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Yannick Nézet-Séguin: "Quiero situar al Met en la excelencia"

Con motivo de su gira de despedida como maestro titular de la Filarmónica de Rotterdam,  el pasado mes de agosto tuvimos ocasión de conversar con el flamante nuevo director musical del Metropolitan de Nueva York. El canadiense Yannick Nézet-Séguin (Montreal,1975) compaginará este importante compromiso con su titularidad en la Philadelphia Orchestra, cargo que ostenta desde 2012, y su posición en la Orchestre Metropolitain de Montreal, donde es titular desde el año 2000. El reto en Nueva York es evidente tras el abrupto cierre de la era de James Levine al frente del mítico coliseo norteamericano.

Creo que su figura no es todavía demasiado conocida en nuestro país, en España. De hecho, recuerdo que hubo mucha gente sorprendida con su nombramiento como nuevo titular del Met, como si usted hubiera salido de la nada. En realidad lleva 20 años de carrera a sus espaldas. ¿Me puede contar en pocas palabras quién es Yannick Nézet-Séguin y cuando empezó su vocación como director?

Nací en Montreal, empecé a estudiar piano con cinco años y a los nueve empecé a cantar en un coro, enamorándome ya entonces de la sensación de hacer música en grupo, con otras personas. Con diez años tenía ya claro que quería ser director y poco después empecé a estudiar dirección de coros. A los dieciocho años estaba al frente de varios grandes coros en Montreal. Por aquella época fundé un conjunto de música barroca, La Chapelle de Montréal. Y al cumplir los veinticinco empecé a dirigir la Orchestre Metropolitain de Montreal, donde aún hoy sigo como titular, casi veinte años después. De alguna manera creo que mi trayectoria es semejante a las de la “vieja escuela”, por decirlo de alguna manera. Porque empecé desde abajo, poco a poco. También fui asistente y director de coros en la Ópera de Montreal durante un tiempo. Montreal es una ciudad importante, aunque no demasiado grande ni demasiado expuesta, ideal por tanto para comenzar una trayectoria profesional, como así fue en mi caso. 

Un punto de inflexión importante para su carrera fue la titularidad al frente la Filarmónica de Rotterdam, sucediendo nada menos que a Valery Gergiev.

Sí, hace ahora diez años, en 2008, me convertí en director titular de la Filarmónica de Rotterdam. Este compromiso termina ahora, en 2018, aunque seguiré vinculado a la orquesta en las próximos temporadas. En 2012 me nombraron también titular de la Orquesta de Filadelfia y ahora finalmente ha llegado la titularidad en el Metropolitan de Nueva York. Visto desde cierto punto de vista podría parecer que todo ha ido muy rápido, pero personalmente lo he vivido como algo muy gradual, puesto que empecé muy temprano, siendo apenas un niño o un adolescente. 

Su nueva posición en el Metropolitan de Nueva York lleva aparejada una gran responsabilidad, aún más cuando el tiempo anterior se ha cerrado de una manera un tanto abrupta, con todo el affaire Levine.

No cabe duda de que estar al frente de una institución musical con la historia y relevancia del Metropolitan de Nueva York supone un encargo de primera magnitud. Pero no lo vivo con temor, sí por supuesto con responsabilidad, pero también con entusiasmo. Creo que tenemos la oportunidad de emprender un nuevo tiempo para el Met, si perder de vista sus raíces y su identidad, pero acompasando su paso al siglo XXI. Suceder a Levine, en términos musicales, es un encargo complicado, pues el Metropolitan tal y como hoy lo conocemos es algo que se forjó, entre otras cosas, gracias a su labor durante décadas. Lo cierto es que tampoco era fácil suceder a Valery Gergiev en Rotterdam y las cosas allí han salido muy bien durante estos diez años. Lo mismo podría decir de Filadelfia, donde tomé el relevo de una gran nómina de maestros: Muti, Sawallisch, Eschenbach y Dutoit... Poca broma (risas). Cada encargo, cada institución y cada tiempo tienen sus retos particulares. En la Orquesta de Montreal el desafío era conseguir asentar un proyecto con personalidad propia, en una ciudad donde ya había otra gran orquesta, la Sinfónica de Montreal. En Filadelfia tuvimos que enfrentar serios problemas de financiación, tras la crisis de 2008. Y en Rotterdam la ambición era situar la orquesta en una posición de reconocimiento, para que no pareciera estar siempre a la sombra del Concertegebouw. 

¿Cuáles serían entonces los desafíos o retos para el caso concreto del Metropolitan de Nueva York?

En el Metropolitan es importante devolver la pasión y el entusiasmo a la institución, y esto afecta tanto a los trabajadores como al público. Es fundamental mantener y perseguir siempre un nivel de excelencia en el plano artístico. Quiero situar al Met en la excelencia. Y al mismo tiempo ampliar el repertorio y ampliar los horizontes, abrir la mirada más allá del gran repertorio. El Met debe lograr también una posición de mayor reconocimiento y presencia, tanto en Nueva York como en los Estados Unidos, donde sería bueno recuperar las giras de antaño, más allá del importante programa de retransmisiones en directo que ya tenemos. 

¿Cómo pretende ampliar el repertorio en el Met, un teatro donde el enfoque viene siendo más bien conservador en estos términos?

Algo fundamental es animar aún más el vínculo den nuestro teatro con la música de nueva creación. Debemos ser un foco de producción, con encargos específicos; el Met debe acoger estrenos mundiales como algo regular. Estamos trabajando ya en muchos proyectos en este sentido, incluyendo el encargo de dos óperas a dos mujeres, las compositoras, Jeanine Tesori y Missy Mazzoli. 

Viéndole trabajar y tratar con sus músicos me ha parecido que su actitud y su método tienen mucho en común con lo que apuntan y hacen otros maestros de su misma generación, con un ideal mucho más comunicativo de lo que significa hacer música. Pienso en Kirill Petrenko, Andris Nelsons, Pablo Heras-Casado, etc. Y me refiero a una concepción más horizontal y menos vertical de la autoridad del director. ¿Se está perdiendo el viejo liderazgo, para bien o para mal?

Sí, personalmente no entiendo la música de otra manera que como comunicación. Y por extensión mi trabajo como director termina siendo una labor de comunicador. Ahora bien, ¿qué es la comunicación? La música debería emocionar a la gente. Se trata de generar sentimientos en los espectadores, algo tan sencillo y tan complejo como eso. Tengo la impresión de que los maestros de mi generación hemos asumido que las emociones son parte fundamental de nuestra tarea, que no están reñidas con la parte más técnica y racional de nuestro oficial, una parte que en cualquier caso sigue siendo fundamental. 

Dicho esto, es complicado valorar si el liderazgo de otro tiempo se está perdiendo. Mi gran maestro fue Carlo Maria Giulini, a quien tengo por un enorme comunicador, un gran conversador, alguien muy abierto al intercambio de pareceres con sus músicos. Y sin embargo su figura seguramente se asocie con los directores de otro tiempo, con ese viejo liderazgo que mencionaba. Seguramente no hay una censura radical entre generaciones: hay maestros hoy en día que siguen cultivando ese estilo más autoritario de otra época; y a buen seguro, le mencionaba el caso de Giulini, hubo maestros década atrás que tenían el ideal comunicativo muy presente en su trabajo. Hay una tendencia, eso es evidente, y creo que directores como Petrenko, Nelsons, Dudamel o Heras-Casado son excelentes ejemplos de lo que comentaba, de una sensación de equipo en la conexión con los músicos sin la que no concebimos ya nuestro trabajo. Detrás de todo esto hay un cambio más profundo, seguramente, que parte de nuestras escuelas, de nuestros conservatorios y, en fin, de nuestra sociedades, donde el liderazgo de otro tiempo, esa autoridad entendida como poder, cada vez tiene menos espacio y razón de ser.

Finalmente me gustaría hablar de su repertorio, en el que determinados compositores han sido centrales, caso de Bruckner por ejemplo.

Sí, Bruckner me ha acompañado desde muy joven. Creo que soy un director afortunado porque, siendo aún relativamente joven, he tenido la fortuna de dirigir ya las sinfonías completas de algunos grandes compositores como Bruckner o Mahler, por ejemplo. Estoy ampliando mi repertorio con Shostakovich. 

He hecho algunas óperas de Strauss y quiero ampliar también mi repertorio alemán, en este sentido. No he dirigido demasiado Wagner, tan solo Lohengrin, Parsifal y El holandés errante, y lo cierto es que querría ir despacio con sus óperas. En cualquier caso, puedo anunciarle que dirigiré el Anillo completo en el Met, eso está ya en agenda. Y por supuesto, en repertorio sinfónico, me gustaría revisitar una y otra vez las partituras de Tchaikovsky, Mendelssohn o Beethoven. También quiero trabajar más repertorio de Haendel y Monteverdi. Y por supuesto las nuevas óperas, los encargos para el Met que antes mencionaba.

Foto: Hans van der Woerd.