a prueba de orquesta heras espasa

Un chico normal

A prueba de orquesta. Pablo Heras-Casado. Ed. Espasa. Madrid, 2018.

La vida artística de un director de orquesta es de las más largas dentro del mundo musical y del laboral. Es entonces, cumplidos por lo menos los sesenta, cuando suelen aparecer autobiografías, memorias, o biografías autorizadas que repasan la larga trayectoria del ilustre músico. Por eso sorprende la edición del libro que comentamos, en el que un director que aún no ha cumplido los 41 años se lance a escribir una autobiografía, no suele ser lo habitual. Pero me parece que a Pablo Heras-Casado tampoco lo podemos encasillar como un director convencional. Si se sigue su trayectoria profesional estos últimos años, en los que ha saltado más a la luz pública su trabajo, sorprende la variedad de repertorios por los que transita, acostumbrados como estamos a la especialización, al director que va creando distintas capas que acaban formando las famosas “reputaciones”: el Bruckner de A, el Mahler de B, el Bach de C…. No parece ser este el camino del director granadino y esto, que puede a veces romper los esquemas de la crítica tradicional, es su mayor virtud: esa heterodoxia que le hace pasar de Mendelssohn a Zimmermann, de Monteverdi a Wagner.

Cuando se lee su libro se entiende mucho mejor al hombre y al director, y, sobre todo, esta mezcla de estilos y repertorios que dirige. Para este segundo tema es muy esclarecedor el capítulo “Yin Christophers y Yang Boulez”: dos directores diferentes, uno especialista en música barroca, el otro en contemporánea que le han influído de igual manera y de los que ha sacado enseñanzas que él ha acomodado a su manera de ver la música. Porque este es otro de los pilares del libro, su forma de vivir la pasión que siente por la música, en muchas de sus facetas y estilos. Una pasión que transmite al leerlo, porque todo el texto transmite sencillez y una intención clara de que el lector (que él presume no iniciado o poco versado en la música clásica) llegue a amar la música como él la ama. Librándose de clichés, de corsés y de formalismos. De una manera cercana y placentera. Y cuando se va leyendo se descubre al hombre que hay detrás de esas ideas, que insiste en varias ocasiones en sus orígenes de clase media, de su normalidad, de no ser un friki de biblioteca o pentagrama. Pero no puede disimular que ha sido una especie de “picaflor” y que no ha parado desde de la adolescencia de meterse en mil y un proyectos, en cursos, en actuaciones, de todas formas y maneras, dejando a un lado en su evolución como músico el mundo de la educación musical en España, que como otros músicos consagrados, crítica, aunque sin ensañarse, por su rigidez. Sería, si estuviéramos en EE.UU, un auténtico self made man, y ha llegado a donde está con tesón, esfuerzo y buen talante, sin ese toque de amargura que se lee a veces en las historias de algunos músicos.

El estilo literario no busca el refinamiento ni la erudición, es cercano, ameno y sincero, y el contenido, interesante, sobre todo para sus admiradores y para el público en general. Los capítulos son cortos y variados (con algunos títulos demasiado obvios, por sacar alguna pega) mezclando Heras historias propias con anécdotas simpáticas como la que cuenta de Muti en la recogida de un premio en Estados Unidos y la de la participación del propio Heras en “La ruleta de la fortuna” en Telecinco. Salta de un tema a otro, pero el hilo conductor siempre es él mismo, su propia evolución. Y su amor por Granada, que ha culminado con su elección como director del Festival Internacional de Música y Danza y que un periodista bautizó con el título de la “Era de Heras”. Él asume el reto con ánimo y ganas de hacerlo lo mejor posible pero, como en todo el texto, siempre aparece ese toque de “bueno, ahora estoy aquí, pero no pasa nada, lo vivo con normalidad”. Un libro que gustará a los seguidores de Pablo Heras-Casado, que ha mostrado una vez más su talante al no esperar a ser nonagenario para contar sus experiencias y que, además, gustará a mucho más público por su fácil lectura, su llaneza y, como ya se dijo, su  amenidad.

Foto: Espasa.