Una función sin brillo
Munich. 4/05/2019. Bayerische Staatsoper. Puccini. Tosca. Anja Harteros (Tosca), Stefano La Colla (Cavaradossi), John Lundgren (Scarpia). Coro y Orquesta de la Bayerische Staatsoper. Dirección de escena: Luc Bondy. Dirección musical: Andrea Battistoni.
En un teatro como el de la Bayerische Staatsoper, que hace funciones casi a diario de septiembre a julio, es previsible que alguna de las representaciones no cumpla las expectativas creadas. Aún así, el prestigio de la compañía, el nivel alcanzado por los cuerpos estables y un reparto de primer nivel auguraba que la tarde del pasado día 4 con Tosca en cartel no sería de esas. Pero lo fue. Debido a varios factores, que, concatenados o quizá influenciados unos con otros, dieron como resultado un trabajo sin brillo, sin garra, lejos de lo esperado aunque con parámetros bastante altos comparados con otros teatros. Pero en Munich se pide siempre lo máximo y por eso lo que será un comentario poco positivo en otro lugar casi sería un éxito.
Se reponía la producción de 2010 firmada por Luc Bondy. Poco o nada nuevo aporta este trabajo que se inscribe en la tradición más clásica de tratamiento de la genial ópera de Giacomo Puccini. Algún toque que supongo que pretende ser transgresor pero que se queda en casposo (como esa virgen portada, o más bien zarandeada, por unos encapuchados en medio del Te Deum en una iglesia romana –no de Sevilla– y que acaba en brazos de un lujurioso Scarpia cual muñeca sexual), una escenografía racionalista y que recuerda a la del fascio, una iluminación que tiende al tenebrismo y unos figurines que se ajustan a la época de la ópera son sus señas de identidad, completadas por un correcto movimiento actoral. Personalmente creo que el elemento que hizo que todo el entramado musical dejara bastante que desear fue la batuta de Andrea Battistoni que imprimió unos tiempos generalmente erráticos, tendiendo a la lentitud sin tensión en los momentos más románticos de la partitura y elevando excesivamente el volumen en los más dramáticos o los puramente orquestales. Solamente en el segundo acto hubo algún atisbo de mayor compromiso entre partitura e interpretación, apoyando las tensas escenas que protagonizan Tosca y Scarpia. Esa falta del espíritu pucciniano se extendió a todo el elenco, bastante flojo si exceptuamos a la gran Anja Harteros, que, pese a no cuajar la mejor de las interpretaciones que le he visto, demostró la gran cantante que es. Sobre todo porque su Tosca es de verdad, muy bien interpretada, con autenticidad. En lo vocal estuvo correcta pero sin encandilar excepto en puntuales momentos del primer acto (su enfrentamiento con Scarpia) y en el segundo donde nos brindó un estimable Visi d’arte pero sin ser nunca arrebatador. Ahí sigue estando, por supuesto, el precioso timbre, el apreciable fiato, el agudo fácil o ese grave excepcional. Pero, repito, no fue la mejor Harteros.
Y es que ni el Cavaradossi de Stefano La Colla ni el Scarpia de John Lundgren recrearon sus roles de manera acertada. La Colla posee unos medios poderosos, una voz con un timbre de belleza apreciable sobre todo en la zona central y grave de la tesitura. Pero al subir al agudo (que tiene potencia y proyección) la afinación comienza a fallar y desluce todo su trabajo. Actoralmente estuvo correcto sin más. Lundgren no modeló en ningún momento el Scarpia que todos imaginamos: la personificación de la maldad y del deseo lujurioso. En su voz nunca se notó ese carácter que define al personaje. Su canto, potente y sonoro no tuvo matices y no creó la tensión deseada, aunque como actor si que apareciera ese dramatismo. Tampoco destacó ningún comprimario, todos inmersos en la mediocridad de la representación. Sólo los cuerpos estables de la Bayerische no decepcionaron, demostrando que son un tesoro. Tanto el coro como la orquesta rindieron perfectamente y su sonoridad y trabajo fueron encomiables. El público que llenaba el Teatro Nacional de Múnich aplaudió sonora y calurosamente a todos los participantes en la representación.
