Solstice Baluarte2020 Iñaki Zaldua 1 

Arte y naturaleza

Pamplona 22/01/2020. Baluarte. Solstice. Blanca Li (coreógrafa). Compañía Blanca Li.

El arte al servicio de la naturaleza es el mensaje básico del impresionante trabajo que firma Blanca Li y su compañía bajo el título de Solstice. Un espectáculo de hora y media que mantiene al espectador atento, muchas veces sorprendido, anonadado y que, evidencia la calidad de una coreógrafa, de unos excepcionales bailarines y de un estupendo equipo técnico. 

Solstice se creó en 2017 como una producción del Teatro Nacional de la Danza de Chaillot. Lo primigenio, de dónde venimos, los elementos básicos que forman la naturaleza son repasados por Li y su equipo. Busca nuestros orígenes en la tierra, en el viento, en el agua, tanto la salada del mar como la dulce que permite la vida. Eso es el tronco fundamental del espectáculo que deriva en la perversión de esa naturaleza por parte del hombre, en la última parte. Hacer una reseña de todo esto resulta arduo y difícil, porque son tantos los detalles, los mensajes, las escenas que te sobrecogen que uno no sabe por dónde empezar y teme, sobre todo, no ser fiel y justo a la maravilla vista. Por eso voy a intentar transcribir algo que sólo se puede disfrutar viendo y oyendo. Pequeñas pinceladas de lo que es algo mucho más completo.

Tierra: La utilización del vídeo, tan común (y a veces tan superficial) en muchos espectáculos, tiene aquí un tratamiento extremadamente importante y a la vez muy dosificado. Los elementos escenográficos son básicos: una pequeña rampa, el escenario un techo formado por unas telas que se mueven según las necesidades de los distintos “cuadros”... La historia comienza presentándonos a través de esta tecnología el origen de la tierra, el fuego del volcán que da forma con el resto de elementos a lo que será la Tierra. A partir de ahí, comenzamos, a través de la coreografía, a comprender la evolución del hombre y cómo éste se ha enfrentado a los elementos. En esta parte, que yo he bautizado libremente como tierra, los sonidos, la música es muy básica, muy arraigada a esa tierra, con aires africanos. Pero lo más atractivo (algo que se repetirá en otras escenas) en cuando reina el silencio y es la percusión de los bailarines con sus manos, con sus pies, con sus sonidos guturales, lo que forma la base sobre la que se monta un baile muy elaborado para explicar lo más básico: nuestro origen. Es una constante en el trabajo de Li: mostrar que somos parte de una naturaleza simple (dentro de su complejidad) con una elaboradísima coreografía que ejecutan con perfección esos catorce bailarines, auténticos titanes que hacen un esfuerzo físico, de memorización de pasos, de entrega, ante el que sólo queda rendirse y aplaudir entusiasmado.

Solstice Baluarte2020 Iñaki Zaldua 2

Aire: una fase mucho más poética, más tranquila, más de integración del cuerpo y las telas que mueve el viento. Docenas de escenas (individuales, colectivas, con dos o más bailarines) nos introducen en ese mundo básico y agreste del movimiento atmosférico. Agua: En varias de sus formas. El mar con el hombre disfrutando y luchando con las olas que forman los propios bailarines; el hielo (uno de los momentos estéticamente más sobrecogedores del espectáculo, con un trabajo impecable teatral y videográfico y que hay necesariamente que ver para apreciar en su grandeza); y el agua dulce, la fuente de la vida, donde el hombre chapotea y se nutre. 

Y al final, la tierra físicamente presente. El comienzo de esta escena fue, para mí, conmovedora y de una belleza inolvidable: un solo bailarín va recibiendo un fino y constante fluir de tierra. bajo él evoluciona, baila con unos movimientos increíblemente lentos, incluso sensuales, que transmiten paz y a la vez intensidad. A él se unen otros compañeros que van haciendo figuras con esa tierra. La tierra que da vida y que permite, junto al agua, los alimentos, la supervivencia. Pero luego todo se pervierte, esa tierra es contaminada, el hombre la usa para enfrentarse, para retarse, para luchar. Y ahí termina. ¿Conseguirá el hombre volver a entenderse con la naturaleza o romperá con ella y por tanto, sin remedio, se verá abocado a la autodestrucción?

La música que acompaña la danza nos remite a orígenes tribales, aires africanos, pero también a facetas más industriales, aunque con ritmos muy básicos. La coreografía, complicada, minuciosa, con un dominio del espacio admirable, es indudablemente contemporánea, con toques clásicos (saltos, postura de los brazos y manos) pero más influencia de la calle, del black dance, de las acrobacias, con un gran trabajo de unos bailarines excepcionales que también con sus voces o con unos simples cuencos crean música. No es habitual poner los nombres de todos los bailarines en una reseña, pero aquí hubo conjunto y hubo solistas y todos ellos (incluido el músico y percusionista que forma parte del equipo en escena) merecen aparecer: Yacnoy Abreu Alfonso aka Chaky, Rémi Bénard, Iris Florentiny, Joseph Gebraël, Genci Hasa, Yann Hervé, Aurore Indaburu, Claire Indaburu, Alexandra Jezouin, Samir M’Kirech, Margalida Riera Roig, Gaël Rougegrez, Bachir Sanogo, Yui Sugano, Victor Virnot. También merecen reconocimiento la dramaturgia de Pierre Attrait, la creación videográfica de Charles Carcopino, la música de Tao Gutiérrez, o la excelente iluminación de Caty Olive y  todo un equipo que da vida a uno de los ballets más interesantes que he podido disfrutar en mucho tiempo. Y también gracias a la Fundación Baluarte, una entidad que apuesta por espectáculos diferentes, de contrastada calidad y que en el aspecto de la danza contemporánea está a la vanguardia de los espacios teatrales nacionales.

Foto: © Iñaki Zaldua