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Il factotum della città

Barcelona. 03/05/2021. Teatre Romea. Barceloan Rossini Opera Festival. Gala inaugural. Carlos Chausson. Sara Blanch. Juan Francisco Gatell. Carles Pachón. Marina Viotti. Serena Sáenz. Helena Ressurreição. Pau Armengol. Jan Antem. Alberto Ballesta. Natalia Pérez.

Cuando en 1971 asistí a un recital en una iglesia de Badalona, a cargo de la soprano Enedina Lloris y el tenor argentino Raúl Giménez, poco podía imaginarme que con el paso de los años ese competente intérprete musical acabaría siendo uno de los motores más importantesde la reciente historia de la música barcelonesa. Rico en iniciativas, impulsor de carreras de canto y animadory fundador, en definitiva, de un Barcelona Rossini Opera Festival que dará un mayor relieve a la vida operística ciudadana en una urbe que desde 1750 tiene una actividad lírica que ha acabado siendo una de las 'marcas de fábrica' de nuestra ciudad. Ya en 1821, un militar francés que estuvo en Barcelona unos meses, en sus memorias posteriores dejó dicho: “La ópera en Barcelona es un producto de primera necesidad para sus habitantes”. 

El proceso de recuperación de la obra de Rossini realizado por Raúl Giménez y los adláteres de los que ha sabido rodearse, empezando por el director de orquesta Assunto Nese, ha sido un verdadero giro copernicano. En épocas anteriores, las influencias musicales en Barcelona se habían centrado en la obra de Wagner y hubo un breve episodio de fascinación por la música rusa. En esta época, que podemos situar entre el fin del siglo XIX y los años 1940, Rossini había quedado marginado y hasta desprestigiado. Se mantenía su nombre únicamente a través del Barbiere di Siviglia y cuando en 1928 la célebre mezzosoprano catalana Conxita Supervia se presentó en el Liceu cantando L’italiana in Algeri, un crítico y pianista de la ciudad, Baltasar Samper, en su comentario de la representación aseguró que habíamos sufrido mucho de rossinismos en otros tiempos, y que esa Italiana que la Supervia había exhumado había que enterrarla muy profundamente. Un crítico no debe nunca predecir el futuro, porque hoy en día  L’Italiana in Algeri está tan viva como el Barbiere y sus méritos no los discute nadie. 

No era Samper solamente quien menospreciaba a Rossini: cuando en 1968 debía haberse conmemorado el centenario del compositor, el Gran Teatre del Liceu no programó ni siquiera el famoso Barbiere, porque ya se había representado un año antes, y por lo visto no era cuestión de insistir. ¿Qué hubiera pensado el Samper de 1928 y los liceístas de 1968  si hubiesen podido asistir,  años  más tarde, a la magnífica presentación del Barcelona Rossini Opera Festival en un teatro de la importancia del Romea, un local  de los más emblemáticos de la ciudad, con más de un siglo y medio de existencia?

El acto de presentación, iluminado por la actuación de un conjunto de intérpretes de primera categoría y de otros en ciernes, atrajo un público tan numeroso que no pudieron  entrar todos los que quisieron acudir. Aunque alguna de las estrellas programadas, no pudo asistir y se limitó a saludar por vía telemática, la sesión fue tan brillante y prolongada que hubo que abandonar la sala cuando las normas que todavía coartan la vida pública de nuestras ciudades impuso una prematura finalización del acto.

Las primera actuación musical de la sesión fue el trío de L’occasione fa il ladro con la soprano Sara Blanch, uno de los más brillantes hallazgos vocales de hoy en día, y los emergentes Alberto Ballesta, tenor, y Jan Antem, barítono, con el acompañamiento del célebre pianista Josep Buforn, quien también acompañó al tenor Juan Francisco Gatell en una aria de Semiramide, una de las pocas óperas de Rossini que se han oído alguna vez en el Liceu.

A pesar del patrocinio rossiniano de la sesión, el ilustre barítono Carlos Chausson, con el joven Jan Antem, introdujo una escena del no menos famoso Donizetti “Cheti, cheti, immantinente”, del Don Pasquale. Chausson insistiría en temas donizettianos de modo que nos preguntamos si el evento podría denominarse Barcelona-Rossini-Donizetti Opera Festival, teniendo en cuenta que el 'revival' belcantista que se operó en Barcelona, como en todo el mundo, a partir de los años 1960, supuso también la resurrección de varios títulos más del antes semiolvidado compositor de Bergamo. Pero no: las sucesivas y brillantes intervenciones que siguieron a continuación, entre las cuales el espectacular “Largo al factotum” del barítono Carles Pachón, el aria de Semiramide de Serena Sáenz, y los números colectivos rossinianos coronados por el célebre sexteto de La Cenerentola “Questo è un nodo avvilupato” –con Chausson como Don Magnifico, Helena Resurreiçâo como Tisbe, Natalia Pérez como Clorinda, Marina Viotti como Angelina, Juan Francisco Gatell como Príncipe Ramiro y Carles Pachón como Dandini, llevaron a cabo una brillante demostración de canto sillabato y también ornamentado que es uno de los tesoros de esta ópera. 

No todas las intervenciones tuvieron el mismo alto nivel, pero lo más emotivo fue sin duda la canción napolitana de Tosti por el ilustre Raúl Giménez, a quien verdaderamente corresponde el título de “il factotum della città”. 

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Fotos: © Toni Bofill