujeres. Un dato que se podría presumir como mera coincidencia pero que quizás sea significativo de que por fin, poco a poco, la tan buscada igualdad en el número de mujeres y hombres en una orquesta se acerca a cierta normalidad. Aquí paradójicamente y como norma que rompe la regla la mayoría fueron mujeres. Ir en busca de si este dato tuvo su significancia en el resultado de la ejecución sería buscarle tres pies al gato, pues las excelencias de la interpretación de esta obra purcelliana de cinco actos fue de una elegancia y pulcritud desde los primeros compases de la obertura al festivo coro final.

Paul McCreesh no buscó una lectura espectacular ni rica en contrastes. Si acaso mostró esta obra más bien fragmentaría como un conjunto de escenas y actos donde la musicalidad del idioma, sus ricos juegos de onomatopeyas, recurso teatral característico de Purcell en sus obras escénicas, y los colores y ambientación afloraron con naturalidad y fluidez. Respondió el conjunto instrumental con un delicadísimo juego de volúmenes, siempre atentos a las arias solistas y a no romper un equilibrio voz-orquesta que se forjó con elegancia y redondez. De hecho, la compenetración de los músicos fue total, con un empaste de colores subyugante, como en el primigenio coro del acto primero, Brave souls, donde las cuerdas ofrecieron una profundidad expresiva que acompañó al coro con hedonista resultado. Si bien la trompeta de Dave Hendry no tuvo su mejor noche, con una interpretación poco brillante en To Woden’s Hall all, en el último numero del primer acto, hecho que quizás deslució un final menos heroico de lo esperado. Destacó la especialista soprano Anna Dennis en el inicio el segundo acto, con su timbre cristalino y su fuerza estilística en su solo como Philidel con un coro en eco de evanescente e hipnótica sonoridad. Aquí el cuidado y resultado de los colores seráficos del coro y los solistas destacó en el número Come, follow me, así como los solos de fagot y oboe en la hermosa introducción orquestal al final del segundo acto, Come shepherds. La dulzura que imprimió McCreesh en el preludio del tercer acto tuvo su contrastante respuesta en la teatral y siempre sorprendente aria del bajo, What power art thou, con un impecable Marcus Farnsworth de timbre terso y canto de articulación cristalina. El coro del frío con su vuelta de tuerca onomatopéyica See, see, we assemble, acercó la modernidad de esta partitura que este 2018 cumple la friolera de 327 años desde su composición. 

El aura de música escénica de esta obra se escanció con ensoñador lirismo en el inicio del IV acto, primero con el seductor tema introductorio que enlazó con el sibilino dúo de las dos sirenas, Two daughters of this auge stream are we. Aquí la música de Purcell mostró su personal sello y calidad gracias a la sugerente simplicidad de las dos tiorbas, único acompañamiento para un dúo de sopranos impregnado de elegancia y controlada sensualidad. Volvió a destacar el timbre y personalidad vocal de Anna Dennis en el dúo For love ev´ry creature de nuevo también con la aterciopelada voz del bajo, de sonoridad más bien baritonal, Marcus Farnsworth. Confirmó su valía el joven barítono británico de nuevo con un atractivo Eolus, en su solo del IV acto, como la voz más operística del conjunto vocal. Quizás y por su esmalte y pulposo timbre pudo parecer incluso demasiado sonoro frente a la corrección estilística del resto del equipo, pero esto no fue un handicap sino más bien una llamada de atención, Farnsworth es sin duda una voz a seguir. Mejoró sus prestaciones la trompeta barroca de Dave Hendry en la sinfonía previa a la escena de la soprano las Nereidas y el coro. McCreesh buscó el contraste con su particular sentido del equilibrio entre el sugerente dúo de tenores y bajo, For folded flocks, and fruitful plains, y el popular aire de canción campesina Your hay it is how’d, and your con is reap’d. Esta capacidad de pasar de la fineza del canto arcádico al prosódico de raíz llana y cómica sorprende todavía hoy en día y recuerda a una de las características de otro grande de la composición británica, Benjamin Britten, quien uso recursos similares en obras como la shakesperiana A Midsummer Night’s Dream (1960). 

Anna Dennis volvió a enamorar en su último solo como Venus, línea de canto, emisión diáfana y redondez tímbrica antes de llegar al último número solista del tenor con solo de trompeta, por desgracia de nuevo algo irregular en su ejecución. El último número del coro con la trompeta, Let all rehearse, sonó con empática generosidad para cerrar un King Arthur de hermosos ribetes gracias al gran trabajo de conjunto de McCreesh y los Gabrielli Consort & Players. Un feliz bis final repitiendo la ultimas estrofas del coro, esta vez sin las indicaciones de McCreesh, cerró una velada purcelliana de hermoso recuerdo.