Caserio Sasibil Donostia 

Una agradable sorpresa

12/09/2018. Donostia. Teatro Victoria Eugenia. Jesús Guridi: El caserio. Miren Urbieta (soprano), Gerardo Bullón (barítono), Klara Mendizábal (soprano), Iker Casares (tenor cómico), Igor Peral (tenor), Ekaitz Gonzalez de Urretxu (actor) y otros. Grupo de Danza Eskola Dantza Taldea, Orquesta y Coro Sasibill. Dirección de escena: Josean García. Dirección musical: Arkaitz Mendoza.

Un servidor ha visto prácticamente todas las zarzuelas que la donostiarra Asociación Lírica Sasibill ha programado en la última década desde aquella lejana función de La corte de faraón, de Vicenç LLeó que pude disfrutar en el Teatro Principal de la capital guipuzcoana. Y entre todas ellas la que nos ocupa de El caserio ha sido, en mi opinión, la más redonda de todas ellas.

Cuando Sasibill nos convoca a una zarzuela sabemos de antemano los pros y los contras con los que han de lidiar los organizadores antes del inicio de una función. ¿Los pros? Una ilusión inquebrantable, la decisión de mantener la zarzuela en Donostia y el haber sido capaz de crear y mantener un grupo de personas (cantantes, actores y técnicos) solidarios con el proyecto. En el debe, las limitaciones económicas –y supongo que personales- y la escasez del repertorio abordado, que parece traslucir una especie de temor ancestral por la novedad.

Ejemplo de ello es volver a escuchar El caserio, de Jesús Guridi mientras otras muchas zarzuelas del mismo Guridi e incluso muchas del donostiarra Pablo Sorozabal, duermen el sueño de los justos y parece que hasta el fin de los tiempos. Hay que reconocer, sin embargo, que a pesar de la reiterada programación de esta zarzuela en Donostia y proximidades, cuando la función es tan exitosa y uno se lleva una agradable sorpresa, tal debe se olvida fácilmente.

Ya queda dicho que la función ha sido redonda y las cuatro patas sobre las que ha pivotado el éxito han sido las siguientes: las solventes prestaciones de los cuerpos estables, los solistas principales de calidad, el cuerpo de cantantes y actores que abordaban los papeles secundarios y la transmisión desde el escenario de ilusión, compenetración y alegría por el proyecto. Vamos por partes.

Creo que nunca he escuchado con tal empaque al Coro Sasibill; los refuerzos han sido para bien y valga como ejemplo el coro interno inicial, que sonó estupendo. Hubo desajustes, sí, pero fueron los menos y el sonido, especialmente el masculino, se ha fortalecido y redondeado. Por lo que a la –reducida- orquesta homónima se refiere creo que es difícil sacarle más chispa. Arkaitz Mendoza, nuestro director zarzuelero particular, ha sido capaz de encontrar y no solo buscar el matiz en la pulcra partitura de Jesús Guridi y arrancar a la orquesta variaciones sonoras y rítmicas que han enriquecido la lectura ofrecida.

Por lo que a los solistas principales se refiere solo cabe aplaudir la labor de los tres. El madrileño Gerardo Bullón, al que solo tres días antes disfruté en el Casado y soltero, de Joaquín Gaztambide ofrecido en el Gayarre pamplonica, vuelve a mostrar una voz de precioso timbre, siendo capaz de hacernos creíble tanto la cara más seria y cargada de autoridad del Tío Shanti como la más tierna y sentimental. Su sobrina, Ana Mari, fue encarnada por la soprano guipuzcoana Miren Urbieta, que comienza a aparecer en teatros operísticos de primera. Quizás al principio estuvo más adusta pero su escena del inicio del acto III le permitió deslumbrarnos con sus agudos y una voz proyectada con solvencia técnica. Finalmente, y en mi opinión en la mejor prestación de la velada, tenemos al navarro Igor Peral, un José Miguel de una pieza capaz de engatusarnos con su romanza del acto II Yo no se qué veo en Ana Mari, para un servidor el fragmento sonoramente más elegante de toda la velada. Capacidad de matizar, de apianar, de transmitirnos las dudas y requiebros del personaje,… Muy bien.

La tercera pata de la mesa son todos los personajes secundarios, que estuvieron a la altura de los protagonistas. Aquí merece la pena destacar el salero de Ana Miranda (Eustasia) que nos hizo reír en más de un momento, la voz ligera de Klara Mendizabal, a la que se advierte una experiencia como actriz que aprovecha muy bien (Inocencia) y, por encima de todos, al tenor irundarra Iker Casares, mucho mejor de voz que la última vez que le escuché y con una vís cómica impagable. Iker Casares es ya, en mi imaginario personal, “mi Txomin”. No desmerecen ni  Ekaitz Gonzalez de Urretxu (Manu), ni Miguel Ángel Jiménez (don Leoncio) ni Iñaki Alvarez (secretario municipal).

Por fin, la suma de todos estos factores alineados y coordinados por la dirección musical y de escena nos permite trasladar a un público que llenaba el teatro una función llena de alegría, que contagiaba las ganas de disfrutar por la zarzuela. Por cierto, que la puesta en escena de Josean García apostaba por una visión muy clásica, sin apenas arriesgar. Además, la Eskola Dantza Taldea supo darle a la romería del acto II toda la autenticidad posible. 

En Donostia hay ganas de disfrutar del llamado “genero chico” pero quizás Sasibill –y entiéndase esto como una aportación en positivo- debería presentar al público donostiarra y guipuzcoano una oferta de mayor consistencia, con sus objetivos anuales o al menos semestrales, facilitando quizás algo similar a un abono con el que poder acceder, por ejemplo, a los tres títulos (además de este El caserio, de forma inmediata se ofrecerá Los gavilanes, de Jacinto Guerrero y en navidades, Katiuska, de Pablo Sorozabal) que se van a ofrecer entre septiembre y diciembre. Así también podría fidelizarse al público. Eso sí, dejando claro que con la calidad mostrada en esta función, gran parte de ese camino que es el de generar la confianza del amante de la zarzuela ya está hecho.