Leonor Bonilla: "No quisiera vivir en un mundo donde la cultura no sea la base de las relaciones humanas"
La soprano sevillana Leonor Bonilla regresa a Mozart tras brillar en papeles belcantistas durante los últimos años. En las próximas fechas será Susanna de Las bodas de Figaro en el Cervantes de Málaga y Blonde de El rapto en el serrallo, en ABAO. Con ella hablamos del genio de Salzburgo, por supuesto, pero también de hacerse preguntas, de la cancelación en la cultura, de re-aprender lo aprendido y de las modas en la lírica.
¿Mozart siempre es un lugar de paso para un cantante?
¡O de regreso! El concepto puede ser distinto y yo creo que, en la mayoría de casos, es de regreso. Es como volver a un sitio donde afianzas tu técnica, tu posición… Dicen siempre que Mozart es como un bálsamo vocal… aunque, en realidad, es algo que también puede aplicarse a otros compositores. Yo siento ese descanso cuando regreso a Donizetti, por ejemplo. Con él todo se pone en su sitio. Y siempre es interesante cantar Mozart. Tampoco he tenido mucha oportunidad de cantarlo…
Hasta ahora, ¡que parece haberlo cogido con ganas!
Sí que es verdad que debuté con Servilia precisamente y luego he hecho Don Giovanni. Las bodas de Figaro será el tercer título suyo que cante y, más adelante, El rapto en el serrallo en ABAO, que será el cuarto.
En todo caso, ¿realmente Mozart es un bálsamo? Quizá Susanna de Bodas es un papel más central, pero si se coge la parte de soprano de cualquier misa, por ejemplo, muchas veces tienen una escritura bastante compleja.
¡O sus arias de concierto! ¡Son endiabladas! Pero, curiosamente, yo me siento más seguras cantándolas. El año pasado las hice en México y el que viene, si todo va bien, las cantaré aquí en España. Yo me encuentro más cómoda con ese tipo de escritura que con algo puramente central. Si bien es verdad que volver a Mozart puede ser un spa, como dice mucha gente, también es verdad que Mozart es muy, muy difícil de cantar y algo muy expuesto. Realmente, si tienes alguna carencia técnica o algo que no estás gestionando bien vocalmente, en Mozart se va a notar. ¡Se te ve bien el plumero! (Risas).
¿Se ve más el plumero ahí que en el aria de la locura de Lucia di Lammermoor, por ejemplo?
Por supuesto. Bueno, ¡al menos es mi percepción! La Lucia es algo más espectacular, como que es algo más lucido y por ende parece muchísimo más difícil. Es que la dificultad de Mozart es otra. Estás totalmente vendida y no tienes tantas frases de lucimiento o de pirotecnia vocal como para apoyarte en ellas. También es verdad que hay voces especialistas en Mozart que hacen cosas increíbles con su repertorio. Como quienes están especializados en música Antigua o Barroco.
¿Cree usted que tanto Mozart como el Barroco han de estar servidas por voces especialistas? ¿O pueden nutrirse de otras voces?
Mire, es que todo puede tener lecturas diferentes. Es cierto que cada periodo musical tiene un estilo muy determinado o requiere una manera de cantar distinta. Por eso hay voces que se especializan y por eso yo no podrá cantar nunca Wagner. ¡Bueno, en realidad ya lo he cantado! (Risas). El pájaro de Siegfried, pero eso no es cantar Wagner porque es un papel muy puntual y anecdótico en su escritura.
La gente que se dedica al Barroco, por ejemplo, tiene una técnica y una voz muy específica para ese tipo de repertorio, pero yo no estoy en contra de que se pueda ser versátil y haya gente que pueda cantar una cosa u otra. De hecho, si cantas bel canto es lógico que cantes Mozart y que cantes Barroco, porque de ahí viene. Depende de lo rígido o lo purista que seas esta respuesta se puede contestar de manera diferente, supongo. ¡Pero aquí no somos puristas! (Risas).
Volviendo a aquel Mozart primero, ¿tiene algunos recuerdos de entonces? De aquella Servilia, la Clemenza… precisamente ese título, quizá, sea de todos los títulos mozartianos el que más conexión con el bel canto puede tener…
Una Vitelia seguramente sí, pero precisamente Servilia, no es tan belcantista. Un personaje pequeñito con un aria muy central que, por cierto, es bastante más incómoda de lo que parece. Recuerdo muchísimo el pensar lo sencillo que parecía al escucharlo. Pero es muy tirante, tiende mucho hacia el la, siempre sobre la zona de paso… Realmente, producir un legato bonito y una articulación clara para que quede en estilo mozartiano es muy complicado. Es que los roles mozartianos que se adaptan a mi voz son bastante, por lo general, centrales. Pasa con la Condesa y Susanna en Las bodas, que la primera es mucho más belcantista que la que yo canto, en realidad. Y pasa también, yo creo, con la Konstanze y la Blonde del Serrallo.
¿Quién es Susanna?
Más allá del Deh, vieni non tardar, el resto de su parte es un personaje cómico. No sé si eso te indica ya una manera de cantar distinta o si el compositor ya ha hecho que suene distinto, pero lo suyo es mucho más de carácter, de intención, de texto… Es un personaje divertido, quien lleva en sus manos la trama de la ópera. Me parece muy interesante y tengo muchas ganas de hacerlo. Se le puede sacar mucho partido. Es puro teatro y yo también lo soy. ¡Creo que por ahí nos vamos a entender bien Susanna y yo! A mí el drama me encanta y disfruto muchísimo haciendo una Lucia o una Gilda y muriendo de mil maneras en escena, pero da mucho gusto hacer cosas diferentes en tono de comedia.
No le parece que las Bodas son el punto de encuentro para todas las formas de amar la lírica? Te guste lo que te guste: Mozart, Barroco, Wagner, Puccini, Verdi… a todo el mundo le gustan las Bodas?
¡Pues tienen también sus haters! ¡Los hay, los hay! (Risas). Las bodas de Figaro es un título brillante del repertorio, con una trama inteligentísima y un libreto maravilloso. Sin duda alguna. ¡Está muy bien contada! Hasta cada recitativo es una obra de arte, en realidad. ¡Yo llevo semanas ya pensando y hablando en recitativos! ¡Pásame el colacao! (Entonando al estilo de recitativo mozartiano) (Más risas).
Y de El rapto en el serrallo, parece una ópera que se ha puesto de moda gracias a las sopranos españolas: usted misma, Ruth Iniesta, Marina Monzó, Rocío Pérez, Serena Saenz… todas han cantado o están cantando el rapto últimamente. ¿Funcionamos a base de modas, también en la ópera?
Va por etapas, sí. De pronto te encuentras con cinco Doctor Atomic en el mundo sin mayor explicación. Aún es pronto como para poder entrar en detalles del Rapto, porque es una obra que voy a debutar y tengo un gran trabajo por delante con ella, estoy segura. ¡Además en alemán! Y como veníamos comentando, le tengo mucho respeto, porque Mozart necesita todo de ti… y más en Rapto.
¿Haber hecho bel canto te hace ver a Mozart de otra manera?
(Piensa). No lo creo. ¿De qué manera podemos aislar el conocimiento que tenemos? Todo bebe de todo y de todos lados podemos tomar recursos. Seguramente yo tome cosas del bel canto italiano para aplicarlas a Mozart, aunque no sea consciente. Mozart es la primera escuela que tenemos en el conservatorio. Todos hemos empezado con su música. Yo recuerdo haber cantado arias de Così fan tutte, por ejemplo. Parece prácticamente imposible que un cantante o una cantante de ópera no haya pasado por Mozart al principio de su carrera como para cantarlo de nuevas ya a mitad de carrera y saber cómo le influyen las otras cosas que ha cantado.
¡Y también por eso se canta tantas veces Mozart mal! No estamos preparados aún para cantarlo cuando lo hacemos en el conservatorio y nos quedamos con ciertos dejes, formas que aplicamos después y que son erróneos. Cuando tienes que cantarlo después, en la carrera, tienes que re-aprender todo. Darle de nuevo la vuelta a todo y ahí, sí, aplicar todo lo que ya sepas de otros papeles o compositores. Tampoco quiero darle una respuesta demasiado taxativa… no me gusta responder de forma demasiado cerrada, la verdad. Hoy en día cada pregunta, pero también cada respuesta, me generan dudas.
Las dudas son necesarias, supongo.
Sí, sí lo son. Pero yo no paro de preguntarme y preguntarme cosas, la verdad.
¿Hasta qué momento se las realiza? ¿Hay algún punto en el que se diga: hasta aquí?
Creo que hay como varias fases. El primer juicio de las personas que trabajan contigo. Si algo no pasa ese primer filtro de quien te conoce. Esa duda con ellos, ya despejada. Luego, aparte de los consejos externos, está tu criterio propio y la experiencia de lo que a ti te funciona. Física, vocal y energéticamente. También artísticamente, por supuesto. Y todo lo que trabajas de una manera, puede cambiar al llegar a un teatro, porque ahí todo suena diferente. Ya digo que las dudas pasan por muchas fases. Y por esa misma razón, cuando vuelves a un personaje, este puede cambiar mucho porque le vas añadiendo más recursos, tienes las experiencias pasadas… no sé si dudas o respuestas sobre el rol, pero sí ya diferentes enfoques que pueden pesar sobre ti. Respuestas como tal… certeras y verdaderas… no sé si llegan nunca. En el canto nunca hay nada definitivo.
Por cierto, usted iba a cantar una Lucia di Lammermoor ahora, que ha sido cancelada por cuestiones no artísticas, con las entradas ya a la venta. ¿Están indefensos los cantantes de ópera? ¿Se les sigue viendo como artistas que viven en otro estatus social?
Hay de todo. Hay cantantes que viven en otro estatus y es así. Grandes estrellas con una trayectoria increíble que acumulan mucho poder. Supongo que, aunque la incertidumbre siempre está presente en esta profesión, a todos los niveles, están un poco menos indefensos. En cualquier caso, esta profesión puede ser como cualquier otra. Aquí hay muchos más obreros del arte que grandes aristócratas. Este es un trabajo más. Nunca se sabe por dónde va a ir tu carrera ni que efecto mediático te va a producir. Lo que es el oficio, tu vas y haces siempre tu trabajo y, ante este tipo de situaciones como la cancelación que comenta, te sientes, evidentemente, muy indefenso.
¿Qué derechos tenemos los cantantes como colectivo? Afortunadamente tenemos ya un sindicato que está haciendo todo lo que está en su mano, pero al final, no hay una unidad desde la que se nos respalde. Aquí, además, no se perjudica tan solo al cantante por un lado y al público por otro. Aquí sale perjudicada la sociedad como tal, en la pérdida de un acto cultural que nos define y, además, toda la industria del arte, todas las personas que están detrás del escenario, a un lado y a otro, trabajando para la cultura. Hay muchos damnificados en una cancelación de este tipo. Cancelando cultura perdemos todos.
Hoy en día, además, se cancelan espectáculos culturales por muchos motivos, incluso políticos.
Realmente, el arte se ha censurado toda la vida. Con intereses y fines ideológicos muy distintos. Lleva pasando desde siempre. Sin embargo, vivimos en una época en la que se supone que estas cosas no deberían ocurrir. No digo que sea el caso de esta Lucia di Lammermoor, pero sería una pena que como país o como sociedad fuéramos hacia un modelo que no mantiene la cultura como un pilar fundamental. El arte es el mejor vehículo de conexión entre personas. Nos hace pensar, nos hace reflexionar, nos hace más humanos, más sensibles… y esto hay a quien no le interesa. ¡Pero lo necesitamos! No quisiera vivir en un mundo donde la cultura no sea la base de las relaciones humanas.