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La paciencia del maestro

Música, sólo música. Haruki Murakami y Seiji Ozawa. Tusquets Editores. Barcelona, 2020

Una imagen recurrente que me ha ido asaltando a lo largo de la lectura de este libro ha sido la de un convaleciente Seiji Ozawa (había sido operado de una grave enfermedad en 2009, y las conversaciones aquí transcritas se desarrollaron entre 2010 y 2011 –año de copyright original del libro–) escuchando con una mezcla de paciencia oriental y amor a la música las demostraciones constantes del saber de Haruki Murakami. Porque uno de los resúmenes que se pueden hacer del texto (seguramente no el más complaciente, pero la que yo siento más vívido) es que el consagrado autor japonés muestra en este volumen su lado más egocéntrico, que también puede ser interpretado como extrema pasión por la música clásica, pero que siempre resulta demasiado centrado en resaltar lo personal. Aunque Ozawa es el maestro, el experto en música clásica,  Murakami, guardando las formas, eso sí, tiende a un protagonismo excesivo, haciendo preguntas que son afirmaciones, no dudas, y a las que el director simplemente asiente con, me figuro yo, paciencia infinita. Aunque según lo escrito, está encantado de estas conversaciones y también de lo que ha aprendido o reflexionado con el intercambio de opiniones con el escritor.

Y no es que no sean interesantes muchas de las ideas, informaciones o anécdotas que se van entresacando de la lectura. En absoluto. Murakami es un gran aficionado y Ozawa tiene tras de sí una trayectoria indiscutible. Pero para sacar las perlas que se esconden hay que leer muchas partes que solo pueden interesar al que quiera diseccionar, por ejemplo, el Concierto nº3 de Beethoven (que ocupa la primera conversación de las cinco en las que se divide el libro), escuchando diversas versiones, apreciando cada uno de los tiempos, cadencias y técnicas según sea el director o el pianista. Entre cada una de esas conversaciones se insertan unos “interludios” donde se comentan otros aspectos musicales, como por ejemplo el coleccionismo obsesivo de discos con el que Ozawa no está muy de acuerdo y que apasiona a Murakami, sobre el gran director Eugene Ormandy u otra sobre una de las grandes aficiones del japonés: el jazz. El resto de las capítulos-conversaciones siguen la misma tónica que la primera (aunque no se concentren en una obra o autor, como ocurre con las dedicadas a la ópera o a la trayectoria musical de Ozawa en los 60 y los cambios que trajo esa década): se desgranan informaciones sobre grabaciones, conciertos, anécdotas de distintos músicos y sobre el estudio más o menos concienzudo de las obras. 

Tengo que reconocer que pese a los muchos peros que le pongo a este libro (ahora los desgranaré), a un aficionado medio le resultará instructivo, sobre todo por los comentarios y apreciaciones de Ozawa, y aunque hay muchos momentos poco estimulantes, siempre aparece alguno que merece la pena. Pero lo que está claro es que no es un libro que tenga que ver con el Murakami escritor de culto, de bestsellers y eterno (qué losa debe ser eso para un escritor) aspirante al premio Nobel. No sólo porque no sea un libro de ficción, sino porque su característica escritura rara vez se vislumbra. Es  como si este fuera un libro escrito para disfrute propio, donde da rienda suelta a esa pasión por la música clásica que a mi me parece roza, con todos mis respetos, el “frikismo”, entendido como ese interés extremo en acumular un buen número de grabaciones y analizarlas con un detenimiento exagerado. Y esto no lo digo como un defecto. Utilizar un término tan común actualmente no significa un demérito, simplemente sirve para acotar o significar que tipo de aficionado entiendo yo que es el escritor. Y me atrevo a predecir que muchos de sus fieles lectores sentirán que el tema que desarrolla el ensayo les es totalmente ajeno, que una considerable mayoría de los músicos nombrados les son desconocidos y que su interés por las diferencias entre el sonido “gernánico” de la Sinfónica de Boston y el de la de Chicago es muy relativo.

El libro me ha hecho conocer mucho mejor a Ozawa, que realmente es el que aporta lo más interesante con sus experiencias y reflexiones, y por eso me ha merecido la pena leerlo. Creo que también gustará a los admiradores del Murakami más personal, los que quieran conocer aspectos más íntimos de uno de sus autores favoritos. Pero alguien que busque el Murakami más apreciado literariamente pienso que quedará algo decepcionado.

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