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La importancia de las voces

Oviedo. 14/11/2019. Teatro Campoamor. Giuseppe Verdi: Un ballo in maschera. José Bros (Gustavo III), Juan Jesús Rodriguez (Renato), Anna Pirozzi (Amelia), Judit Kutasi (Ulrica), Inés Ballesteros (Oscar), David Oller (Cristiano), Gianfranco Montresor (Horn), Kennet Kellogg (Ribbing) Manuel Gómez Ruiz (Un juez / un criado de Amelia) Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Fabio Ceresa, dirección de escena. Gianluca Marcianò, dirección musical.

Tras matar a su amigo Basil y deshacerse del cadáver por medio de productos químicos, Dorian Grey -totalmente aterrorizado- paga dos soberanos de oro a un cochero para que le lleve al corazón de los suburbios londinenses, a un fumadero de opio que el propio Wilde describe como “un lugar donde es posible comprar el olvido, un antro de horror donde destruir el recuerdo de antiguos pecados con el frenesí de otros pecados que sean nuevos”. Con esa concepción tan romántica en mente, u otra parecida, Fabio Ceresa, el director de escena de este Ballo in Maschera programado por la Ópera de Oviedo, se las ingenia para reemplazar la prescripción de Ulrica, que originalmente receta a Amelia una hierba tomada de un campo de ejecuciones, por una calada de opio en algún antro de las afueras. De todos los cambios realizados, fue éste el más original y llamativo, aunque lastrado por una estética japonesa al más puro estilo Madama Butterfly que resultaba un tanto desconcertante. Lo mismo sucedió con otros detalles como la caracterización de Renato como pintor de la Corte, irrumpiendo en el primer acto con caballete, lienzo y pinceles incluidos, o el tratamiento cortesano del Ulrica, que no aparece en un cobertizo sino en algún salón de corte palaciego. Cambios, todos ellos, un tanto arbitrarios y tomados en pro de un supuesto preciosismo escénico que se tradujo en vestuarios pomposos y decorados áureos que sostuvieron la obra con discreción.

En el plano vocal, se esperaba con cierta intriga el debut de José Bros como Gustavo III, un rol un tanto alejado de lo que es habitual escuchar en el tenor catalán quien, sin ir más lejos, brilló en el propio Teatro Campoamor hace dos temporadas encarnando el rol de Nemorino. Así pues, aunque su Gustavo destila oficio y está más que dotado de técnica, se hecha en falta un instrumento de mayor volumen y timbre más oscuro en un rol que Verdi plantea como lírico-spinto. Todo lo anterior debe entenderse, eso sí, dentro de un más que correcto resultado global, sobresaliente en lo dramático, y cuya factura ya quisieran muchos de los intérpretes que afrontan el personaje. Juan Jesús Rodríguez, por su parte, se demostró espléndido en el rol de Renato, ya desde el primer acto con “Alla vita che t'arride” y, especialmente, durante la famosa “Eri tu che macchiavi quell'anima” del tercero donde, de la mano de Juan Jesús, la representación alcanzó su mayor nivel de dramatismo y credibilidad escénica, momento que fue justamente recompensado por el aplauso del público. El rol de Amelia recayó en la soprano Anna Pirozzi, quien derrochó fuerza escénica y poderío vocal sellando junto con el propio Juan Jesús una pareja artística de envidiable nivel que, sin duda, agradecimos poder escuchar sobre las tablas del Campoamor. Quedará así para el recuerdo su “Morrò, ma prima in grazia” de un tercer acto para enmarcar.

El rol de Ulrica fue cubierto con oficio por Judit Kutasi, quien ofreció una versión correcta de un personaje un tanto desagradecido y que no tiene mucho más recorrido más allá de su aparición durante la segunda escena del primer acto con su “Re dell'abisso, affrettati”. Destacó, especialmente, el Oscar de Inés Ballesteros, intachable en lo vocal y genial en lo escénico, aportando siempre ese contrapunto de ligereza y comicidad que Verdi sitúa frente a la gravedad de la historia principal.

Dirigiendo a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, en el foso se contó con la batuta de Gianluca Marcianò, quien se demostró gran conocedor de la partitura y se esforzó por tratar de la mejor forma posible a los cantantes situados en cada momento sobre el escenario. Algo que, si bien Bros debió agradecer personalmente durante su “Ma se m’è forza perderti”, se tradujo en una falta generalizada de presencia en las cuerdas, que nos habría gustado escuchar con un nervio y una tensión mucho mayores de los que demostraron. El coro de la Ópera de Oviedo, por su parte, selló una interpretación más que correcta, tal y como acostumbra, acompañada además de una presencia escénica de peso.