dama de picas antoni bofill liceu principal 1

Y antes, ¿quién cantaba?

Barcelona, 26/01/22. Gran Teatre del Liceu. Tchaikovsky: La dama de picas. Yusif Eyvazov (Hermann). Lianna Haroutounian (Lisa). Lukasz Golinski (Tomsky). Elena Zaremba (La condesa). Rodio Pogossov (Yeletsky). David Alegret (Chekalinsky). Ivo Stanchev (Surin). Antoni Lliteres (Chaplitsky). Lena Belkina (Polina / Milovzor). Mercedes Gancedo (Prilepa). Gemma Coma-Alabert (Maixa). Mireia Pintó (Gobernanta). Marc Sala (Maestro de ceremonias). Orquesta y Coro del Gran Teatre del Liceu. Dmitri Jurowski, dirección musical. Gilbert Deflo, dirección de escena.

Lo que hace tener verdadera historia (175 años, de hecho): un título tan infrecuente por estas coordenadas como La dama de picas, siempre a la sombra mediática de su hermana mayor Evgeny Onegin y, últimamente, Iolanta, se ha escuchado ya en el Liceu en numerosas ocasiones. La primera de ellas hace exactamente un siglo, más tarde ya, todavía habrá quien haya podido escuchar hasta seis versiones diferentes de su música. A finales de los años sesenta (cantada en serbocroata) y, después, en cada década desde los años 80. A partir de 1992, siempre con la misma puesta en escena, firmada por Gilbert Deflo. Su propuesta, qué duda cabe, es bella y recargada, a través de unos opulentes decorados y vestuario, a manos de William Orlandi. El movimiento de masas y el dramatismo de cada personaje corresponde a los cánones más clásicos, así como el total del concepto plástico, entiendo que adecuándose a lo que perseguía Tchaikovsky en la adaptación del texto de Pushkin, mirando más hacia el trasunto romántico y, como siempre, embebido de la tradición centroeuropea, especialmente francesa e italiana. Con un tema como la adicción al juego, en 2022, uno hubiese esperado la transliteración de esos códigos hacia un barrio actual plagado de casas de apuestas y tragaperras, pero lo cierto es que la trama pasa de soslayo por la ludopatía de su protagonista, Hermann y no parece dar para mayores propósitos escénicos. La mayor licencia que se toma Deflo, sin trascender ni transgredir, pero desde luego de forma muy acertada, es la utilización de panelados negros que vienen a ayudarnos, como espectadores, a enfocar nuestra atención en el drama propio, individual, de cada uno de los personajes.

Por cierto, en el trabajo de masas, un inciso: espectacular despliegue de medios y posibilidades el del Liceu para estos tiempos de pandemia en las escenas de conjunto, especialmente el Intermezzo con, seguramente, más de 80 personas sobre el escenario. Las cosas bien hechas, sin soberbia o envanecimiento, y sin poner en peligro la vida de los artistas. Ya protagonista por protagonista, el Hermann de Yusif Eyvazov apareció, una vez más y como parece ser costumbre, algo perdido en lo escénico. En su escena de la tormenta no encontraba el foco y cantó en la oscuridad por momentos, o estuvo demasiado tiempo bajo la ventana en su encuentro con Lisa, amén de unos gestos corporales demasiado gruesos. En lo vocal, el tenor mostró siempre intención por el fraseo y cargó acentos, con una emisión cómoda, de formas honestas y disfrutables. Faltó, con todo, mayor implicación en su en rededor, sin llegar a sonar empastado con su amante, por ejemplo, en la escena comentada. Lisa, por su parte, estuvo interpretada por Lianna Haroutounian, quien sustituía a la prevista Sondra Radvanovsky. Mostró en todo momento el pathos necesario para el personaje, con un timbre cálido, homogéneo, terso, como es habitual en ella, destacando muy especialmente en su última escena.

dama de picas antoni bofill liceu condesa 1

El mejor momento de la noche, sin embargo, estuvo protagonizado por el personaje de La Condesa, en esta ocasión cantado por Elena Zaremba, quien hace 10 años ya interpretó en esta misma producción y teatro, los personajes de Polina y Milovzor. La voz de la mezzosoprano no parece poseer la suficiente contundencia, densidad y graves que este regio papel requiere (Elena Obraztsova y Ewa Podlés cantaron aquí en las últimas ocasiones) mas, sin embargo, Zaremba creó un personaje completo, rico en matices vocales y dramáticos. Su escena del segundo acto junto al coro y el soliloquio final, fue algo verdaderamente emocionante, que situó los valores musicales y vitales de Tchaikovsky a una gran altura. "Estoy cansada, no puedo más... ¡Ah, este mundo me aburre!" El manto de añoranza de quien ya no desa vivir más, como la condesa viuda de Graham en Downton Abbey, o como tantos aficionados a la ópera que penan de noche en noche, como plañideros profesionales ante la nostalgia de lo vivido cuando, para bien o para mal, es imposible recuperar el pasado. Con todo ello, sin embargo, la melancolía tiene algo de belleza, o mucho, sobre todo en el modo en que siempre la sentía Tchaikovsky y que tanta parte forma del rico imaginario cultural ruso: Dostoyevsky, Chejov, Rachmaninov, Sokurov...

Entre lo acertado y lo suficiente todo el plantel de secundarios y comprimarios, destacando la Prilepa de Mercedes Gancedo y la Polina / Milovzor de Lena Belkina. No brilló especialmente el Coro del Liceu en esta ocasión, con un primer cuadro en el que fue sobrepasado por el foso (culpa, también, de tener que cantar con mascarilla), ganando enteros a medida que avanzaba la noche. Delante de la Orquestra del Liceu, Dmitry Jurowski, quien levantó un sonido siempre compacto, denso, aunque no suntuoso, carente en demasiados momentos de esa pátina pastel tchaikovskiana tan necesaria aquí. Mejor en los momentos de mayor tensión y carga emocional, remarcada por el compositor en la cuerda grave o los metales y especialmente a partir del segundo acto. Con un compositor tan entregado al pasado, con alusiones, incluso, directas a Mozart y al Barroco, a la Italia donde compuso esta obra... mientras que, al mismo tiempo, cubre su partitura con un velo de destino (las correlaciones con su Sexta y última sinfonía, estrenada poco después, son conocidas), yo hubiese necesitado más. Más fantasía, más vuelo, más detalle.

Mientras termino de escribir estas reflexiones, acudo al Teatro de la Zarzuela, donde su director musical, Guillermo García Calvo, sale a saludar por sí mismo en los saludos finales. Sin tener que ir nadie a buscarle, casi siempre una mujer. Avanzar con y como sociedad, también desde los escenarios líricos... ¡es vital! Me sorprendió especialmente que en el Liceu, tras una ópera protagonizada por un hombre como es La dama de picas, fuesen las mujeres quienes tuviesen que ir a buscar, rindiendo pleitesía, al director musical y al escénico. Es tiempo de avanzar, de cambiar los códigos impuestos desde una tradición creada en un mundo machista que ya no nos representa.

dama de picas antoni bofill liuce conjunto 1

Fotos: Antoni Bofill.