Yolanda Campos Bergua: "El Festival de Música Contemporánea de Navarra es sinónimo de aprendizaje y creación"
El Festival de Música Contemporánea de Navarra (NAK) ha alcanzado este año su décima edición. Para conocer más de cerca su recorrido y su propuesta conversamos con Yolanda Campos, su directora artística.
Empecemos por una cuestión muy general. ¿Qué es el NAK? ¿Cómo y cuando surge?
Como festival en su conjunto está décima edición del NAK creo que puede resultar bastante ilustrativa acerca de nuestra idiosincrasia. El NAK por encima de todo significa aprendizaje y creación en un entorno de amistad bastante honesto. El legado que tenemos habla bastante por sí mismo en términos de creación de nuevo patrimonio.
Contamos con un corpus tangible de más de setenta obras de propia autoría y más de cien estrenos de música contemporánea, danza y obras visuales y cinematográficas. Y lo importante es que hay siempre detrás un anhelo de impulsar un cambio de paradigma en las artes y en la cultura en general, huyendo de la superficialidad e intentando sembrar una semilla para que la sociedad reclame cada vez más este tipo de espacios de reflexión y creatividad.
El NAK surge por el impulso del Centro de Música Contemporánea Garaikideak para ofrecer propuestas articuladas en torno a músicas de nueva creación y vanguardia en una sociedad en la que hace diez años había una carencia en este sentido. Gracias a un modelo de trabajo operativo, con diferentes entidades culturales, artísticas y sociales, el festival ha ido creciendo, despacio pero con paso firme.
Qué implantación tiene el NAK en el tejido cultural de Pamplona, donde todo está articulado de un modo u otro en torno a lo que sucede en Baluarte? Entiendo que el festival ha aspirado siempre a recorrer los márgenes, lo que queda más allá de estas grandes entidades.
Eso es. Como bien dices, Pamplona es una ciudad de poco más de 200.000 habitantes y gracias a la actividad que acoge Baluarte contamos con dos ciclos de orquesta, el de la Sinfónica de Navarra y el de la Sinfónica de Euskadi, algo que a priori puede parecer una barbaridad. Pero no hay desde luego un impulso semejante en lo relativo a la música de contemporánea. Creo que está todo relacionado con un tema de pedagogía de la escucha; vivimos en un mundo en el que no se potencia esa escucha pausada. Y ante esto solo cabe hacer la didáctica que intentamos hacer desde el NAK, incorporando las vanguardias como una manifestación natural de nuestro tiempo, del presente.
El NAK empezó siendo un festival de ámbito muy local; la primera edición estaba integrada casi en su totalidad por artistas navarros. Pero a partir ya del segundo año la apertura fue generalizada, más allá de nuestro ámbito territorial, y buscamos además que cada edición tuviera un hilo conductor, apostando además por un eje social e incluso, orientado a personas con discapacidad o en riesgo de exclusión social. Y también se asentó la faceta del NAK Txiki, para públicos infantiles y familias, y el NAK didáctico, donde realmente se cuece la idiosincracia del festival.
No solo nos hemos dedicado a crear sonidos y estimular pensamientos sino a trabajar sobre una visión social que implica una reflexión estética, algo que de alguna manera es lo que dota de sentido y contexto al festival. Este año hemos tenido un encuentro entre Ramón Andrés, Alberto Posadas y Joseba Torre e Ignacio Fernández Galindo, con un auditorio lleno, lo que confirma un poco el sentido de esta apuesta.
Me llama la atención que el NAK no se limita a ser un contenedor de música contemporánea sino que hay siempre un subtexto importante. El año pasado con la referencia a Gilles Deleuze y este año con la cuestión de la amistad, a través de la referencia a un libro de Emilio Lledó. Siempre hay, entiendo, un importante respaldo filosófico y documental.
Sí, es que esa es la base sobre la que se sustenta el festival. Este trabajo se empezó a hacer ya en 2016 con el primer hilo conductor que articuló las propuestas del festival. Pero entonces era más un cuestión de gestión interna y poco a poco se fue revelando hacia el público.
El punto de inflexión fue la edición de 2022, cuando dedicamos la edición al pensamiento presocrático y cuando entró en nuestras vidas la figura de Ramón Andrés. Él nos hizo ver la importancia de preservar estos espacios de búsqueda, como él los llama; él habla de la música como una apertura de espacios mentales y acústicos. Y eso es lo que nos hace únicos de alguna manera, el empeño que ponemos en articular unas propuestas reflexivas muy cuidadas en el fondo, más allá de la forma.
Como bien decía, no somos un cajón de sastre y estamos un tanto obsesionados por la contextualización. Los festivales deberían tener siempre un corpus teórico detrás que articule la programación. Si nos dedicamos a programar un concierto con unas obras cuando perfectamente podría ser otras, no tiene sentido.
¿Cuál es la política de estrenos? No todo el festival puede ser música nueva, al cien por cien, ni hace falta que lo sea, pero entiendo que hay una apuesta más o menos regular por la nueva creación.
Sí, de manera oficial el festival realiza un encargo a un compositor o compositora residente. Además los miembros de Garaikideak, como entidad organizadora del NAK, también estrenamos obra nueva en el marco del festival. Y a partir de ahí cada edición depende un poco de las alianzas tejidas. Este año acogemos el estreno absoluto de veintiún obras en diez días de programación, el máximo en la historia del festival.
De la presente edición, ¿qué citas o momentos cabría destacar?
Es complicado destacar solo algunos pero sí que mencionaría ese encuentro de pensadores que antes le decía y que ya tuvo lugar, con una conversación de mucha altura, reflexiva, dando sentido a todo el corpus teórico del festival en conexión con el hacer práctico de cada compositor. Música y filosofía siempre han estado vinculadas, desde tiempo presocrático, y fue un verdadero honor reunir a estas cuatro mentes extraordinarias para tratar esta cuestión.
Los conciertos didácticos son también muy importantes para el NAK. Hasta ahora trabajábamos con el Conservatorio Profesional y con el Superior pero este año hemos incorporado también la Escuela Municipal Joaquín Maya, es muy importante para impulsar la música de vanguardia desde la infancia.
Y este fin de semana nos visita Ómicron XXI con un programa integral de estreno, con obras de Teresa Catalán, Mari Carmen Asenjo, Erika Vega y muchos otros autores. Y tenemos el concierto de clausura, el próximo sábado, ya con las entradas agotadas a los pocos días de ponerlas a la venta y en el que contaremos con el CMC Garaikideak y Belén Otxotorena.
Foto: © Toni Sasal