Romeo Juliette SanFrancisco19 1 Cory Weaver 

Un Romeo inesperado

San Francisco. 21/10/19. San Francisco Opera. Charles Gounod, Roméo et Juliette. Jean-Louis Grinda. Director de escena. Nadine Sierra (Juliette), Pene Pati (Roméo), Stephanie Lauricella (Stéphano), James Creswell (Frère Laurent), Timothy Mix (Conde Capuleto), Daniel Montenegro (Tybalt), Eve Gigliotti (Gertrude), Philip Skinner (Duke of Verona), Lucas Meachem (Mercurio). Coro y Orquesta de la ópera de San Francisco. Yves Abel, director musical.

El estreno de temporada en la San Francisco Opera ha tenido aires de acontecimiento. Hacía más de 30 años que Roméo et Juliette no se representaba en la ciudad y algunos de los asistentes todavía recuerdan aquella ocasión, que tuvo nada menos que a Alfredo Kraus sobre el escenario. Aunque sea imposible competir con el carácter legendario de aquellas funciones, han intentado cargar de importancia el evento apoyándose en dos elementos: el debut de Nadine Sierra en el papel de la joven Capuleto y la retransmisión en directo a una multitud de asistentes que se ha congregado en el estadio de béisbol de los Giants para la ocasión. Welcome to América.

Sierra, una estrella ascendente de la lírica, tiene las características ideales para encarnar una Julieta canónica. El aspecto teatral de su interpretación es impecable, cada uno de sus movimientos sobre el escenario suponen un brote explosivo de juventud. En el terreno vocal, el papel requiere una voz lírica de coloratura. La estadounidense cubre este último aspecto con una facilidad pasmosa: las escalas, las florituras y los punzantes sobreagudos se suceden con naturalidad. La ejecución de la temidísima aria del veneno se realizó sin esfuerzo aparente. Sin embargo, se echó en falta algo más de proyección y cuerpo para los instantes más liricos. Desde el patio de butacas, Juliette se alejó en numerosas ocasiones, seguramente para acercar su actuación a las más de 35.000 personas que la observaban a través de la gran pantalla instalada en el estadio cercano, a través de unos medios insensibles a las bondades de una emisión poderosa.

Lo mejor de la noche llegó sin haberlo planeado. Tras la cancelación de todas las funciones por parte de Bryan Hymel, el neozelandés Pene Pati llegó al rescate; y qué buen rescate ha resultado. Su Romeo combina aspectos heroicos y desenfadados. La potencia y versatilidad de su instrumento se refuerza con un fraseo elegante y sentido. Y los atrevimientos, como la doble messa di voce al final de Ah! lêve-toi soleil, le funcionan a la perfección. Otros momentos certifican la calidad de este artista, como ese do sobreagudo afinado, rotundo y carnoso, y un fiato que pareció infinito para el final de tercer acto. La química con Julieta se despegó a través del buen empaste de las voces, más que por los aspectos corporales. Es un cantante que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en las orillas del Pacífico (Australia, Hawái y California) y al que nos gustaría escuchar más en Europa. Del resto del reparto destacan la simpatía descarada de la mezzo Stephanie Lauricella como Stéphano y la versátil solidez de Lucas Meachem.

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Es difícil encontrar algún elemento que salve la apuesta escénica, una producción de saldo que viene de una colaboración de Génova y Montecarlo, firmadap por Jean-Louis Grinda. Incluso si nos ceñimos a los límites de una mirada estrictamente clasicista -fiel a la idea que el imaginario colectivo tiene del libreto-, falta calidad y finura.  Los decorados resultan tediosos y acartonados, y los figurines corresponden a un parque temático sobre el Renacimiento. Pero, el elemento que acaba con la credibilidad de la tragedia en las tablas es una sobreiluminación, plana, cenital e inquebrantable que, además de las sombras, borra los vestigios de dramatismo coral. Tan solo un minimalismo casual consigue salvar el acto. La imaginación consigue volar al apagar las luces y poner una gran tela a modo de dosel. En este caso, menos es muchísimo más.

El director Yves Abel apostó por un romanticismo suntuoso, atractivo, pero sin demasiados matices, intensificado en cada aparición del tema principal. El exceso de volumen en algunos momentos jugó en contra de Nadine Sierra. En la ronda de aplausos, como un guiño a la gran mayoría de espectadores, los artistas salieron ataviados de pompones, camisas de beisbol, guates de cátcher otros elementos de animación deportiva. Un final simpático y entrañable para una noche que se suponía que iba a ser de Julieta, pero que se llevó de calle un Romeo inesperado.