soler luis victoria

La música de un confesor

Tomás Luis de Victoria. Música en la ciudad celeste. Josep Soler. Antoni Bosch. Barcelona, 2018.

Como su anterior ensayo Fuga, Técnica e Historia (1980) también editado por Antoni Bosch, el estudio de Josep Soler sobre Tomás Luis de Victoria publicado en 1983 vino a llenar un hueco en la bibliografía española al respecto. En este caso, un verdadero hito historiográfico inspirado por la profunda consciencia histórica de este discípulo de un discípulo (Cristòfor Taltabull) de Felip Pedrell –quien hace una centuria editara la obra del abulense–. En el contexto de su producción escrita, hay que entenderlo como una extensión de su anterior texto, primero de dos volúmenes, La música I: de la época de la religión a la edad de la razón (1982) cuyo quinto capítulo finaliza con una consideración acerca de Palestrina y Victoria, representantes ilustres de los últimos compositores al servicio de la Iglesia, donde el español destaca por saber “humanizar y dar expresión a su música vocal, trágica pero discreta”.   

Si nos preguntamos por el valor de este ensayo en su contexto, resplandece aún más. Nos tenemos que retrotraer a Pedrell y su Estudio bio-bibliográfico o su estudio más amplio Tomás Luis de Victoria, abulense de cuya primera edición se cumplen 100 años. La historiografía española de la posguerra y el franquismo estuvo marcada por la mitificación histórica y la exaltación imperial de los siglos XVI y XVII, cuya época corresponde a nombres como los de Victoria, Morales o Guerrero, y ello determina el carácter de las monografías. En este sentido, el IV Centenario en 1948 se aprovechó para la creación de un concurso que celebrara la “polifonía sagrada española del XVI, que determina nuestro predominio en este aspecto de la cultura” bajo ese signo. Si nos preguntamos lo mismo 35 años después, su valor no se reduce lo más mínimo, y ahí radica la importancia de esta nueva edición. La bibliografía que podemos considerar al respecto, al margen de artículos y textos dispersos, es muy escasa. Los artículos de Samuel Rubio –que Soler ya tiene en cuenta en su texto– recogidos en un volumen de la SEdeM (2012) o las actas del simposio internacional celebrado en el cuarto centenario de su muerte también publicadas por la SEdeM son las únicas referencias posteriores que podemos citar.

Soler teje un relato biográfico y un estudio que piensa Victoria en diálogo con Palestrina o Cabezón, pero también con Galileo, Kepler o Shakespeare.  A esto debemos añadir que el autor tiene predilección (argumentada) por establecer paralelos históricos, y así lo hace a siglos de distancia entre Victoria y la crisis de la modalidad y Arnold Schönberg y la atonalidad. En definitiva, el autor enriquece la lejana realidad de Victoria para que podamos guiarnos por ella y respirar el ambiente de su mundo social, cultural y musical. Tras un original prólogo de Joan Pere Gil para esta edición que hace balance del libro y el autor, la introducción comienza con una declaración de intenciones, afirmando que una biografía no puede desligarse de nuestra cosmovisión (p. 21). Y así, hasta la página 86 y a lo largo de los dos primeros capítulos (“Noche pasiva del espíritu” y “Poder y culpabilidad”) el libro es un ensayo de filosofía que se sirve de las herramientas conceptuales de la sociología y la historia crítica de la religión para disponer el espacio desde el que estudia la figura de Victoria. Esto es fundamental, porque en la medida en que Soler entiende que la evolución de las formas musicales desde el renacimiento están determinadas por la utilización de los textos litúrgicos, “Victoria no es un compositor, sino un confesor, un artista que trabaja a sueldo para la liturgia y que sólo para ella y sólo en razón de su existencia está justificado su trabajo” (p.133). Tras un apasionante recorrido por su vida y obra, el libro se completa con un sugestivo análisis del motete O vos omnes. Una valiosa cronología que ocupa 12 páginas subraya el diálogo de Victoria con su contexto histórico en la música, política, arte, religión, ciencia y filosofía de la época. Un apartado de bibliografía, ediciones y discografía actualizado respecto a la edición de 1983 hubiera redondeado una reedición que celebramos.

Lejos de toda frialdad académica o de un seco análisis erudito –sin que falte ni la investigación ni un apabullante bagaje cultural y musical– se trata de la obra de un compositor y pensador que no teme ensuciarse las manos en el sentido sartreano de la expresión: sin abandonar sus principios y su filosofía de la historia, acomete la titánica tarea de ofrecer un retrato vivo de Victoria capaz de respirar con naturalidad en el Renacimiento español con todas sus luces y sombras. Un libro valiente que no esquiva la pregunta: “¿Cómo debemos, hoy en día, escuchar su obra?”, para responder acto seguido: “no son obras de museo (...) son obras aún vivas por la fuerza de su propia estructura y por su propia calidad”. El colofón de Soler es brillante: “el arte es intemporal y carece de épocas. Sólo tiene intenciones”.

Foto: Ed. Antoni Bosch.