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El interés del testimonio

Así era Lev Tolstói (III): Tolstói y la música. Edición y traducción de Selma Ancira. Acantilado. Barcelona, 2022.

La editorial Acantilado, en su contrastado interés, entre otros, por desentrañar aspectos desconocidos de figuras culturales universales, está publicando unos pequeños libros alrededor de la figura de Lev Tolstói. Y lo hace desde la visión que sus contemporáneos tenían de él y de aspectos diferentes de este escritor tan poliédrico. En esta ocasión se trata de la relación de Tolstói y la música en una magnífica edición de Selma Ancira, que también es responsable de la impecable traducción. Tolstói no era una persona de trato fácil y no eran fluidas sus relaciones con figuras culturales contemporáneas. Tampoco tenía opiniones flexibles sobre sus antecesores, pero siempre fue muy importante para él la música, hasta el punto que se le atribuye la frase “la música es la única cosa que actúa sobre mí”, aunque temía que lo descentrara de sus objetivos literarios.

El primer testimonio que recoge esta edición es de un familiar lejano del escritor pero que, por diversas circunstancias (entre ellas el estar en contacto directo con la familia imperial rusa, lo que ayudó a Tolstói en sus conflictos con el Estado), tuvo una buena relación con él. Alexandra Andréievna Tolstaia atesora recuerdos de excursiones, vacaciones y veladas musicales compartidas que dan fe del lado más humano de nuestro personaje y que fueron publicados en su libro Remembranzas. Piotr Alexéievich Sergueriénko, un amigo muy cercano a Tolstói los últimos años de su vida, rememora en su libro biográfico De cómo vive y trabaja el conde L.N. Tolstói las ideas sobre el arte y especialmente la música que tenía el escritor, amante del clasicismo y que tenía este concepto de la música de finales del siglo XIX: “De las cuestiones sobre la vida pasamos a la música contemporánea. Lev Nikoláievich se dio a la tarea de demostrar que la música contemporánea no crea melodías y que va camino del ocaso. Y que todas las veladas sinfónicas con sus oyentes almidonados no son más que una moda y una falsedad. Si alguien, en alguna de las veladas sinfónicas, tuviera el valor de tocar de pronto, en el mayor momento de estupefacción musical, una kamarínskaia (canción folklórica rusa), todos se reanimarían anímicamente. Y se entiende por qué: la kamarínskaia comunica un determinado estado de ánimo, mientras que la música contemporánea no comunica sino tedio.”

Mucho más halagüeño y positivo para la imagen de ambos interlocutores es el texto que nos ha legado la compositora Valentina Semiórvna Serova, que escribió cuatro óperas, una incluso estrenada en el Teatro Bolshoi, y que fue una pionera pedagoga músical. La conversación que ambos tuvieron sobre la educación teatral y musical a los niños en la Rusia rural entusiasmó a Tolstói. Nos podríamos parar a comentar más encuentros con figuras que trataron al escritor, como el pianista y compositor Alexandr Borísovich Goldenweiser, o las visitas de  la también pianista y clavecinista polaca Wanda Landowska. Pero para acabar mi reseña quería citar los recuerdos de uno de los más míticos cantantes de ópera de la historia: Fiódor Ivánovich Shaliapin. En sus memorias rememora sus contactos con Tolstói. Especialmente significativo, y con un punto gracioso, es su primer encuentro acompañado nada menos que Sergéi Rajmáninov. Ambos visitantes se sienten intimidados por el escritor vivo más famoso de Rusia. Tolstói pide al compositor que toque alguna de sus piezas y al final le espeta: “Dígame ¿usted realmente cree que esta música le hace falta a alguien?” Un ejemplo más de la fuerte personalidad del escritor (aunque, desde nuestra perspectiva actual el comentario suene un punto grosero).

Sea como fuere, este libro no tiene desperdicio, se lee con suma facilidad y nos acerca, a través de los ojos de los que le conocieron a este escritor que sigue conmoviendo a quien se acerca a su obra.