Concert Astree Liceu19 A.Bofill 

Cuando los astros se alinean

Barcelona. 06/04/2019. Liceu. Obras de Händel. Sandrine Piau, soprano. Tim Mead, contratenor. Le Concert d´Astrée. Dir. musical: Emmanuelle HaÏm.

En ocasiones, muy contadas, uno duda de la veracidad de aquel dicho que afirma que la perfección no exista. En contadas ocasiones, algunos conciertos, la rozan. Es el caso de la actuación de Le Concert d´Astrée en el Gran Teatre del Liceu con un programa dedicado exclusivamente a Gerog Friedrich Händel, titulado Desperate Lovers, que fue una auténtica delicia desde la primera hasta la última nota. Con el primer acorde de la obertura de Rodelinda, que abría el concierto, ya percibimos el bellísimo color y la precisión y afinación de la formación que dirige Emmanuelle Haïm y que, desde hace años, se ha consolidado como una de las mejores orquestas barrocas del mundo. Y el primer fugato confirmó que la cosa iba en serio y que lo íbamos a pasar bien, muy bien. 

Emmanuelle Haïm y su orquesta consiguen un equilibrio me atrevería a decir que único entre vivacidad y rigor, expresividad y elegancia en el fraseo, dramatismo y abandono lírico. Todo ello gracias a una paleta de colores cálidos, una flexibilidad en la articulación extraordinaria y un equilibrio entre todas las secciones impecable. Destacar una de ellas se hace difícil, pero sin duda, esta perfecta maquinaria se engrasa a través de un bajo continuo (celli, tiorba, clave y contrabajo) que es pura miel. Enérgico en el aspecto rítmico pero aterciopelado en el sonoro, impulsa a una sección de cuerdas de bellísimo timbre, muy compacta y expresiva, así como a unas maderas espléndidas y sin un solo fallo, algo difícil en instrumentos de viento de época. Haïm dirige con energía y mucha complicidad con los suyos, con ese aire de profesora de escuela francesa simpática, bromista y un tanto despistada, subraya meticulosamente los acentos de los recitativos e impone tempi equilibrados, siempre justos que permiten frasear a placer a unos músicos extraordinarios. Un Cum Laude para todos ellos.

Y para rematar la faena, las voces. Sólo con escuchar la primera intervención del contratenor inglés Tim Mead, una apabullante aria de Tamerlano, ya nos dimos cuenta que estábamos ante uno de los mejores de su cuerda en la actualidad, por la belleza de un timbre igual en todas las franjas, la formidable proyección y la precisión de unas agilidades absolutamente impecables y expresivas. Características que se confirmaron en su siguiente intervención, el “Vivi, tiranno”, de Rodelinda.

Entre estas fantásticas interpretaciones de Mead, Haïm y Le Concert Astrée nos ofrecieron un magnífico Concerto Grosso (el número 2 del opus 3) e hizo su aparición la guinda que le faltaba a este pastel. La gran Sandrine Piau, que calentó motores con una aria de Aci, Galatea e Polifemo y que, posteriormente, empezó a destapar el tarro de las esencias con una aria de Ariodante (Neghittosi, e voi che fate?). Esta sensacional primera parte concluyó con el primer dúo de la velada, el precioso “Vivo in te”, de Tamerlano. Sin duda, todos los ingredientes eran ideales para un concierto memorable, pues, además de la excelencia de todos los ingredientes, se puso de manifiesto la compenetración entre los dos solistas, el perfecto empaste entre ambas voces y una química especial. Además, el detallismo de Haïm se percibía también en la fluidez en las entradas y salidas de los intérpretes del escenario, lo que aportaba agilidad al espectáculo.

La segunda parte fue del mismo nivel, o incluso superior, en un Liceu en el que, sorprendentemente, no se oía ni el zumbido de una mosca. La platea no estaba llena ni de lejos, pero los que estábamos sin duda percibimos la excelencia de la propuesta. Una excelencia que llegó a la apoteosis con un “Ah, mio cor”, de Alcina, absolutamente estremecedor. Qué clase la de Piau, que elegancia, que dominio del estilo, que expresividad, subrayando cada palabra y cada recoveco expresivo, controlando a la perfección el vibrato y sobrada en un registro agudo muy bien resuelto. Un momento memorable que arrancó una atronadora ovación del respetable.

A partir de ahí, dúos de Rodelinda y Rinaldo para completar un programa precioso, y más dúos de propina, entre ellos de Giulio Cesare, para un público que se negaba a moverse de su silla. Tuvo que ser el concertino del fabuloso Le Concert Astrée quien dijese basta. Y nos fuimos a casa con la sensación de haber asistido a una de esas veladas en las que los astros se alinean para crear algo hermoso, muy hermoso.