sondheim

Stephen Sondheim. Retrato en cuatro escenas. 

Hoy cumple noventa años Stephen Sondheim, probablemente el más importante autor de musicales de todo el siglo XX, y su influencia sigue proyectándose en el XXI. Si no conoce su obra, no sabe lo que se está perdiendo. Le sugiero cinco escenas de cuatro musicales distintos para que atisbe su inmensa genialidad. Usted me lo agradecerá. 

 

Pretty Women - Sweeney Todd

El barbero lleva años esperando este momento. Por fin tiene en el sillón de su barbería, preparado para recibir el afeitado más apurado de su vida, al juez que lo condenó injustamente a presidio para poder dar rienda suelta a sus lúbricos deseos sobre su esposa. Años en los que ninguna noticia tuvo del paradero de ella ni del de su hija pequeña. Años de tiniebla y necesidad de venganza, rencor masticado en la miseria de la remota cárcel en la que fue confinado. 

Tras escapar, ha conseguido volver de incógnito a Londres, y poco a poco hacerse un nombre (falso) como barbero de enorme destreza. Y su esfuerzo ha dado, por fin, fruto: el famoso juez en persona se acerca a su salón para mejorar su aspecto en un día importante: ha decidido casarse con su protegida, que no es otra que la hija del barbero, a la que acogió en su siniestro hogar cuando su madre desapareció, para así dar cierta apariencia de respetabilidad a los deseos que ha empezado a sentir por ella, los mismos que sintió en tiempos por su madre. 

Los dos hombres conversan y el juez despreocupadamente le cuenta al barbero el motivo de su presencia en su salón, y él va preparando con parsimonia su instrumental: toallas, el jabón, su navaja. La navaja debe estar bien afilada, es una ocasión especial, todo debe ser perfecto, no hay que apresurarse. Y mientras acaba de preparar al juez para el apurado definitivo, charla con él. El monstruo capaz de retorcer la justicia a su antojo para sus propios fines charla con el otro monstruo, el barbero cuya humanidad ha sido hace tiempo consumida por el abrasador afán de venganza. ¿De qué conversan dos monstruos mientras uno se prepara para rebanarle la garganta al otro? De mujeres, por supuesto. Mujeres hermosas, fascinantes, que hacen cantar al hombre, que son la prueba de que está vivo y de que existe un paraíso. La canción les une en ese momento, crean una pequeña burbuja de falsa placidez mientras la brutal oscuridad les aguarda fuera, o más bien dentro, en la afilada hoja de esa navaja que el barbero va lentamente acercando al cuello del juez. 


Finishing the hat / Sunday - Sunday in the park with George

Ella se ha marchado. El pintor no puede decir que esté sorprendido, hace tiempo que sabía que era inevitable. O no, tal vez si hubiera sido capaz de comunicarse más, o de comunicarse, simplemente. Pero su fuerte no son las palabras, y ella lo sabía desde el principio. Cómo le explicas al amor de tu vida que si no hablas no es porque no sientes, sino porque no puedes. O porque hablas de otra manera. Cómo le explicas que ese cuadro que te obstinas en terminar incluso aunque le hubieras prometido ir al teatro es tu única forma de comunicarte, que el mundo que ves es el mundo que representas, y que no tienes opción: necesitas explorar el color y la luz porque esa exploración es lo que te define. Tu manera de estar en el mundo pasa por ese cuadro, es tu conversación, tu diálogo, tu monólogo, todo está ahí, ojalá ella pudiera verlo, ojalá pudiera ver ese sombrero que has creado donde no había nada. 

Y ojalá fuera suficiente; el pintor sabe que ella podía verlo. Pero ella no es como él, ella necesita sentir de otra forma, estar en el mundo de una forma que él no es capaz de proporcionarle. En ese mundo de caos, de imágenes inconexas, de gente que se mueve por motivos diferentes que a veces no es capaz de comprender. Ese es el mundo al que ella pertenece, en el que sabe desenvolverse. 

Pero el pintor se ha quedado solo, y sigue trabajando en su cuadro, porque su cuadro es su respuesta, su forma de encontrarle sentido a todo. Su pintura pone orden, organiza y ordena ese caótico mundo que él ha percibido a retazos, su cuadro es el mundo, en realidad, todo lo que el pintor es está en ese cuadro, finalmente el mundo muestra en él su armonía, su belleza, su milagro de luz y color en el que las palabras nunca tendrán nada que ver. 

 La canción se puede escuchar a partir de 1:20:00


On the steps of the palace - Into the woods

La muchacha ha salido huyendo. Por tercera noche consecutiva, ha escapado. Por supuesto que es divertido ir a un baile, pero hay que saber distinguir lo que es divertido de lo que está bien. O de lo que debería estar bien. Volver a casa, evitar el peligro. Volver a casa para querer volver a escapar inmediatamente. Su padre la ignora, y su madrastra y sus hermanastras la utilizan como criada, como alguien de segunda. Por eso quería ir al baile, por eso el vestido era tan importante, por eso lo hizo. 

Pero una cosa es ir a un baile y otra que un príncipe te proponga que seas su princesa, eso es una locura, no entra en sus planes. No entra en su lógica, ese no es su sitio. Y de pronto, la tercera noche, al huir, se encuentra con lo inesperado: el príncipe ha esparcido brea en las escaleras del palacio. Esto sí que no se lo esperaba, tal vez el príncipe sea sincero y quiera tenerla a su lado, por absurdo que parezca. Y parece absurdo, desde luego, la chica humilde al lado del príncipe encantador. Pero ¿quién sabe qué quieren los príncipes? ¿Y si resulta que eres lo que un príncipe desea?

Está hecha un lío, y la brea se está endureciendo, y ella no solo no sabe lo que quiere en realidad el príncipe, sino que se da cuenta de que ella tampoco sabe lo que quiere. El palacio es tentador y aterrador al mismo tiempo, un mundo muy distinto al que ella conoce, tiene que pensar con rapidez, se está quedando pegada... y, de pronto, como de la nada, tiene una idea, la idea. Ya sabe cuál es su decisión: no decidir. Va a dejarle una pista al príncipe, cualquier cosa, por ejemplo... ¡un zapato! Una pista para que sea él el que tenga que actuar, un zapato dejado como al azar para ver qué hace él entonces. Un zapato que, al mismo tiempo, le ha enseñado algo sobre sí misma, algo que no sabía y que no hubiera descubierto si no se hubiera quedado pegada en las escaleras del palacio. 

 La canción se puede escuchar a partir del minuto 50:53


Send in the clowns - A little night music

La gran actriz se ha quedado en blanco. La única e irrepetible ha perdido pie, quién lo hubiera dicho, a estas alturas de su carrera, después de tantos años de ser protagonista, de réplicas siempre ingeniosas, de aplauso seguro. Admiración, adulación, lujo, viajes, pelucas polvorientas, camerinos desconchados, joyas, plumas, champagne, cucarachas en el pasillo, ciudades indistinguibles, la vida  se va marchando sin darle el pie definitivo para su gran mutis. Sobrevivir, al fin y al cabo. 

Y de pronto parece que el autor del texto no ha descartado del todo que el final sea feliz: el abogado, su antiguo amante, su viejo amor, el padre de su hija (aunque él no lo sabe), reaparece de pronto tras trece años, contándole que hace unos meses que se ha casado con una muchacha de dieciocho años que le llena de ilusión y con la que es absolutamente feliz... o no del todo. Hasta el más bello retrato tiene un reverso no tan hermoso, la joven esposa tiene un miedo irracional al sexo, y después de once meses de matrimonio sigue siendo tan virgen como solo puede serlo una joven virgen sueca. 

Algo comienza a bullir en la mente de la actriz, tal vez aquello sea una señal, la oportunidad de, al fin, llevar una existencia coherente después de tantos años de caos. Ella es ya una mujer con una misión: rescatar al abogado de su absurdo sueño de renovar su irrenovable juventud y vivir con él hasta el final de sus días. Nada es fácil, por supuesto: el abogado está casado, y ella misma tiene un fogoso y descerebrado amante que se muere de celos ante la posibilidad de perderla ante otro hombre, aunque no muestra los mismos celos ni el mismo interés por su esposa, que le odia y le ama a partes iguales. 

El plan es perfecto: un fin de semana en la casa de campo de su madre, al que invita al abogado con su familia, pero al que también se las ingenia para asistir su amante, el soldado de plomo. Y cuando, al fin, se decide a dar el paso y contarle al abogado por qué le ha invitado y cuál es su plan, se queda casi sin texto: él no necesita ser rescatado, le dice, porque solo es capaz de pensar en la muchacha que le hace sentir vivo. No hay ovación de gala al final de su gran escena, no hay nadie para aplaudir. Necesitaría un giro inesperado, cómico, que hiciera reír al público y salvara el final de acto. El problema es que los payasos no pueden entrar a escena, porque hace tiempo que están allí. Quién sabe, tal vez la próxima temporada...