LA DANZA Y EL POETA
Filosofía de la danza. Paul Valéry. Editorial Casimiro. Madrid 2018.
En este pequeño ensayo del poeta y pensador francés –no le gustaba autoproclamarse filósofo- Paul Valéry, se reúnen tres textos que podrían ser analizados de forma individual gracias a un hilo conductor elaborado para responder una simple pregunta: ¿qué es la danza?
En el primer “micro ensayo” –cuyo título da nombre al libro–, una conferencia que pronunció en 1936 antes de una actuación de la gran Antonia Mercé, La Argentina, a la que admiraba profundamente, Valéry expresa con un lenguaje convincente y emotivo su defensa de la danza como arte y no como mero entretenimiento –lamentablemente en la actualidad hay personas que opinan así, seguramente por un simple desconocimiento al no adentrarse en el verdadero significado de este lenguaje expresivo-. Se apoya dicha tesis en la capacidad física del cuerpo humano que, desde sus orígenes, buscó el placer a través del movimiento hasta agotar sus fuerzas, dejando paso al “otro yo” y creando un mundo paralelo, un mundo al mismo tiempo inestable y reglado, un mundo arbitrario e innecesario para la supervivencia, pero que nuestros sentidos convirtieron en único y necesario, hasta el punto de que ahora no podríamos vivir sin él.
El segundo texto está tomado del libro Degas Danse Dessin, publicado en 1938, en el que recuerda al ilustre pintor y su amor por la danza. Aquí reivindica el proceso creativo como arte en sí, como hecho artístico dentro de diferentes universos (poesía-danza, música-danza o plástica-danza). Con un lenguaje poético rodeado de sensibilidad, el pensador logra completar los pasajes más brillantes del libro con reflexiones como “el placer de danzar esparce en su alrededor el placer de ver danzar” o “en el Universo de la Danza el reposo no tiene sitio; la inmovilidad es algo obligado y forzado, un estado pasajero y casi una violencia, mientras que los saltos, los pasos contados, las puntas… son formas completamente naturales de estar y de comportarse”.
En su tercera y última reflexión, de 1921, a modo de diálogo platónico entre tres personajes –Sócrates, Fedro y Erixímaco-, vuelve a mostrar su admiración hacia la danza, representada alegóricamente por Actité, una bailarina “que teje con sus pasos y construye con sus gestos otro mundo, no el que aparece ante nuestros ojos”, abstrayéndose de todo lo que la rodea, como si no existiera nada más que ella y su movimiento-creación. Valéry utilizará en este último tramo una gran carga simbólica adornada por un intenso lenguaje visual.
A lo largo de todo el texto, el pensador reconoce su gran desconocimiento sobre la danza, hecho que me parece relevante y honesto por su parte, y decide observar el espectáculo como mero espectador, intentando descifrar el misterio de este arte a través de “cómos y porqués”. Pienso que las conclusiones se quedan en meras digresiones reflexivas, nada desdeñables por su calidad, pero, sobre todo, lo suficientemente misteriosas para que los lectores que se acerquen por vez primera al mundo de la filosofía y el arte se queden, cuanto menos, “enganchados” a la causa.