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María Parra: "El Arte ha de ser un acto de dar"

María Parra acaba de publicar su segundo álbum de estudio, una ocasión perfecta para encontrarnos en un enclave único de Madrid como es el Café Gijón y charlar de los porqués de su nuevo disco, pero también de los porqués de su piano. La conversación fluye de forma natural mientras la artista va desgranando algunos aspectos clave de su música y su sentir: París, Alicia de Larrocha, la creación francesa del cambio de siglo, el pianismo español y por supuesto sus sueños y la materialización de estos, porque es así como surge Mouvement.

Su actualidad pasa por el nuevo disco que acaba de presentar, Mouvement, que surge con aparentes nexos y alguna diferencia con su primer álbum, Rêverie. ¿Cómo surge este Mouvement?

De hecho yo los concibo como un díptico, el segundo no tiene sentido sin el primero, aunque se pueden escuchar por separado. Hay un periodo en mi vida muy importante que da significado de alguna manera a sendos discos y que viví previamente a mis estudios con Alicia de Larrocha en la Academia Marshall: París. Llegué a París sin tener mucha sensación de saber tocar el piano, al menos como yo quería. Las circunstancias me llevaron hasta allí y aunque me era imposible mantenerme, vivir allí con un piano en casa y asistiendo a clases, encontré la manera de poder ir y volver en tren desde Barcelona, cada quince días y durante tres años. París fue mi toma de conciencia de lo que suponía ser un pianista de verdad.

Desde luego, hay que tenerlo claro para ir cada 15 días en tren hasta París. ¿En qué momento se convenció a usted misma que valía pera esto?

Uno va avanzando con los cursos de conservatorio y te vas encontrando con dificultades, sobre todo técnicas, pero yo tenía vocación y muchas ganas y decidí que por mí  no quedaría. Me di cuenta de que tenía mucho que aprender y poco a poco te vas dando cuenta de que el proceso de aprendizaje es continuo. Aquella ciudad fue mi bautizo de fuego, podríamos decir, y aquella época me marcó, marcó mi piano y me hizo crecer.

Sorprende la tranquilidad con la que habla de su carrera, su serenidad y conciencia sobre el trabajo hecho y el que está por hacer…

Es que el artista no puede quedarse suspendido en los laureles. Quizá ese sea uno de los despistes en los que un artista puede caer hoy en día, con la velocidad a la que funciona este negocio. Verse sumido en un solo fogonazo de éxito supone que el paso posterior ha de ser igual o más rápido e igual o más grande.

Si el artista sólo sabe manejar su instrumento, si sólo está hecho a nivel artístico y no humano, hay una serie de cosas que por muy buen pianista que seas, por muy buen artista que seas, si tú no sabes asimilar eso en base a una experiencia vital, puedes perder por completo el contacto con el suelo. No se deben quemar etapas rápidamente sino que todas las facetas de la vida han de ir en paralelo.

Tener el poso, la paciencia, la cabeza, seguramente sea una de las cosas más difíciles…

Yo lo percibo así. Pienso que somos un todo. No se puede ser artista por un lado y persona por el otro. No. Hay que ser lo más coherente y cohesionado posible. Si no, siempre serás como un cesto con agujeros al que por más agua que le eches dentro, acabará perdiéndola. Has de mantener, al menos así lo veo yo, la coherencia. Eso te lleva a ser honesto con lo que dices, con lo que haces, con los demás y contigo mismo. Que puedas vivir lo que haces y te sostenga lo que dices.

¿Y eso se puede trasvasar al piano?

Al final no puedes engañar a nadie. Con el instrumento puedes despistar, hacer juegos de espejos y vender. Pero lo esencial no se ve, como decía Saint-Exupéry, sino que se siente. En el Arte, como en la vida, al final el corazón es el que rige todo. ¡O debería serlo! Pero por desgracia la sociedad y el negocio hace imperar esa impostura de lo que has de creer. En cualquier caso, al público has de emocionarlo, si no vuelve a su casa mínimamente transformado, aunque sea mínimamente, en tu labor como artista habrás fracasado.

 

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Los artistas de hoy, sobre todo los más jóvenes, parecen tener la necesidad de diferenciarse del modo que sea…

Le doy toda la razón. Entramos en el terreno del ego por un lado. Yo soy, luego existo, ergo me impongo. Pero el negocio, el mercantilismo del arte es el que empuja a ello en muchas ocasiones. Lo fundamental es poder mirarse al espejo y con honradez decirse a uno mismo que todo va avanzando bien. Si en ese momento te sientes bien, entonces todo va bien. El ego te empuja a dar saltos mortales en un camino que todos recorremos que es la vida. Entiendo que en la vida de un artista es mejor recorrer esa línea de ascensión, en todos los sentidos, para dar sentido al camino que has elegido y recorrerlo paso a paso hasta el final de tus días. Recuerdo a Pau Casals con noventa y tantos años haciéndose sus notas largas cada mañana y diciendo “Ahora parece que empiezo a sonar bien”. Puede sonar exagerado, pero es significativo. Mejor avanzar en la vida y sentirse bien. Lo contrario, evidentemente, resulta contradictorio y puede pasar en aquellos que buscan atajos y fórmulas no artísticas. El declive o el desánimo viene cuando cambias el arte por el éxito.

Volvamos al díptico del que me hablaba al principio. ¿Desde el principio tenía claro el complemento al primer disco,  es decir, que tendría que haber un segundo?

No, surge después. El primero me había dado muchas satisfacciones, me puso en el mapa. El primero, Rêverie, habla de los sueños de infancia, que son los míos, que en ningún momento olvidé pero sí tuve que posponer, muy a mi pesar, por varias razones a lo largo de mi vida. De hecho si alguna vez me planteé dejar el piano noté como mi vida se apagaba. Así que el primer disco tenía que ser dedicado a esa María pequeña que siempre soñó con el piano. Las obras que recoge el disco son piezas que evocan a los elementos que me hicieron crecer: París, los compositores franceses, juegos de niños, piezas que estudié con Alicia de Larrocha…

El segundo disco podía haberlo enfocado con otro repertorio totalmente distinto, pero el cuerpo me pedía redondear el proyecto de Rêverie, de alguna manera completarlo. Y puesto que yo ya sabía que me venía a vivir a Madrid, lo que de alguna manera supondría un cataclismo en mi vida, que iba a haber un movimiento importante. Para ello retomo a Debussy, con algunas de sus piezas en este homenaje franco-español y el nombre se toma de la tercera Imagen del primer libro de Debussy, Mouvement, título que cohesiona muy bien la intención de este segundo CD.

Desde luego tiene usted especial conexión con París…

París es volver a mi adolescencia. Desde luego es una conexión muy fuerte con la ciudad y sus músicas. En París, cuando tenía 16 años, delante de la Ópera Garnier, le dije a una amiga “en París haré grandes cosas”… Y me encontré allí estudiando piano hacia mis 20… y ahora, el 29 de noviembre tocaré mi debut en París.

Y qué hubiera sido del pianismo español sin aquel París de principios del cambio se siglo…

París y sus artistas fueron inmejorables anfitriones de los músicos españoles que en ese cambio de siglo, buscaban inspiración y crecer como artistas. ¡Y Claro! Es también lo que recoge Mouvement, por un lado mi crecimiento personal, el sueño materializado, pero también compositores que confluyen en París como cuando yo acabé allí buscando crecer, completarme… Intento siempre, pues, buscar un todo, algo que abrace el disco, el proyecto.

 

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Es muy de agradecer cuando el artista presenta un proyecto, desde un disco a un recital en vivo, en el que se  quiere contar un todo, dotándolo de coherencia. Es algo un tanto del piano de ahora, no sé si antes los artista o los gestores tenían otros parámetros.

Quizás hayan contextos en los que el artista esté sujeto a una programación para un concierto o cierto repertorio para un disco. Yo de momento soy libre de decidir qué toco o grabo y creo que un artista que no es muy conocido, como es mi caso, refleja mejor en un programa tipo “recital” su versatilidad en diferentes registros y estilos. En definitivas cuentas intento vivir mi vida y mi carrera con la máxima libertad. Es la única manera de disfrutarla de verdad.

Volvamos a Mouvement: ¿Qué diferencias hay entre el Debussy de su primer disco y el de este?

El tercer elemento que recoge el disco: la naturaleza y sus elementos. En este disco lo que hay es movimiento en estado puro y concreto. Las Images de Debussy son completamente pictóricas. Y en el Impresionismo pictórico, cuando lo ves, también escuchas el agua, el viento… pues en el musical ocurre al revés, que se puede ver el agua, sentir el viento, como ocurre en los tres Preludios que he escogido… ¡Ese es el gran arte de Debussy, poder verle con la imaginación!

Tras Debussy viene Granados. Es imposible no preguntarle por su maestra Alicia de Larrocha llegado este punto, pero ¿hasta qué punto es fácil, difícil, separar su Granados del de ella, tener una visión propia sobre una obra tan marcada por su maestro?

Confieso que me resulta difícil separarme del concepto del pianismo español de Alicia y más especialmente en Granados porque ella era la portadora de la tradición desde el propio Granados pasando por Marshall. La música está escrita para que cualquiera pueda interpretarla siendo fiel a lo que quería el compositor, claro está, pero en mi caso tengo una especie de “bloqueo”  para interpretar música española, ya que la visión de Alicia es para mí tan sumamente dogmática que todo lo que he grabado es porque está realmente trabajado con ella y asimilado.

Granados refleja un compendio de estilos, propios del momento que le tocó vivir, y que van desde el espíritu romántico, pasando por el nacionalista en muchos casos, pero también impresionista en colores. A Granados no puede ubicársele en ningún sitio. Con él es con el que mejor me identifico. Es muy puro a la hora de expresar su música, también muy alambicado en ciertos momentos, como ocurre en sus Goyescas

Tras Granados pasa a Falla, con las Danzas de El sombrero de tres picos y…

¡Y termino con un titán! (la Fantasía Baetica) Habiendo grabado las danzas más esenciales de Granados, piezas de Albéniz o la Fantasia Baetica de Falla, creo que ya he dado todo lo mejor de mí en el pianismo español. Ahora iré a otra cosa.

Sobre la Fantasía, el propio Rubinstein, a quién Falla se la dedicó, renegó un tanto de ella por su complicación… junto con Iberia, quizá de lo más complicado del pianismo español..

A mi particularmente me resultó grata de estudiar, he de decir. Me encuentro a gusto con ella. Es una de las últimas obras que le toqué a Alicia, quien me dijo que la encontraba bien, por lo que me sentí con la bendición de seguir trabajando en ella. No es, curiosamente, de las piezas que más guerra me ha dado, cualquier pieza de Goyescas, con todas esas voces entremezcladas, con todos esos dedos digitados… me ha supuesto más dolores de cabeza que la Fantasia Baetica.

¿Qué ha de tener una obra para que a María Parra le llame la atención, quiera implicarse en ella y quiera dedicarle su tiempo?

Identificarse con la obra, con el compositor, con sus porqués y su contexto. Sentirla física y psíquicamente como alguien que también pudiera ser tuyo pero teniendo muy claro que es la creación de otro artista. A mí me ha funcionado también el hecho de admirar a quienes tocaban esas obras y decirme a mí misma, yo también lo quiero tocar…

¿El artista debe, puede admirar?

Esto es como todo en la vida. El término admiración no ha de suponer… (piensa)… no ha de suponer imitación, ¡pero sí como estimulante, como referente! Se ha de escuchar de todo y saber con qué sonidos te identificas, pero al final has de saber destilarlo todo y hacerlo tuyo. Me gustaría saber de la experiencia de alguien que nunca hubiese escuchado a nadie tocar una obra concreta y escucharle y verle interpretarla directamente desde la partitura.

 

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Me hablaba usted de identificarse con una obra teniendo claro que es de otro. ¿Hasta qué punto ese trasvase hacia la visión personal del intérprete puede derivar en la genialidad interpretativa o la interpretación como… payasada?

Todo viene a colación de lo que usted me preguntaba sobre la diferenciación a cualquier precio. La esencia y la obra están ahí, no son tuyas y se han de respetar, hay que tener mucho respeto a la obra y al compositor y no perderlos nunca de vista. Desde el respeto se puede aportar tu propia esencia sin perder la esencia propia del compositor. Al fin y al cabo los intérpretes no somos más que meros transmisores. El acto de escuchar música ha de tener siempre los tres canales básicos de la comunicación. Intérprete, mensaje y público. Si la cadena funciona y el receptor se emociona de algún modo, el hilo de comunicación ha funcionado. Si el mensaje se desvirtúa y el público no lo entiende aun creyendo que sí lo ha hecho, no funciona.

En este punto querría preguntarle por su faceta compositora, de la que ha dado buena muestra como cierre a sendos discos, con obras suyas.

Esta faceta surge en una época de mi vida, de muy jovencita, antes de irme a París, donde dudé de si mi música era el repertorio clásico u otras músicas, que estudié e incluso impartí clases de jazz y moderna durante unos años. Aprendí con todo ello a ser más espontánea, a tener la capacidad de improvisar y no estar enclaustrada por las partituras. Improvisando, improvisando, acabé dando forma a piezas que consideraba como mías, y así es como surgieron mis primeras composiciones.

¿Y esta en concreto: Maria-Martha tango?

Se llama así porque está dedicada a Martha Argerich, a quien admiro. Recuerdo haber coincidido por primera vez con ella tras un concierto de Shostakovich en la Salle Pleyel. Hace ya años de esto. Yo salí corriendo para poder hablar con ella y me la encontré con un cigarrillo en una mano y un plátano en la otra, ¡super cool! (risas). Me miró con una mezcla de sorpresa y un poco flemática y le dije que me llamaba María Parra. “¡Yo también me llamo María! Todos los que me conocen me llaman María Martha!”. Le dije que entonces yo la iba a llamar María Marta y así lo he hecho las veces que he coincidido con ella. Tras escucharla tocar un tango de Piazzola, le escribí el Tango y al entregárselo me insistió en que yo también debería tocarlo. ¡Dudé mucho pero aquí esta!

Hay una frase suya: "el artista debe buscar siempre la belleza y la verdad en la música". ¿Qué es la belleza y sobre todo la verdad en la música?

Van un poco de la mano, es muy sui generis. La belleza tiene que ver con la bondad, con la harmonía, con lo transparente… Al final cuando uno está bien, cómodo, tranquilo, sereno… ¡de cualquier persona! Hace que emane su belleza, ¡que viene por lo tanto de una verdad! Es la belleza de una bondad, un mirar hacia el otro, la verdad de la entrega, del dar al otro. El Arte ha de ser siempre una acto de dar. Cuando se da sin tapujos, surge la verdad. Cualquier intención de dar lo mejor al otro, eso es bello, y cuando ofreces tu don sin freno, sin pensar en nada más que hacer el bien al otro, más a través del Arte, eso es bello… y por lo tanto es verdad.

Foto: Michal Novak.