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Joel Prieto, tenor: "Mozart estaría contento con la Flauta Mágica que presentamos en Madrid"

Nacido en Madrid, aunque de madre puertorriqueña, el tenor Joel Prieto celebra ahora con su debut en el Teatro Real los diez años de su trayectoria profesional, que empezó precisamente con la parte de Tamino en Berlín. Platea Magazine conversa con él a pocas horas de su primera representación en Madrid.

Creo que aunque creció en Puerto Rico, en realidad nació en Madrid.

Sí, soy exactamente mitad y mitad. Mi padre es español, de origen gallego. Mi familia paterna es toda de origen gallego pero están dispersos por España: tengo familiares en Ourense, Vigo, Lugo, Toledo, Madrid… pero son todos gallegos. Y yo soy nacido en Madrid. Mi madre es puertorriqueña. Mis padres se conocieron en Madrid cuando ella estaba estudiando. Cuando yo tenía cuatro años nos fuimos a vivir a Puerto Rico. 

De modo que estas funciones en el Teatro Real son su debut en su ciudad natal.

Sí, y no sólo eso: son mis diez años en activo y mis diez años como Tamino, que fue el primer papel que canté en 2006 cuando me contrató la Deutsche Oper. 

Creo que procede de una familia de artistas. 

Mis padres son ambos escritores. Mi hermana, la que vive en Nueva York, es pintora y la otra, la que vive en Berlín, es fotógrafa. Pero en mi familia materna por ejemplo hay mucha gente con muy buen oído, aunque ninguno es músico. Mis abuelos en Puerto Rico tienen muy buena voz, muy buen oído. Mi familia de España es muy entendida en música clásica, pero no son músicos. 

Tengo entendido que los primeros pasos de su formación como músico fueron con el violín y después en un coro.

A los cuatro o cinco años comencé a tomar clases de violín y ya con cinco o seis años empecé a formar parte del Coro de Niños de San Juan, que es un coro maravilloso cuya directora se formó con los Niños Cantores de Viena. Es una formación de importancia mundial, realmente. Y allí me empecé a enamorar de la voz, algo que no ha parado hasta ahora.

¿Y su primer contacto con la ópera?

Tardó algo más. Estaba más pendiente de la música coral y mi padre siempre escuchaba música clásica en el coche cuando nos llevaba a la escuela. La ópera me empezó a interesarme más tarde, con ocho o nueve año. Con ese coro que le decía, una selección de niños formamos parte de unas representaciones de La bohème en Puerto Rico, protagonizadas por Mirella Freni. Aquello fue algo impresionante, no sólo por el poderío de su voz sino por todo el espectáculo. Descubrí el teatro, todo el mundo detrás del escenario, etc. Fue un descubrimiento; lo recuerdo como algo muy divertido y apasionante. Y recuerdo que ya entonces le dije a mi padre que yo quería ser cantante de ópera. Y él me dijo que muy bien, pero que tenía que esperar a que me cambiase la voz. Y todos esos años esperando yo rezaba por ser tenor, por tener una voz de tenor ahí dentro. Realmente no se por qué… una voz es una voz, sea de barítono, de bajo o de tenor, pero entonces yo sólo soñaba con ser tenor, era un fervor. Y cuando tomé clases particulares de canto por primera vez en Puerto Rico, a los quince años, la profesora me dijo que era tenor y eso fue para mí como un triunfo. No era consciente por supuesto de todo lo que me faltaba todavía, pero estaba fascinado por ser tenor.

Su formación continuó después en Nueva York.

Sí, tras empezar en Puerto Rico decidí irme a Nueva York para continuar allí mi formación, en la Manhattan School of Music. Allí realmente es donde aprendí técnica vocal y forme mi gusto por el canto, por el sonido, descubrí cantantes del pasado y del presente que me influyeron, etc. Pasé por distintos maestros de canto hasta que encontré a la maestra con la que trabajo desde hace ya doce años, Patricia McCaffrey. Fue un encuentro muy importante porque me ayudó realmente ha encontrar mi voz. Cada año voy a Nueva York y mientras tanto sigo recibiendo sus consejos a través de Skype, aprovechando las nuevas tecnologías.

Y esas referencias de voces del pasdo y del presente a las que aludía, ¿cuáles fueron?

Una voz que me marcó mucho desde la que descubrí fue la del tenor Fritz Wunderlich. Cuando llegué a Nueva York no le conocía y una vez allí un compañero de estudios me lo mostró. Wunderlich es la voz perfecta, la técnica perfecta, el artista perfecto… Me estudié toda su discografía. También me gustaban mucho Benianmino Gigli, Franco Corelli, Giacomo Lauri-Volpi, Enrico Caruso… y por supuesto sopranos como Leontyne Price o Joan Sutherland, etc.

Creo que el concurso Operalia en 2008 fue una inflexión importante en su trayectoria.

Ese año fue muy importante para mí. Fue el despegue de mi carrera internacional, una vez que terminó mi contrato de dos años en la Deutsche Oper de Berlín. Estuve cantando Luisa Fernanda con Plácido Domingo en Viena, un papel muy breve pero muy bonito, el de “El saboyano”. Plácido me decía “El cebollino”, como con cariño. Parece que a Marta y a Plácido les gustó mi voz y me animaron a presentarme al concurso de Operalia. Yo tenía dudas pero por supuesto le hice caso y me presenté. Cuando gané fue una gran sorpresa, porque de veras que yo tenía la mente puesta en otras cosas en ese momento. Fue una enorme experiencia aquel certamen de Operalia, con tantos directores artísticos de los grandes teatros formando parte del jurado. De allí me salieron compromisos importantes. Ese mismo 2008 fui parte del Young Singers Project, que es algo así como el Opera Studio de Salzburgo. En esa edición estaban allí Ivor Bolton, Eva-Maria Wiesser, etc. De modo que 2008 fue un año clave, como si estuviera escrito en las estrellas que todo tuviera que cambiar de repente ese año para mí. 

¿Su instrumento es de lírico ligero o de lírico puro?

Más bien de lírico puro. He hecho partes de lírico ligero por la juventud de la voz y por el timbre, pero por ejemplo no canto Rossini. Adoro a quienes lo cantan, pero no me queda natural ni encaja por mi temperamento. En estos años he hecho sobre todo repertorio mozartiano y belcanto. Y mi voz en este tiempo ha ido cambiando, claro, lo mismo que yo he cambiado como persona. Y he tenido la oportunidad de cantar el mismo papel en varias ocasiones, en distintas producciones, lo que es magnífico a la hora de asentar y evolucionar un papel, sintiéndolo cada vez más cómodo y presente en tu cuerpo y tomándolo como referencia para ver la evolución de tu voz. Ahora mismo mi voz está apuntando hacia partes como Alfredo o el Duque de Mantua en Verdi, Lenski en el Onegin de Tchaikovsky, Edgardo en Lucia, etc. Son partes que ahora me resultan naturales lo mismo que hace diez años las partes de Mozart me sentaban cómodas. Realmente nunca he forzado el proceso para ampliar mi repertorio sino que he ido siguiendo a mi voz. Obviamente me encantaría cantar un Cavaradossi, pero no me viene… No soy un cantante arriesgado, tampoco cobarde, pero siempre escucho lo que me diga mi voz para no forzarla en ningún momento.

Esos nuevos papeles que mencionaba, ¿están ya marcados en su agenda con fechas concretas?

Están ya todos pasados a voz y algunos me los han ofrecido, aunque no se han podido cuadrar por compromisos ya presentes en mi calendario, ya que tenemos ahora agendas a tres o cuatro años vista. Pero son papeles que ya tengo digamos en repertorio, los teatros lo saben, y estamos trabajando para cerrarles fechas pronto.

¿Hay alguna cita de su agenda por venir que resalte a su juicio especialmente?

Sí, mi próximo debut como Belmonte de El rapto en el serrallo en Los Ángeles. Lo haré también en Dresde. Hago también el Benedict de Béatrice et Bénédict de Berlioz. Volveré a hacer el Ferrando de Così fan tutte en Aix-en-Provence este verano, en los BBC Proms de Londres y en el Lincoln Center de Nueva York. Había una propuesta para un Werther, pero quizá no sea posible por fechas. Creo mucho en el curso natural de las cosas: si un papel aún no me ha llegado es que todavía no tiene que llegar. Todo tiene su tiempo y me concentro en disfrutar de lo que ahora mismo tengo.

En España ya había cantado en el Liceo de Barcelona, en varias ocasiones. ¿Tiene más proyectos a la vista en España?

Sí, tanto en Madrid como en Barcelona tengo compromisos en los próximos años. Canté también en Valencia, en el Palau de Les Arts, donde hice mi primer Così fan tutte con Barbara Frittoli y con Joan Martín-Royo.

Una parte importante de su carrera ha tenido que ver con los conciertos, tanto el oratorio como el lied. En este sentido, creo que ofreció un importante concierto en el Wigmore Hall de Londres.

Sí, fue una cita extraordinario. Era mi debut como recital solista en Londres. Ya había hecho un recital antes con una soprano. Y este recital del Wigmore Hall tenía otro aliciente más, ya que era televisado. Puede imaginarse la presión… Fue una experiencia muy bonita, tanto por el lugar como por el público, que tiene una entrega y una devoción muy particulares.

Llega ahora a Madrid con el Tamino de La flauta mágica, que es un papel importante para usted.

Sí, fue el papel con el que empecé mi carrera y es un poco mi referencia para ver cómo se encuentra mi voz, cómo evoluciona, etc. Mozart siempre es el centro, como un termómetro que te dice exactamente donde estás. Ahora veo realmente hacia donde han ido estos diez años de carrera. El papel de Tamino me trae muchas vivencias y recuerdos.

Hábleme del Tamino que presenta en concreto en Madrid, en esa producción tan singular de Barrie Kosky.

Yo nunca había hecho algo igual a esta producción. Es muy interesante. Yo he hecho cosas loquísimas en escena, en Salzburgo o en Berlín, pero nunca había hecho una producción donde no hay objetos, no hay espacio; todo depende de la interacción con la pantalla y las proyecciones. Es difícil sincronizar toda esa coreografía y al mismo tiempo cantar como uno está acostumbrado anteriormente. Se expresa casi todo con los ojos, con gestos, poco con las manos…  Es un reto divertido y muy interesante. El resultado final es impresionante y con la música de Mozart como principal protagonista. Creo que Mozart estaría muy contento la Flauta Mágica que hacemos en Madrid, que es realmente mágica. El público realmente queda fascinado con el espectáculo.

Parece contento con su experiencia en Madrid estas semanas.

Sin duda. Me gustaría añadir, por cierto, que del Teatro Real me ha sorprendido gratamente su extraordinaria organización interna. Me esperaba encontrar un teatro profesional, por supuesto, pero hay una combinación maravillosa de la cordialidad propia de España con una gestión precisa a la alemana.

En Toulouse formó parte la pasada temporada del reparto de Doña Francisquita. ¿Le gustaría que hubiera más zarzuela en su agenda?

Sí, sin duda. Es una pena que se haga tan poco en realidad. Es un genero bellísimo y con una mezcla única de tragedia y comedia. Estoy deseando hacer más zarzuela en los próximos años.