El piano fantástico
Peralada, 11 de julio de 2025. Obras de Ravel, Schubert y Glass. Katia y Marielle Labèque, pianos. Festival Perelada. Esglèsia del Carme.
En el segundo fin de semana del Festival Perelada las hermanas Labèque fueron las protagonistas de una velada muy especial, consumando uno de los reclamos pianísticos de la presente edición veraniega, con Ravel, Schubert y Glass en un programa en el que la fantasía era el hilo conductor. Así pues, tres visiones de un mismo concepto han guiado a los oyentes a través del piano: la fantasía de los cuentos infantiles, la fantasía formal como recurso para la introspección romántica, y la fantasía como evasión minimalista.
Katia y Marielle Labèque llevan ya muchos años siendo uno de los dúos pianísticos más respetados del panorama internacional. Desde su debut en el festival hace treinta años, las francesas han recorrido el mundo con una propuesta ecléctica, a caballo del piano clásico tradicional y el contemporáneo, sin dejar de incursionar incluso otros estilos como el jazz o el ragtime.
Su especial intetés en el repertorio contemporáneo las ha llevado a trabajar de primera mano con compositores de la talla de Messiaen, Boulez, Glass, entre otros. Son bien conocidas en nuestro país, aunque una lesión de hombro impidió una de las últimas programaciones en territorio catalán, una colaboración con la Franz Schubert Filharmonia en 2023.
Está claro que la cercanía y el factor familiar pueden ser factores que hayan contribuido de manera determinante y positiva en el perfeccionamiento técnico y artístico del dúo Labèque; dos imágenes especulares de una misma alma musical, y durante la velada del viernes pareció que una única persona de cuatro brazos fuera quien interpretaba los dos pianos del altar de la Iglesia del Carme.
Comenzaron con las piezas a cuatro manos, como es habitual, encabezando el recital con la suite fantástica Mi madre, la oca de Ravel, obra en cinco movimientos, con Marielle en los graves. Destacaron la diferenciación de planos sonoros, durante la pavana, y los sutiles matices dinámicos de la parte superior.
Las francesas dieron una lección sobre cómo gestionar la proximidad durante el Petit Poucet (Pulgarcito), pincelado con escalas de tercera y sexta muy delicadas,y firmando algunos de los mejores pasajes a tres manos. Destellos asiáticos prepararon la entrada de la emperatriz de las pagodas, una evocación tremendamente inspirada por parte de las protagonistas, seguida por la evocación musical de la Bella y la Bestia, y completaron el primer tercio con Jardin féerique (La Bella durmiente), obra que daba nombre al programa, en una interpretación iridiscente y espectacular.
Ya en el mundo introspectivo de Schubert, con su Fantasía op.103, una de las piezas predilectas de las Làbeque, se exigió de las hermanas un peldaño más de profundidad interpretativa. La pieza brilló en los momentos de máxima intensidad contrapuntística y juntas recrearon el imaginario schubertiano de manera muy satisfactoria. Destacó el lirismo del Largo y el dramatismo del primer y último tiempo.
El tercer plato del menú fue Four movements for two pianos, de Glass, un autor bien conocido por las francesas y con el que han colaborado en diversas ocasiones. Si bien el discurso minimalista a base de repeticiones a priori no parece gran cosa para este dúo todoterreno, hay que entender que la complejidad técnica de la obra se encuentra en buena medida en la gestión de los puntos climáticos, normalmente precedidos por amplísimos crescendi que deben calibrarse con perspectiva.
Se apreció que la sincronía entre Katia y Marielle es igual a cuatro centímetros que a cuatro metros distancia, cada una ya en su piano, y ofrecieron una interpretación sólida. En cualquier caso, en su paso por esta incesante partitura, las francesas remarcaron bien los trazos distintivos de cada sección durante los dos primeros tiempos y poco a poco se sumieron en un profundo trance, cuadrando a la perfección el acorde simultáneo final del segundo.
Las invitadas resolvieron bien el contraste entre el torbellino de arpegios y el tapiz musical de carácter calmado que caracteriza el tercer tiempo. Ya en el cuarto, poco a poco vistieron el ostinato y exploraron la orografía de la partitura, hasta culminar un final impecable, una vez sorteados tanto la pausa dramática como los vaivenes climáticos.
Deleitaron al público con una exquisita Le jardin de Dolly, del maestro Fauré, siguiendo la estela del lema del recital, y un vibrante arreglo para dos pianos de Jet Song de West Side Story. Una velada que el público acogió con gran calidez y reflejó nuevamente el excelente nivel artístico del festival, en su edición n°39.