trifonov mutter dg 1

Clásicos de ayer y hoy

Schubert: Música de cámara

Schubert: Quinteto para piano “La trucha”, D667. Trio para piano, D897. Ständchen, D957/4. Ave Maria, D839. Anne-Sophie Mutter (violín). Daniil Trifonov (piano). Hwayoon Lee (viola). Maximilian Hornung (violonchelo). Roman Patkoló (contrabajo). Deutsche Grammophon. CD.

Que Deutsche Grammophon, como agente activo de la industria discográfica que es, se ha dado cuenta – y hay que dar gracias por ello – de que vivimos los últimos tiempos de lo físico y que atesora entre sus contratos a un grande del piano con un carrerón por delante como Daniil Trifonov, es evidente. La lluvia de grabaciones con el ruso como protagonista ha sido un maná constante durante los últimos tiempos. A un álbum dedicado íntegramente a Liszt le han seguido un doble en torno a la figura de Chopin, con sus dos conciertos incluidos; una magistral toma de composiciones de cámara de Rachmaninov y este compacto dedicado a Schubert, donde los clásicos de ayer y hoy se dan la mano de forma tan intensa como soberbia.

La culpable, desde luego, es la gran dama del violín actual, la reina de las cuatro cuerdas Anne-Sofie Mutter, quien bajo su manto recoge a tres jóvenes músicos formados en la fundación que lleva su nombre. No hay más que cruzar tres frases con ella para saber que realmente se desvive por su buen funcionamiento y que atiende con pasión cada paso de sus pupilos, aquí con el violonchelo de Maximilian Hornung, el contrabajo de Roman Patkoló (quien la acompaña de forma habitual en sus recitales de cámara) y la viola de Hwayoon Lee como representación. Unidos al piano de Trifonov, forman un tándem de efervescente lectura, vibrante, con la electricidad propia de la toma en vivo a la que asistimos. Y hay que aclarar, es de justicia, que con razón se suele hablar de la tensión, la energía del live. Pero el live se queda en nada si no estamos ante músicos capaces de subir y mantener el voltaje.

En la obra principal del disco, el conocido y sublime Quinteto para piano D667 “La trucha”, Mutter decide, y a todas luces es la decisión más acertada que podría haber tomado, seguir el camino que muestra y necesita el teclado de Trifonov: ágil, delicado y rápido, sin caer en apresuramiento alguno que pudiera desdibujar la línea, el fraseo, la acentuación. Todo está en su sitio, pero se vive con viveza. Mutter guía, como decía, y el ensamblaje con el resto de solistas resulta perfecto en técnica y sentido. El engranaje en el ritardando del andante, el espacio dedicado al piano en su final y el enlace con un abrasador arranque del presto Scherzo, es fascinante. La fuerza, el arrebato del resto del movimiento central, apabullante… no sé si incluso demasiado apabullante.

El violín de Mutter, así como el contrabajo de Patkoló y el chelo de Hornung encuentran mayor exposición, obviamente, al comienzo de las variaciones, que llegan a alcanzar un punto de agitación tal que más les vale escucharlo estando sentados… y bien sujetos. Lo maravilloso aquí es que aun llevando a Schubert a su límite, su razón de ser no se desborda. Pura intensidad. Bendita intensidad.

Completan el disco el Trio para piano, violín y chelo, D897, con unos empastados Mutter y Hornung, así como un par de arreglos de dos míticos del violín como Elman (Ständchen) y Heifetz (Ave Maria), con una pugna entre el ayer y el mañana, que no es sino el presente, entre Mutter y Trifonov. Una manera de entenderse ante dos visiones de la música, dando como fruto una lectura muy válida donde, ahora decididamente sí, se hubiera agradecido más espacio, más suspensión al piano de Trifonov, justo el que merece una Mutter que canta como ella sólo sabe cantar.