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Celestino Varela: “Tenemos que quitarle a la ópera toda pátina de elitismo”

En la antesala de la apertura de su temporada 23/24, con las funciones de Manon protagonizdas por Sabina Puértolas y Celso Albelo, conversamos con Celestino Varela, responsable artístico de la Ópera de Oviedo desde 2019. La entidad celebra precisamente ahora, con esta temporada y también con la anterior, su 75 aniversario. 

Esta es ya su quinta temporada en la Ópera de Oviedo, a donde llegó en 2019. Tiempo suficiente como para hacer un balance general de su etapa al frente de la entidad. ¿En qué momento se encuentra la entidad, que ha celebrado recientemente su 75 aniversario?

El covid fue un golpe para todos, eso es lo primero que hay que recordar, porque nos dejó realmente noqueados, si bien sirvió también para afianzar las bases de esta casa. La pandemia puso de relevancia qué papel juega la cultura en la sociedad asturiana y qué peso tiene esta industria cultural en el empleo local.

Tanto en esta temporada como en la anterior estamos conmemorando el 75 aniversario que usted mencionaba y eso ha servido también para hacer memoria y darnos cuenta de lo mucho que ha dado esta tierra a la lírica a nivel nacional. Me refiero a toda una generación de directores de escena, encabezados por Emilio Sagi y Susana Gómez; a toda una generación de directores musicales, como Pablo González, Óliver Díaz, Rubén Díez…; muchísimos cantantes, como Beatriz Díaz, David Menendez, Alejandro Roy, Ana Nebot, Miguel Ángel Zapater; y también gestores, como Javier Menéndez, Jesús Iglesias, María Antonia Rodríguez o yo mismo.

Y sin embargo, tengo la impresión de que hay apreturas y tensiones que no permiten respirar del todo con amplitud.

Oviedo ha dado mucho a la lírica y es bueno acordarse de todo ello, pero al final la realidad del día a día es la que marca cómo son las cosas, con una crisis que ya venía de lejos y que se agrava después del comienzo de la guerra en Ucrania, en febrero de 2022, encareciendo los costes de producción. Estos nos ha obligado a tomar decisiones y hacer un giro en términos de programación. Nosotros estamos contando con una media de cantantes españoles de en torno al 80%. Y el nivel es altísimo, no es que se trate de una apuesta resignada por lo local, es una apuesta que tiene mucho sentido hacer. Y lo mismo en referencia a los directores de escena, escenógrafos y figurinistas. Somos una fundación privada pero recibimos dinero público y tenemos una responsabilidad con respecto a nuestra sociedad. Los profesionales de fuera siguen estando presentes en nuestra temporada pero hemos querido dar más peso a los de aquí en estos últimos años.

Y a nivel de las administraciones públicas, ¿se sienten bien respaldados?

Somos parte de la España periférica y desde Asturias nos sentimos un poco abandonados. Esta tierra está ahora en un momento complejo, económica y demográficamente hablando. Pero esta región dio mucho al resto del país años atrás: materias primas como el carbón, productos como el acero que salía de aquí para industrias en Cataluña y el País Vasco. Ahora estamos de capa caída, de acuerdo, pero precisamente por eso necesitamos un empujón. No se trata de llorar para tener una subvención, se trata de reclamar algo que es justo. Creo que tiene mucho mérito lo que hacemos con los medios que tenemos. 

Con el Ayuntamiento de la ciudad tenemos una colaboración muy estable, es la institución que más claro tiene que nuestra temporada lírica forma parte de la marca cultural de Oviedo. Y con el Principado de Asturias estamos avanzando, si bien a veces tenemos que vencer algunas reticencias un poco decimonónicas, que por suerte van quedando atrás.

Mencionaba antes la pandemia, ¿entiendo que les dejó un lastre importante en su balance económico?

Sí, sin duda. El teatro estuvo con una ocupación máxima disponible del cincuenta por ciento durante dos años. Pero los costes seguían siendo los mismos. Las cuentas no cuadraban por ninguna parte y arrastramos por tanto ese agujero, que no lamento en absoluto porque en ese contexto teníamos que seguir adelante, manteniendo viva la antorcha de la cultura en un momento tan complicado.

Este lastre en las cuentas nos obliga a veces a tomar decisiones que pueden resultar poco populares de cara al abonado y al público en general, pero que vienen ya digo obligadas por la situación económica. Yo mismo fui cantante y nada me gustaría más que traer a grandes figuras para todos nuestros títulos, pero eso no es posible y creo que es importante también entender que se puede hacer lírica de mucha calidad sin necesidad de grandes estrellas; hay grandes profesionales, quizá menos mediáticos, que dan un nivel magnífico.

El Teatro Campoamor, ¿es un espacio con limitaciones a la hora de programar? Me refiero a las producciones que pueda o no traer a Oviedo, precisamente por las limitaciones técnicas del espacio.

Yo no cambio el Campoamor por ningún otro teatro. Es un lugar precioso, tiene un buen balance entre las voces y el foso, que es pequeño pero está bien resuelto. No cambio el Campoamor por el Maestranza o el Euskalduna, por decirlo de otra manera. Pero lo cierto es que la caja escénica está obsoleta y es pequeña. Hay muy poco margen de maniobra a la hora de pensar qué producciones podemos traer aquí. El Ayuntamiento debería ir pensando en una puesta al día del Campoamor. 

Esta limitación, ¿determina de algún modo que la temporada de Oviedo ponga sobre todo el acento en las voces más que en la vertiente escénica?

Bueno, generalmente sí. Es una ecuación complicada. El año pasado quedó patente con el Ernani que pusimos en escena. Era un título necesario dentro del discurso de nuestra programación, porque es un Verdi muy vinculado con España, también por la figura de Carlos V que desembarcó en Asturias, etc. Pero, ¿cuántas producciones de Ernani hay disponibles ahí fuera? ¿Y cuántas encajan con las características del Campoamor? Muy pocas, prácticamente ninguna. Por eso tuvimos que hacer algo muy sencillo en escena y apostar por unas voces magníficas como las de Alejandro Roy, Marigona Qerkezi, Juan Jesús Rodríguez, con un magnífico maestro como Daniele Callegari.

En referencia a la temporada 23/24, que ahora empieza, ¿qué hitos querría destacar? Entiendo que el primero es esta Manon, con una pareja de excepción al frente, con la soprano Sabina Puértolas y el tenor Celso Albelo. Pero también hay grandes atractivos como el debut de Miren Urbieta con el papel de Elsa en Lohengrin.

Efectivamente. La Manon era un título de algún modo obligado, necesario, en homenaje a toda la sociedad que puso en marcha la temporada lírica de Oviedo en 1948, cuando Victoria de los Ángeles cantó aquí este título. Esta Manon con la que abrimos lo tiene todo para ser un gran éxito, empezando por Emilio Sagi y continuando por las dos voces que mencionaba, Sabina y Celso, que creo firmemente que si no fueran españoles, estaríamos hablando de ellos todo el tiempo como grandes artistas internacionales, pero por desgracia a veces no valoramos lo suficiente lo que tenemos aquí en casa. Yo estoy muy feliz de contar con ellos para este título, lo mismo que Manel Esteve, que es un gran artista, y Roberto Scandiuzzi, un ilustre veterano, con una grandísima presencia escénica. Nos hace también mucha ilusión contar con Nuno Coelho en el foso, al frente de la OSPA.

Con respecto al resto de la temporada, yo quería también iniciar ya el homenaje a Puccini que continuaremos el año próximo. Y de ahí la idea de llevar a escena Il trittico, pero como podrá imaginar es para nosotros muy costoso, inasumible de hecho, poner en pie los tres títulos, de ahí que nos hayamos decantado por la noche y el día, la tragedia y la comedia, Il tabarro y Gianni Schicchi.

El doble programa español es también un proyecto muy personal. Yo llegué aquí en 2019 muy condicionado por los episodios del 1 de octubre de 2017 en Cataluña. No entiendo ese pisoteo sistemático a lo español, no hablo ya en términos carcas, políticos; me refiero a nuestra cultura, a nuestro gran legado como país. Y por eso quería unir a Granados, Goya, Falla y Cervantes, cuatro grandísimas referencias de la cultura española. Y le lancé el reto a Paco López, un cordobés universal, persona austera y amplísimo conocedor de nuestra cultura. El resultado es un espectáculo titulado ‘La Edad de Plata, díptico español”, que también va a tocar a otras figuras referentes como Buñuel o Zuloaga.

Seguimos con La traviata de Paco Azorín, una coproducción con el Festival de Peralada, y nuevamente un título que sorprende lo bien que se vende, la extraordinaria acogida que tienen entre el público. Este trabajo se estrenó en 2019 en Peralada y Ekaterina Bakanova que aquí regresa después de unos fantásticos Pescadores de perlas, junto a cantantes como Juan Jesús Rodríguez, Leonardo Sánchez… y con Óliver Díaz a la batuta. 

Y finalmente el gran reto que supone para nosotros meternos en un Wagner. Lohengrin hacía muchísimos años que no se representaba en Oviedo y nunca se había hecho en alemán, siempre se hacía en italiano. Y es una maravilla poder contar con Miren Urbieta para su debut con el rol de Elsa. Cuando cantó aquí su Mimí en La bohème le propuse este reto y lo aceptó con mucha determinación. Nos hace a todos mucha ilusión este paso adelante en su repertorio. Nuestros medios son limitados para un título de esta entidad, pero a veces es precisamente en estas ocasiones cuando más se aguza el ingenio.

Hablando de aguzar el ingenio, ¿qué tenemos que hacer para que la ópera sea verdaderamente accesible? Parece que no, pero sigue habiendo una barrera entre el género y el gran público.

Tenemos que quitarle a la ópera toda pátina de elitismo. Elitismo en todos los sentidos: en el económico, porque ya no vale eso de que la ópera es cara, porque hay precios para todos; y en el sentido cultural, porque no es un género difícil, se han hecho muchísimos esfuerzos ya por divulgarlo. Sí que es verdad que todo lo bueno siempre está detrás de un poco de esfuerzo y la ópera en este sentido se merece una oportunidad.