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Siempre llueve en Escocia

Parma (5/10/2018) Festival Verdi. Teatro Regio. Verdi: Macbeth. Luca Salsi (Macbeth), Anna Pirozzi (Lady Macbeth), Michele Pertusi (Banco), Giovanni Sala (Macduff) Coro del Teatro Regio. Filarmónica Arturo Toscanini. Dir. de escena: Daniele Abbado. Dir. musical:  Fhilippe Auguin

Una ciudad, un compositor. Una unión que va más allá de lo anecdótico o del marketing para convertirse en todo un acontecimiento social. Algo que ya comentábamos el año pasado y que es una constante en el Festival Verdi que organiza el Teatro Regio de Parma con la colaboración de instituciones públicas y privadas. Todo tipo de actos, más allá de las representaciones operísticas y lo que se mueve alrededor de ellas, conforman este tiempo dedicado al mundo verdiano, lo que incluye también el llamado Off-Verdi lleno de espectáculos variados y para todo tipo de público. Hasta muchos de los comercios del centro de la ciudad dedican parte de sus escaparates al gran maestro de Le Roncole. Admirable.

Abre Macbeth estas crónicas del conjunto de las tres óperas que se representan en la ciudad de Parma (la cuarta, Un giorno di regno sube a las tablas del teatro de Busseto). Para mi, la más rompedora y moderna de las óperas de los llamados “años de galera”, es una obra maestra de Verdi. Utiliza recursos no conocidos hasta entonces en la ópera italiana como las escenas de las alucinaciones en el banquete, el espectáculo de los reyes o la del sonambulismo de Lady Macbeth, y sobre todo crea una música que abre nuevos caminos tanto en su obra como en la que compondrán otros compositores posteriormente. En estas representaciones parmesanas se ha optado por ofrecer la versión de 1847 de una forma que casi podríamos calificar de historicista por la rigurosidad y autenticidad que se ha planteado en el plano musical. Más acostumbrado a la que más frecuentemente se representa, la versión de 1865 (con casi un tercio de música diferente introducida por un más maduro Verdi, musicalmente hablando) al escuchar esta versión original parece en muchos momentos que se descubre otra ópera. No sólo por oír arias nuevas, sino también por cambios tan radicales como los que se producen en el famoso coro “Patria oppressa” que suena completamente diferente. Es conocer un Verdi quizá no tan refinado, no tan redondo, pero más agreste, más auténtico en el sentido que transmite de forma más “joven” su inmensa admiración por la obra de Shakespeare.

Musicalmente hablando, la representación fue un éxito rotundo. Luca Salsi es Macbeth. Un Macbeth ambicioso, brusco, poco intrigante y muy impulsivo pero que bajo una capa de dureza esconde todas sus debilidades, que Salsi deja ver en esos momentos de más intimidad, en esas arias más introspectivas como en la inmensa “Pietà, rispeto, amore” donde el barítono, con una actuación perfecta, hizo que se cayera el teatro con una insistente petición de bis que finalmente no llegó. Salsi se mueve por todo la tesitura con una facilidad pasmosa, su timbre tiene belleza y es perfecto para las óperas verdianas. Técnica depurada, elegancia de canto dentro de la brusquedad de las maneras del personaje, fiato amplio, todo y más se puede decir de su voz, de lo mejor que se puede escuchar actualmente en este repertorio. Impresionante e inolvidable. A su lado estuvo Anna Pirozzi en el siempre complicado papel de Lady Macbeth. Estuvo irreprochable en lo vocal, con agudos perfectamente colocados, un legato de libro y una elegancia y proyección en su voz estupenda. Le faltó un poco más trabajo como actriz y que la ambición y maldad del personaje se transmitiera a su actuación vocal. Aunque mejoró en la escena del sonambulismo faltó siempre ese punto de desvarío que caracteriza al personaje aunque, repito, su actuación vocal fue impecable y muy braveada y aplaudida.

Michele Pertusi es muy querido en este teatro y el público se lo demostró al final de la representación con sonoros aplausos. En un papel de menos exigencia que el que le vimos el año pasado en Jerusalem, su canto resultó mucho más convincente y bordó esa joya que es “Come dal ciel precipita”. Defendió también con gallardía y buena línea Giovanni Sala (que sustituía al programado Antonio Poli) su aria “Ah, la paterna mano”. Bien los comprimarios, especialmente Alexandra Zabala, la dama de Lady Macbeth. Estupendo el coro del Teatro Regio que tiene un importante papel en esta ópera, sobre todo la parte femenina con las intervenciones de las brujas. Bellísima, como ya dije, su “Patria oppressa”.

El experimentado maestro Philippe Auguin nos ofreció una versión de gran calidad de la partitura verdiana. Más partidario de los ritmos ágiles, acordes con la época de la versión escuchada, no por eso dejó de mostrar verdaderos momentos íntimos de impresionante belleza (apoyado por una Filarmónica Arturo Toscanini perfectamente ensamblada y con una cuerda sobresaliente) como el preludio a la escena del sonambulismo, pura filigrana de director y orquesta. El foso y el director también recibieron amplia y calorosamente el reconocimiento de los espectadores.

Daniele Abbado firma una producción de medios muy básicos en lo escénico, bien trabajada  a nivel actoral y con un excesivo, a mi parecer, uso de unas cortinas de agua nebulizada, que casi parece vapor, y que cae sobre el escenario y los actores en muchos momentos de la acción, especialmente aquellos que se supone que ocurren en lugares exteriores. Un símbolo, esa Escocia siempre brumosa, que junto a la oscuridad de muchas escenas de la puesta (sólo rota por el colorido y la locura carnavalesca del coro de las brujas del tercer acto, o la del banquete del segundo), parece transmitirnos una sensación de soledad y tenebrismo. La escenografía se sirve casi exclusivamente de diversos cortinajes que se mueven según las necesidades de la acción, sin simbología alguna sobre lo que ocurre en la historia, labor que queda a cargo de la excelente iluminación de Angelo Linzalata. Correcto el vestuario de Carla Teti que nos transporta a unas indeterminadas décadas de la parte central del siglo XX.