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El buen Beethoven

Madrid. 09/10/19. Auditorio Nacional. Fundación Ibermúsica. Obras de Berg y Beethoven. Rebecca Nelsen, soprano. Philharmonia Orchestra. Esa-Pekka Salonen, dirección musical.

Beethoven nos alcanza a todos. Nos alcanza y nos atraviesa. Nada es igual después de escuchar a Beethoven. Lo inmediatamente anterior y posterior, pero también lo que permanece en el recuerdo y lo que aún no sabemos que está por llegar. Uno de los pocos genios que nos hacen comprender el significado de la eternidad a través del arte. Del arte, además, en su máxima expresión. Como un pedazo arrancado de nosotros mismos, como sociedad, como seres humanos. Si con su Tercera sinfonía cambió de alguna manera el molde establecido por Haydn y Mozart, y con la Quinta estableció la nueva verdad sinfónica, con su Séptima y esto es una lectura personal, llega la liberación, la eclosión particular de un dios. La vía de escape y encuentro con uno mismo en un momento de profunda crisis: sordera, familia, economía, la guerra, sus amores…

Con Ibermúsica, de alguna manera, permítanme la literatura adolescente, quedan abiertos los juegos del hambre para las celebraciones en Madrid de su 250 aniversario, el año que viene. Hambre de nosotros mismos. Ya que, insisto, Beethoven es el único compositor que nos puede hace sentir verdaderamente humanos en cada uno de sus compases. Así quedó demostrado con Esa Pekka Salonen y la Philharmonia Orchestra en la comentada Séptima, en una lectura muy bien estructurada, de coherente discurso y directa narrativa (la prograsión hacia el clímax final fue extraordinaria), sumada a una sensacional intensidad tímbrica, con incursiones historicistas en la instrumentación. Igualmente acertada la lectura de la menos conocida Obertura Rey Esteban, briosa y coloreada. Al genio de Bonn, a base de tanto escucharle e interpretarle, podría incluso - supongo - perdérsele el interés, tanto entre las butacas como entre los atriles, y no es verdaderamente sencillo ofrecerle con el esplendor que fue servido por el director finés. Al fin y al cabo, si todos somos Beethoven, todos tenemos una idea de Beethoven. Hace un par de años, Salonen me decía respecto a su labor como director de orquesta: “Lo que yo debería conseguir es crear la atmósfera idónea, en la que puedan suceder cosas emocionantes, motivadoras, excitantes, poderosas, que lleven a cada uno a un estado de ánimo propio. El Arte no tiene nada que ver sobre el control sino con ofrecer posibilidades”. Eso es exactamente lo que hemos vivido aquí. Que bueno es estar en manos de quienes saben llevar sus ideas a la práctica.

Para completar una noche de altura, el genio de Bonn fue ofrecido en una inusitada sintonía junto a Alban Berg, en las Piezas sinfónicas que él mismo llegó a elaborar de su inacabada ópera Lulu. Recuerdo la gran espantada que este título (en manos de Christof Loy) causaba no hace tantos años precisamente en Madrid, en el Teatro Real. Ojalá muchos de aquellos que huían ante Berg hubiesen tenido la oportunidad de acercarse (o volver a acercarse) a ella de manos de Salonen y la Philharmonia. Lucidez y claridad sin perder la comentada intensidad tímbrica, verdaderamente expresiva la Philharmonia (incluso demasiado luminosa en la necesaria oscuridad del ostinato, por ejemplo), reforzada con la buena intervención de la soprano Rebecca Nelsen en las partes cantandas.

Para los melómanos madrileños, sirva además esta cita con Salonen y la Philharmonia como previa al gran acontecimiento que tienen preparado para el próximo domingo 15 de marzo, en el Royal Festival Hall de Londres. Allí “reconstruirán” el mítico, épico concierto que Beethoven ofreció en 1808 en el Teater and der Wien vienés, donde estrenó sus sinfonías Quinta y Sexta y su Concierto para piano nº4 y la Fantasía coral, admeás del aria Ah! Perfido! y el Sanctus y el Gloria de su Misa en do mayor. ¿Quieren más? La cita se puede compaginar con Fidelio en la Royal Opera House, con las voces de Lise Davidsen y Jonas Kaufmann.

Foto: Rafa Martín / Ibermúsica.