Anne Schwanewilms 1

Lo importante es empezar

30/09/2020. Palacio Euskalduna, de Bilbao. Richard Wagner: Wessendock-Lieder. Ludwig van Beethoven: Sinfonía nº 5 en do menor, op. 67. Anne Schwanewilms (soprano) y Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección: Erik Nielsen.

He de reconocer que ver el Palacio Euskalduna con solo seiscientas de sus butacas diseminadas por el mismo para facilitar la guardia de la seguridad permanente entre ciudadanos así como el respeto al aforo permitido por las autoridades supone recrear y proyectar una imagen que nos deja un punto de tristeza importante. Ello supone que más de mil quedan guardadas en algún almacén próximo a la espera de tiempos mejores. Sin embargo, lo importante es empezar; lo importante es que la música comience a rodar, por imágenes tristes que ello suponga.

Los dos conciertos habituales de la BOS (Bilbao Orkestra Sinfonikoa) de jueves y viernes han tenido que pasar a ser tres, uno de ellos con el infrecuente horario de las 12.00 h. del jueves, cuestión que parece describir de forma certera el tipo de público asistente ya que ese público potencial ha de tener características específicas que no cuesta imaginar para poder asistir a un concierto al mediodía de un día de labor. 

En cualquier caso la BOS ha comenzado a rodar con un programa de nueva duración standard: sesenta minutos. En la primera parte una de las obras cumbre del romanticismo europeo, los Wessendock-Lieder, de Richard Wagner, cantados con una voz de bello timbre, la de la soprano alemana Anne Schwanewilms. Cierto es que en ocasiones la voz parece quedarse atrás pero las más de las veces al oyente le llega un sonido bello, con un texto bien dicho y proyectado. Como bis añadió un lied de Gustav Mahler que nadie tuvo a bien presentar.

Por cierto, no deja de ser sorprendente –y esto asúmase como crítica constructiva- que con los medios actualmente existentes la gerencia de la orquesta no considerara conveniente añadir en las habituales bandas superiores el texto de los lieder wagnerianos. Lo que en la ópera se considera imprescindible debería de serlo también en cualquier concierto sinfónico con texto cantado, otorgándose así al mismo la importancia que merece.

La segunda parte la ocupó –sin que ello supusiera descanso alguno- la Sinfonía nº 5 en do menor, op. 67, de Ludwig van Beethoven, una de las muchas que ha programado la BOS y tantas y tantas orquestas europeas. No puedo sino pensar en la mala suerte que ha tenido Beethoven aunque, por otro lado, no deja de ser satisfactorio que ni el maldito coronavirus haya podido con el genio de Bonn.

Creo sinceramente que la BOS tiene suerte con Erik Nielsen, como la Euskadiko Orkestra la tiene con Robert Treviño. Estamos de enhorabuena por estos lares. Prueba de ello es una delineación de la sinfonía beethoveniana de enorme claridad, donde las líneas de cada sección quedaron perfectamente compenetradas y tanto el allegro con brio inicial, como el sonoro andante con moto –muy bien la cuerda grave- como los dos últimos movimientos, scherzo y allegro fueron perfectamente dibujados por el maestro.

Además, se percibe un buen feeling entre director y orquesta, además de entre director y público. Por cierto, como es tradición al inicio del concierto y teniendo en cuenta que era el primero de la temporada y tras tantos meses de incomunicación, se interpretró el Agur Jaunak, canto de salutación típico en tierras vascas.

Están programados diecisiete conciertos sinfónicos y nadie, absolutamente nadie, puede prever que será de ellos. Mensajes de cierto optimismo se mezclan con otros tremendistas que nos tienen en vilo. Vemos como ir a otras comunidades autonómicas a escuchar música es imposible por ahora así que, como decíamos al principio, alegrémonos porque hemos podido empezar con la rueda de la música.