Sergio Alapont Pablo Vallejo 

Sergio Alapont, director de orquesta: “La formación es mi lema”

Es otra de las jóvenes batutas españolas en ascenso. También valenciano, fue de hecho la primera batuta de la casa en dirigir en el Palau de Les Arts, allá por 2010 con Una cosa rara de Martín y Soler. Dirige ahora Idomeneo en Estrasburgo (Opéra du Rhin), hasta finales de marzo. Sergio Alapont conversa con Platea Magazine acerca de sus diez años de trayectoria. 

¿Cuándo comienza su interés de orquesta?

Mi carrera comienza teniendo un contacto familiar y constante con la música a través de mi familia, donde ya había un interés específico por la dirección de orquesta. Mi hermano, de hecho, estudiaba dirección de orquesta y mi padre tenia mucha inquietud y proyectos en los que ejercía como director musical. Tuve pues la suerte de crecer en un ambiente musical y lleno de inquietud y gusto por la dirección de orquesta.

¿Y cuándo se concreta todo ello en una dedicación profesional?

Cuando tengo unos 23 años es cuando conozco a Marco Armiliato. Estando yo en la orquesta en una Tosca que él dirigía surge la posibilidad de seguirle para estudiar con él. Me pidió que le enviase un vídeo y un mes más tarde se puso en contacto conmigo para trabajar con él como asistente, principalmente en el Metropolitan. Esos años con Marco Armiliato fueron una experiencia fundamental para mí: tuve un contacto directo con el repertorio operístico y pude conocer la ópera por dentro a fondo, rodeado a diario de solistas de primerísimo nivel y disfrutando de una ciudad tan apasionante como Nueva York.

Creo que después tomó interés también por formarse en el repertorio sinfónico.

Sí, aposté los siguientes años en diplomarme en dirección de orquesta, para tener también una experiencia con el repertorio sinfónico. La formación es mi lema, en esta disciplina no se termina nunca de aprender. Es un reciclaje constante; bien sea a través de otros directores que pueden ayudarte a crecer en tu nivel interpretativo, o bien sea a través de las propias experiencias vitales, que cambian tu modo de hacer música.

Apareció después la figura de Donato Renzetti, fundamental para su trayectoria.

Sí, yo buscaba algo difícil de encontrar: quería estudiar dirección de orquesta con directores en activo, que alguien estuviera dirigiendo, en activo y con una gran trayectoria. Por desgracia, esto es hoy en día casi imposible; y no tiene nadie la culpa, simplemente las cosas se han dado de otra manera. En losa años 60 y 70 Viena era un centro de formación de directores de orquesta: toda la generación de Abbado, Mehta, Maazel, etc. surgieron allí. En esos mismos años también había otros núcleos de formación de directores, como la Accademia Chigiana. Pero para los de mi generación y para los que vienen después es casi imposible encontrar un verdadero director de orquesta en carrera que tenga un conocimiento directo y no teórico de la dirección de orquesta. Me refiero por supuesto a encontrarlo en un conservatorio, al margen de una masterclass de dos días, que no llega a ser una formación como tal. Conocí entonces a Donato Renzeti, que me permitía diplomarme en repertorio sinfónico pero a la vez era un apasionado del mundo lírico, un gran director de ópera. De modo que con él yo podía fortalecer mi formación operística mientras completaba mi formación sinfónica. A partir de ahí entre ya en carrera, de manera más o menos discreta. Pero siempre me digo que tengo la enorme suerte de poderme dedicar todos los días de mi vida al dirección de orquesta desde hace diez años. Poco a poco fueron surgiendo los contratos y desde entonces mi carrera ha ido siempre creciendo de manera constante y serena. Y eso es algo que valoro mucho: crecer de forma serena es crecer con fundamento, no por carambolas externas que te pongan en un sitio u otro al margen de tu trabajo.

¿Se ha formado con algún otro maestro importante para usted?

Respecto a mi formación hay dos personas fundamentales que me prestaron una atención muy valiosa porque ambos viven a un ritmo frenético, son verdaderos enfermos de la música, dicho en el mejor sentido del término. Me refiero al maestro Semyon Bychkov, que viene analizando mi trabajo desde hace mucho tiempo, dándome sabios consejos; y al maestro Antonio Pappano, que es una persona única y diferente, con una naturalidad y una disposición que le hacen único también a la hora de poder aprender con él.

¿España ha estado tan presente en su trayectoria como le gustaría?

En e¡España tuve la suerte de que orquestas como la de Granada contaron muy temprano conmigo, ya al poco de ganar allí el concurso de directores. También he tenido buena acogida por parte de la Sinfónica de Bilbao, la Orquesta de Valencia, la Sinfónica de Castilla y león, la de Extremadura, la de Galicia, la del Principado de Asturias… De un modo u otro todas han puesto una piedra más en mi camino y les estoy muy agradecido. Lo cierto es que no siempre es fácil contar con el apoyo y credibilidad en tu propio país; suena a tópico pero parece que muchas veces hay que conseguir fuera las cosas antes de lograrlas en casa.

Creo que Italia es como su segunda patria, tanto por motivos personales como por razones profesionales.

Italia es el país al que he llevado buena parte de mi carrera hasta el momento. Mi mentor es italiano, es el intendente del teatro de La Monnaie de Bruselas. Él pasó dos años interesándose por mi carrera, haciéndome un seguimiento continuado y luego me facilitó el acceso a grandes coliseos italianos, como el San Carlo de Nápoles, donde debuté con una Séptima de Mahler inolvidable. Para mí Italia es mi casa tanto como España; me ha dado muchísimas oportunidades, es un país que adoro. A pesar de sus defectos tiene muchísimas virtudes. Me siento querido allí, estoy casado con una italiana además y vivo allí hace ya bastantes años. En Italia he podido hacer la trilogía da Ponte completa, he hecho mucho Rossini, que es una experiencia increíble allí; y también mucho Verdi: Attila, Aida, Rigoletto… Es increíble trabajar en Italia y sentir sobre los hombros el peso del paso del tiempo y la grandeza del género, es algo que se percibe en la atmósfera en los teatros italianos por encima de teatros en ciudades europeas más importantes donde hay más capacidad técnica pero no hay ese ambiente. Creo que en ningún país como en Italia se crece como director de ópera, de foso.

Parece que llegan ahora los teatros españoles, como ese Otello en Valladolid y un Idomeneo en Valencia que no ha podido ser finalmente.

Sí, buscábamos hacer posible que me ocupase de un par de funciones, pero fue imposible cuadrar las agendas de Estrasburgo y Valencia. Estoy muy agradecido al Palau por los esfuerzos; es la segunda vez que se pospone mi colaboración con ellos, que esperamos que sea por fin para el año que viene con un concierto sinfónico y más adelante, en dos años, hablamos de hacer un título escenificado. Son sólo conversaciones pero me alegra mucho porque es el teatro de mi tierra y para mí es muy importante poder trabajar en Valencia, obviamente.

Ya había trabajado no obstante en el Palau de Les Arts.

Sí, en 2010 dirigí Una cosa rara de Martín y Soler. No es importante, pero tuve la suerte y el privilegio de ser el primer director valenciano en dirigir ópera en el Palau de Les Arts. Volviendo al Otello de Valladolid por el que me preguntaba: en Valladolid ya estuve precisamente con Una cosa rara, este proyecto de 2010 que hicimos en Les Arts y luego allí. De entonces nació la intención de hacer proyectos juntos, uno que se pospuso en 2012 por problemas de agenda y ahora por fin este Otello que ha sido un éxito por tres pilares básicos: un reparto extraordinario, una producción espléndida y un foso y coro magníficos. No todos los fosos de ópera cuentan con orquestas como la de Castilla y León, con esa solvencia sinfónica. No es una orquesta con una gran tradición lírica pero la experiencia con ellos ha sido magnífica: escuchan, tienen una gran disposición…  hemos disfrutado mucho. Lo mismo digo sobre Paco Azorín, un artista que crea desde la razón y la pasión a partes iguales. Y qué decir de Fabio Armiliato e Isabel Rey o Rodrigo Esteves… Este Otello ha sido una formidable experiencia.

¿Y llegan ya los grandes coliseos españoles, al margen de Les Arts? ¿Hay planes y contactos?

Sí, Joan Matabosch me invitó a dirigir un Barbero en el Liceo, cosa que no cuajó finalmente por mi agenda, pero al Real llegó en marzo de 2017 con el concierto de los ganadores del concurso Francisco Viñas

Es sorprendente ver toda esa generación de directores valencianos a la que usted pertence. Pienso en Bernacer, Tebar, Gimeno…-. Cada uno a su manera, claro; pero estamos sin duda ante una cosecha inédita

Sí, es curioso aunque creo que es el fruto del trabajo de una generación anterior. No conozco a fondo los demás casos, aunque son todos colegas destacables. Pero creo que somos todos fruto de un esfuerzo previo por impulsar la educación musical. Hubo una gran preocupación por ofrecer becas y permitirnos salir fuera a formarnos . Yo mismo con 18 años estaba en Alemania estudiando mi instrumento principal, antes de dedicarme a la dirección, asistiendo a menudo a conciertos de las mejores orquestas del mundo. El nivel del profesorado en España es mucho más alto hoy, pero sigue siendo fundamental salir fuera e intercambiar experiencias y conocimientos. Si estamos haciendo una carrera es porque nos han ayudado a hacerlo, no es sólo cuestión de talento. Y eso permite que sea ahora algo constante, no fruto del azar o de casos concretos, sino algo más estable y menos esporádico.

¿Qué viene en su agenda tras el Idomeneo de Estrasburgo?

Tengo concietos con la Sinfóncia de Castilla y León, después con la orquesta Ciudad de Granada, más tarde con la Orquesta de Valencia, después Traviata en el Festival Orizzonti. Conciertos en Padova, un Andréa Chenier en Sassari, una Adriana Lecouvreur en Las Palmas, Le Nozze di Figaro en Haifa, conciertos con la Orquesta Nacional de España, el concierto en el Real que le decía y por último un título por determinar en el Petruzelli de Bari.