La radio encendida
28/02/2020. Museo de la Universidad de Navarra. Iñaki Estrada: Heart of Darkness. Yelmo de Mambrino Teatro, Ciklus Ensemble. Dirección musical: Asier Puga.
Desde hacia varias décadas la ópera, entendida esta forma artística en su forma más convencional, ha ido adquiriendo nuevas estructuras con las que presentarse ante el público, consecuencia –quiero suponer- de un doble motivo: por un lado, la necesidad intrínseca de renovar una forma de expresión artística que en general se ha mantenido escasamente alterada en los últimos cuatrocientos años; y por otro, la necesidad de incorporar al arte instrumentos o parainstrumentos musicales creados al albur de las nuevas tecnologías y, fundamentalmente, del desarrollo de la informática.
Uno no pretende negar la evolución vivida por la ópera desde Claudio Monteverdi hasta, pongamos por caso, Richard Wagner. Sería del género estúpido. Pero en esencia tanto en L’Orfeo como en Parsifal tenemos, al ser teatro cantado, más elementos de unión que de separación. Han variado la técnica vocal, los instrumentos musicales, el diseño orquestal, la labor del director de la misma, las formas escénicas y, ¡cómo no!, el público, el último receptor del mensaje pero en lo fundamental la ópera como expresión artística es fácilmente identificable tanto en la corte de Mantua allá por el siglo XVII como en el Festspielhaus de Bayreuth de 1882.
Sin embargo el siglo XX, en su bendita pluralidad, nos ha ido mostrando distintas estructuras con las que enriquecer el concepto ópera. Del teatro cantado en las formas musicales convencionales pasamos primero a la desintegración del sistema tonal que los legos recibimos a través de la transformación de la melodía. Al mismo tiempo con la entrada en escena del Sprechgesang nos vemos obligados a recoger nuevas formas en las que el mismo canto, base absoluta de este arte, se transforma hasta chocar con las concepciones más elementales que del mismo tenemos. Así, no son pocos los melómanos que no aceptan el uso del término convencional ópera ante demostraciones radicales ocurridas fundamentalmente a finales del siglo anterior y comienzos del actual.
Ya disculparán esta perorata inicial pero, ¿en qué situación nos colocamos cuando en una ópera –el autor dixit- nadie canta? ¿Y qué tipo de reflexión se nos quiere provocar con la misma ópera cuando no existe acción dramática alguna al uso? Pues bien, estas dos circunstancias concurren en el reestreno ocurrido en el auditorio del Museo de la Universidad de Navarra de la obra Heart of Darkness, del donostiarra Iñaki Estrada.
Eso sí, ya íbamos avisados pues en sentido estricto Heart of Darkness es un radiodrama. Unas líneas más arriba hablábamos de las nuevas formas de estructuración que adquiere lo que vulgarmente entendemos como ópera y el concepto de radiodrama viene a enriquecer este panorama.
Un servidor es uno de tantos que no entiende una mañana casera sin la radio encendida, una sesión de trabajo sin la radio encendida, un momento de soledad sin la radio encendida. Pues bien, así parecíamos sentirnos las doscientas personas que respondimos al primer concierto de un ciclo tan singular como interesante que organiza el Museo de la Universidad de Navarra, ciclo que deja el pertinente hueco para la creación teatral contemporánea, de la que la obra que nos ocupa es perfecto ejemplo.
Así, como si nos acompañara la radio encendida, estuvimos escuchando durante los sesenta y cinco minutos de la obra la narración que recoge sucintamente pasajes de la célebre obra homónima de Joseph Conrad (Berdyczow, Ucrania, 1857 - Bishopsbourne, Inglaterra, 1924), teatralizada y presentada en cinta grabada por miembros del Yelmo de Mambrino Teatro. En la misma se recogen de forma adecuada los elementos fundamentales de la obra literaria, a saber, la denuncia de la colonización expoliadora, el contraste entre culturas dominante y dominada y la pérdida de la percepción de la realidad.
Una segunda cinta grabada nos presenta distintos motivos musicales, reproducción de sonidos adecuados para la coherencia de la historia para terminar con la presencia del Ciklus Ensemble en forma de septeto (violín, violoncello, flauta, clarinete, acordeón, piano y percusión), intérpretes en directo bajo la atenta dirección de Asier Puga y que ocupaban todo el escenario.
Así pues, la estructura dramática se proyecta al oyente a través de la interpretación de distintos momentos de la obra y el grupo instrumental acompaña con una música de lenguaje vanguardista. Curiosamente, el único canto es la cancioncilla tradicional que se interpreta en el instante mismo del final de la obra. Así pues, y con estos mimbres puede afirmarse que al receptor se le propone un mensaje perfectamente ensamblado y que, aunque por momentos la música del grupo en directo impedía escuchar de forma satisfactoria el texto narrado, muestra un planteamiento claro y diáfano.
Hemos escuchado un radiodrama. O una ópera. O una obra teatral musicada. O como quieras ustedes calificar la obra. En mi modesta opinión lo más importante es que hayamos podido escucharla, es decir, que en Navarra haya un grupo de personas que consideren –y creo que de forma muy acertada- que también la creación contemporánea ha de merecer nuestra atención y la de las instituciones programadoras, ya públicas ya privadas. Por ello lo más importante es la misma existencia tanto de este concierto como de todo el ciclo, recogido bajo el título Cartografías de la música y que camina ya por su sexta edición. El año pasado ya pudimos disfrutar de Oteiza, de Juan José Eslava y este año hemos tenido otra propuesta, muy distinta, con Heart of Darkness, de Iñaki Estrada. Lo importante es que este tipo de propuestas sigan teniendo un hueco en la agenda musical navarra. Y nosotros, que las disfrutemos.