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Lo que hay que hacer

El Liceu rinde homenaje a Montserrat Caballé con las voces de Carreras, Pons, Hernández o Aragall

Hay que estar donde hay que estar y hay que hacer lo que hay que hacer. El Liceu lo ha tenido muy claro desde que una de las voces más universales que han existido, la de Montserrat Caballé, se apagó el pasado verano. Incluso cuando la soprano dejó bien claro que no quería grandes fastos tras su despedida. Abrió sus puertas para que quien quisiera dejara sus condolencias por escrito y organizó un Requiem de Verdi en la catedral de Barcelona. Y anoche le rendía homenaje en su propio escenario. Hay que hacer lo que hay que hacer, pero esta vez parece que nos hayamos olvidado, una vez más con Caballé, de cómo hay que hacerlo.

Todo homenaje va a saber a poco, pero es que este homenaje ha sabido realmente a poco. No precisamente por las voces convocadas, pero también. Ella hubiese estado muy contenta de ver a alumnos y amigos, antes que a superestrellas de la lírica actual con las que no tenía ningún nexo en común. Pero también es llamativo que uno de los mejores momentos de la noche lo haya protagonizado Saioa Hernández con Un ballo in maschera, a quien inexplicablemente no se convocó en un principio, pero que ha coincidido aquí mientras salva unas funciones de La Gioconda con extraordinarias actuaciones, en un canto soberbio, para las que tampoco estaba programada. Mucho que reflexionar aquí. De Saioa dijo Caballé que es la diva de nuestro siglo... y Montse sabía de lo que hablaba. Por lo demás, los amigos de verdad siempre acuden cuando se les llama y así lo han demostrado Jaime Aragall, Josep Carreras o Joan Pons, tres grandes de nuestra lírica ya retirados que siguen ofreciendo lo mejor que tienen. Al Bano puso el toque exótico, si se me permite la expresión, con ese punto de crossover, por llamarlo de alguna manera, que tanto gustaba a Caballé. María Gallego y José Bros cantaron a duo Faust de Gounod y Begoña Alberdi y Carlos Cosías hicieron lo propio con La traviata de Verdi. Participaron también el tenor Jordi Galán con Los pescadores de perlas, la mezzosoprano Agostina Smimmero con La Gioconda (¿No había más óperas que poder cantar entre funciones de... La Gioconda?), el contratenor Anthony Harutia con Rinaldo y cerró la noche el tenor Pene Pati con un estupendo Ah! lève-toi, soleil de Romeo y Julieta de Gounod, coronada con una bonita messa di voce final, tan propia de Caballé.

Entre tanto, Lluís Pasqual fue director de una gala que él mismo abrió de forma muy emotiva, escuchando una entrevista radiofónica donde Caballé pedía que, si algún día se le hacía un homenaje póstumo, él lo dirigiese para que la gente no se aburriera. Ese fino sentido del humor con el que todo lo impregnaba fue viéndose en una serie de vídeos de nula imaginación y resolución técnica. Fotografías que todos podemos ver en Google con transiciones muy básicas (esa explotación del efecto Kern Burns para proyecciones de instituto...) e imágenes congeladas tras los cantantes, con la cara de Montserrat borrosa, sin la suficiente resolución e incluso con los ojos cerrados. En el 90 por ciento de los videos se recurrió, sin miramientos y sin ocultarlo, al documental Caballé beyond Music, que tiene más de 15 años y que es bastante falsario, incurriendo en contradicciones la soprano con sus propias declaraciones o con lo recogido en diferentes biografías (Alier, Pullen, Taylor...), todo por crear una imagen de la artista un tanto forzada. Durante los últimos años, pareciera que Montserrat y su familia la hubiesen recluido en una suerte de ostracismo. En no pocas llamadas repasaba con ella y con su marido Bernabé quienes con cariño me utilizaban como puente para mandarles afectuosas palabras: la Enriqueta, la Ana María, el Pedro... y ellos se sorprendían por el recuerdo, ¡incluso de que alguno de ellos siguiese vivo! Todo, por supuesto, desde el humor y la estima. Quizá esa extraña situación también haya ayudado, de alguna manera, a ese desangelamiento que se produce en los homenajes que se le rinden: este, Un'altra nit en el mismo escenario hace unos años, el del Teatro Real... Por supuesto no se duda y se siente el cariño de quienes participan en ellos (maravillosos Teresa Berganza, Carlos Ávarez y Zubin Mehta en video, con emoción verdadera), pero la desconexión del cómo se hacen por parte de las entidades y la desconexión con una parte de la lírica actual, también parece evidente. Que siempre querríamos más en un homenaje a Montserrat, ya lo he dicho; pero que uno no puede dejar de sentir que realmente hubiera merecido algo más, también me siento obligado a decirlo.

Queda en el recuerdo ese público en pie que, tras escuchar aquel ese arrollador final del Don Carlo en el Met de Nueva York en 1972, se gira para dirigir sus aplausos hacia su familia. La lírica, su público y su ciudad, Barcelona, mostrando sus respetos a una de las figuras más importantes del arte en sí mismo.