Labeque 

The American Way

Barcelona. 23/02/16. Palau de la Música Catalana. Temporada Palau 100. Obras de Gershwin, Glass y Bernstein. Katia & Marielle Labèque, dúo de pianos. Gonzalo Grau, percusión. Raphaël Séguinier, batería. 

Un Palau con mucho público no habitual se sentó a escuchar uno de los conciertos más mediáticos de la temporada, en la semana mediática del piano en Barcelona si le sumamos la visita de Lang Lang. Katia a la izquierda del escenario, y Marielle a la derecha, se sentaron para abordar una primera parte que fue simple preludio de la segunda; un Gershwin que se fue diluyendo y un Glass recibido con frialdad, antes de dejar un buen recuerdo con su genuina versión de West Side Story. Con una trayectoria de casi medio siglo a sus espaldas y una espléndida fama internacional, a las hermanas Labèque no les falta “su” público allá donde vayan, pero con España han tenido una cercanía en los últimos años, ya sea través de su residencia artística en Valladolid o mediante su colaboración con artistas nacionales como la cantaora Mayte Martín. 

Los Tres preludios para piano de George Gershwin fueron estrenados en Nueva York por el mismo compositor en 1926 en su versión original, y forman parte de un proyecto mucho más amplio que pretendía llegar a las cotas de extensión a las que llegaron Chopin en su Op. 28 o Scriabin en el Op. 11. Finalmente, estamos ante tres bellas miniaturas que comienzan con una atmósfera explícitamente blues fantásticamente explicada por las Labèque, en el arreglo para dos pianos de Irwin Kostal. En el primer preludio, los ataques fortissimo fueron ejecutados con espléndida desfachatez por Marielle, a lo que siguió un Andante para el que Katia destinó más que un sutil rubato como pide el compositor, una voluptuosa ornamentación algo agotadora para el oído. La precisión magnífica del dúo en el tercer preludio fue condimentada sin embargo con un énfasis que se pagó con falta de claridad y una tensión narrativa que se fue deshilachando.

Gershwin murió el mismo año en el que Philip Glass nacía, el más popular de los cuatro jinetes fundadores de la minimal music norteamericana junto a Reich, Riley y Young, de quienes las Labèque también han interpretado obras en su ciclo de tres conciertos “50 Years of Minimalism” en el Kings Place de Londres hace cinco años. Glass es un compositor que conocen bien, han colaborado estrechamente con él en varias ocasiones, y en este caso trajeron los Cuatro movimientos para dos pianos del año 2008 que abre el disco del dúo de pianistas Minimalist dream House (2013). Nos resulta una obra algo insustancial, que como el kitsch de Jeff Koons se amolda perfectamente al espíritu de nuestra época: planificación y programación técnica de todos los procesos para descodificar las complejidades y ofrecer un hipnótico producto que si bien arrastra a una inmensa masa ensimismada en el rápido reconocimiento de sus figuraciones melódicas, no le hace sentir presa del mainstream. Esto no significa que sea fácil su interpretación: pudimos escuchar algunas trampas rítmicas en el ínfimo desplazamiento de los patrones reiterativos que las Labèque solventaron con agilidad. Fuera de muecas algo irritantes, por poco espontáneas, de Katia, en la obra de Glass la sorprendente precisión quirúrgica de las pianistas se mostró en todo su esplendor, particularmente en el primero de los cuatro movimientos, así como una misma musicalidad –casi como si fuera sólo un inmenso piano de dos piezas– en el segundo. El tedio del auditorio se empezó a sentir entre el segundo y tercer movimiento, con toses que tuvieron que ser apagadas por los que pedían silencio. Un tercer movimiento algo mecánico dio lugar a un cuarto más interesante, en el que Katia derrochó su habitual destreza atlética.  

Pero fue en la segunda parte cuando las hermanas Labèque llenaron el escenario. Físicamente, acompañadas por el percusionista Gonzalo Grau (Caracas, 1972) y el baterista Raphaël Séguinier (1979), pero también musicalmente, multiplicándose para ofrecer el magnífico arreglo de West Side Story para dos pianos y dos percusionistas que el mismo Bernstein pidió que Irwin Kostal hiciera para ellas. Han navegado por distintos repertorios, muy dispares entre ellos, pero la frescura norteamericana, el latido swing y el tono despreocupado y ecléctico encaja perfectamente con ellas, desde el impulso que supuso en los años ochenta su exitosa Rhapsody in Blue. También con los percusionistas de los que se acompañan para este West Side Story, puesto que Grau, además de la música latina y del jazz ha sondeado todo tipo de ámbitos, y la carrera de Séguinier sigue una curva que va desde el post-rock a la música contemporánea. Así, presentaron un West Side Story de potencia escénica, muy personal pero sin abandonar la fidelidad a la ideas principales de la partitura de Bernstein y del drama urbano del musical estrenado en Broadway cuando las Labèque tenían tan sólo 7 (Katia) y 5 años (Marielle). Lleno de sorpresas desde el prólogo, en el que ya se hizo notar la versatilidad del percusionista Grau y el flow magníficamente conducido por Séguinier en “Jet Song”, Katia disfrutó en el contagioso “Mambo” y brilló en el lirismo de “Maria”, con articulaciones muy cuidadas y una intervención íntima pero persuasiva sobre la melodía. El constante intercambio de planos entre Katia y Marielle se hacía con una naturalidad pasmosa y una perfección difícil de igual. Pero mucho del buen resultado se debe al buen rendimiento de la percusión y a un Grau muy escénico, que paseaba por el escenario y buscaba constantemente complicidades con las Labèque, hasta sentarse en alguna ocasión junto a ellas.  

Tenían que narrar este Romeo y Julieta al estilo americano conocido por todos y los cuatro lo hicieron con éxito, desafiando la frialdad inicial de los asistentes hasta ponerlos en pie en el bis; la repetición de “America”, con la coreografía de Grau y Séguinier antes de lanzarse a por el cajón y la batería y las hermanas Labèque a lo suyo, saltando del taburete en cada ataque hasta arrancar el entusiasmo del Palau.