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El barco de mis quereres

Madrid. 28 y 29/01/22. Teatro de la Zarzuela. Sorozábal: Entre Sevilla y Triana. Carmen Solís / Berna Perles (Reyes). Àngel Òdena / Javier Franco (Fernando). Anna Gomà (Micaela). Ángel Ruiz (Angelillo). Andeka Gorrotxategi / Alejandro del Cerro (José María). Antonio MM (Mariano). Gurutze Beitia (Patro). Lara Chaves (Esperanza). Joseba Pinela (Olden), Jesús Méndez (Cantaor). Abraham Lojo (Guitarrista), entre otros. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Guillermo García Calvo, dirección musical. Curro Carreres, dirección escénica.

"El rio Guadalquivir
se quejó una mañana:
me tengo que decidir
Entre Sevilla y Triana
y yo no sé cómo elegir.
¡Ay, quién pudiera
fundir en un perfume
menta y canela!"

El río de mi Sevilla. Lole y Manuel.

Lo de Sevilla es una cosa mágica. Como ciudad, como forma de vivir... y de sentir la música. Quizá por ello sea la ciudad donde se han inspirado más obras líricas a lo largo de la historia: desde Mozart a Corigliano, pasando por Rossini, Milhaud, Massenet, Bizet, Donizetti o Haendel, por citar sólo unos pocos. De hecho, Cecilia Bartoli y el Festival de Pascua de Salzburgo le rinden homenaje este año, con una programación vertebrada por sus calles y colores. Por supuesto, también entre los nombres de aquí la ciudad ha sido germen de numerosas obras musicales y Pablo Sorozábal, una auténtica caja de música y maestro absoluto de la zarzuela, miró hacia el Guadalquivir, estrenando, en 1950, Entre Sevilla y Triana.

Siendo la primera vez que el Teatro de la Zarzuela presenta este título en su escenario desde su estreno (en los últimos años hemos podido disfrutar de Katiuska, La del manojo de rosas, Black el payaso y Juan José), se constata una vez más la maestría del compositor por recrear atmósferas y ambientes musicales propios, colores, tímbricas. Por si las sevillanas o los zorongos no fueran suficiente, de hecho, Sorozábal incluye guitarras en la instrumentación y la propuesta de Curro Carreres añade, además, momentos de flamenco (con el cantaor Jesús Méndez y el guitarrista Abraham Lojo, excelsos, a la cabeza) ajenos a la partitura que, lejos de diluir la fuerza de la trama, llevan al público al delirio. Sorozábal no descubre aquí la fórmula de la Coca-Cola, ni siquiera se le acerca, pero levanta una obra que, como el mismo indicaba, se descubre popular, fácil, agradable, con una historia que llega y una música, en sus formas más cercanas, que acaba pegándose.

En cuanto a la trama, con libreto de Luis Fernández de Sevilla y Luis Tejedor, bebe de un tema muy en boga en la época: las madres solteras, que por ejemplo llevaron al cine Buñuel y Saénz de Heredia con La hija de Juan Simón (1935), o Antonio Molina con el mismo título en 1957. Quizá haya quien aún recuerde los antiguos seriales radiofónicos, con la truculenta historia de Ama Rosa que se escuchó en Radio Madrid en 1959 y que Imperio Argentina protagonizó en la gran pantalla un año después. Por supuesto, el paralelismo entre este título de Sorozábal y la Madama Butterfly de Puccini, con la mujer que ha sido madre a la espera de que vuelva el marinero, con su hijo en brazos, es evidente. Y luego, para Marinero de luces, el de Perales que inmortalizó Isabel Pantoja, ya en los años ochenta. El tema, quiero hacer ver, es recurrente. Y siempre desde la mirada del hombre, obviamente. Señores hablando de lo que quieren y pueden las mujeres, decidiendo por ellas, cosificando. De ello hay atisbo también en Entre Sevilla y Triana, que estamos hablando de 1950, con algún cruce entre los personajes de Fernando y José María. 

Sin embargo, la propuesta de Carreres no hace hincapié en ello, sino en la libertad, en la capacidad individual de su protagonista, Reyes. Se liman los textos hablados para ser recibidos desde el presente, o así me ha dado la impresión. Los teatros han de ser, siempre, un lugar donde, además de reflejarnos, avancemos como sociedad, como individuos, de un modo u otro y salgo con la sensación de que el final original, donde el hombre convence a la mujer después de abandonarla para que vuelva con él, queda aquí abierto. No tengo claro si Reyes zarpa en el barco de Fernando y ese es el mejor y mayor giro que puede dársele a la obra para ser recibida e interiorizada desde el patio de butacas, en 2022. Por lo demás, habiendo asistido a dos de las funciones, todo estuvo más rodado, fluyó mejor en la noche del 29, aunque aún faltarían por dinamizar algunos movimientos escénicos y coreografías y no termino de entender cómo se plantea el cuadro de los marineros y la habanera. Finalmente, tras acabar de regresar de ver Sevilla por primera vez en 35 años, siento que la escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda me abraza. Sus azulejos, los monumentos, las flores, el río, el barco... a todo le encuentro sentido y es la mejor transición para volver a la rutina de Madrid, después de haber soñado tanto a orillas del Guadalquivir. 

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Sobre el escenario, primero de todo, el gran esfuerzo y trabajo de tanta gente que no ha nacido ni vivido en Triana, pero que hace por mostrar el arte sevillano en el decir. Lo dice un madrileño: ¡Qué vivan los idiomas! ¡Qué vivan los acentos! ¿Por qué todo tiene que tener acento "neutro" desde las tablas? ¿Por qué tanto centralismo? Si Tanxugueiras son maravilla, maravilla es también mostrar Sevilla con acento sevillano. O un intento, más o menos logrado, de ello. Los dos repartos se sostienen por sus secundarios y por sendas voces protagonistas, las de las sopranos Carmen Solís y Berna Perles. Solís regresa a la Calle Jovellanos tras las recientes Juan José, El Gato montés, María del Pilar y El caserío, recreando de nuevo a un personaje absolutamente creíble en lo escénico, con una Reyes de voz homogénea y bello timbre, con tercio superior esmaltado y siempre acompañando a la emoción del rol. En el reparto alternativo entraba Berna Perles, tras la cancelación de Ainhoa Arteta por motivos de salud, siendo este su primer papel protagónico en el Teatro de la Zarzuela. La soprano malagueña tiene eso indescriptible llamado "poderío", que destila en cada escena y con el que crea un personaje auténtico, verdadero. Conseguir verdad a través de la ficción. No puede pedírsele más. Para ello, acompaña a su dramatismo con la búsqueda del color, del matiz cánoro en un timbre suntuoso, denso, de agudo natural y espléndido fiato, como demostró en varias ocasiones. Cada una de las tres veces que Reyes canta su romanza El barco de mis quereres a lo largo de la obra, sentimos tres momentos vitales y el caer el telón del primer acto, la lágrima está asegurada. "Un hijo de mi alma no es hijo malnacido".

Ante la cancelación, también por motivos de salud, de Carlos Álvarez, fue el barítono tarraconense Àngel Òdena quien le sustituyó como Fernando. Sus medios son robustos, contundentes, jugando con gusto en las inflexiones, no obstante, tanto como le permite el instrumento. Así se disfrutó, por ejemplo, en el cierre de su última romanza: Nadie sabe como empiezan estas cosas. Igualmente elegante el Fernando de Javier Franco, que una vez más hizo gala de ser un músico inteligente, además de con buen gusto a la hora de frasear y poner en práctica las dinámicas apuntadas en sus páginas, especialmente en Dios te salve Sevilla. Franco, que saltó al rescate de las funciones de La bohème del Teatro Real, en pleno foco de contagios por coronavirus, terminó él también contagiándose, perdiéndose parte de los ensayos, por lo que el valor de su arte es aún mayor. De modo similar ocurrió con el tenor Andeka Gorrotxategi, recusado por el director musical de aquellas funciones, pero que tuvo que salir a salvar una noche en que Joshua Guerrero no pudo concluir, a pesar de haber pedido no cantar porque se encontraba mal, y a pesar de que se indicó al público que Gorroxategi no cantaba por enfermedad (Leer a Joan Matabosch, director artístico del Real, afirmando ser la envidia de todo el mundo, causa, como mínimo, sonrojo). No debe ser fácil, anímicamente y artísticamente, reponerse de una situación tal, por lo que el valor de Gorroxategi reside ya en volver a salir a un escenario con todo su arrojo y profesionalidad. Su intervención, en un papel que es breve y pequeño, estuvo bien defendida, igual que sucedió con Alejandro del Cerro en el cast alternativo. El final de sendas romanzas del cuarto acto (momento muy mal resuelto escénicamente), sin embargo, no estuvo lo mejor rematada que cabría esperarse, especialmente en el caso del tenor vasco.

Excelso, excelso, excelso Ángel Ruiz como Angelillo, en una de sus mejores creaciones en el Teatro de la Zarzuela, que ya son unas cuantas. Dinamismo, fluidez, gracia, proyección, comicidad a flor de piel en el decir, en el gesto, en el sentir... A su lado, como pareja cómica, la Micaela (véase el tributo aquí a Bizet) de la barcelonesa Anna Gomà, quien puso y dispuso todo de su parte para sacar adelante un personaje en el que no pareció sentirse del todo cómoda en algunos pasajes como su farruca o el zorongo, acompañados por coreografía. Entre los personajes comprimarios, destacar la maestría absoluta de Antonio MM como Mariano o la garantía de Gurutze Beitia como Patro, además del brío de Lara Chaves como Esperanza, o el simpático Olden de Joseba Pinela, quien sustituía a última hora al previsto José Luis Martínez.

La del manojo de rosas, La tabernera del puerto, Katiuska... Guillermo García Calvo le tiene cogida la medida a Sorozábal y, como es habitual en su batuta, le dota de la mayor de las elegancias orquestales posibles (incluso con una orquesta aún reducida por las necesarias medidas de seguridad ante el covid19). No hay más que escuchar cómo acompaña en la página de Reyes, o en el comienzo de Nadie sabe cómo... Por supuesto, en el intenso dúo Desde ayer te estoy buscando, y su habanera de los marineros se convierte en un cuadro degustado, sutil, mientras que da el suficiente aire y brío a la farruca, las sevillanas o el pasodoble torero y náutico. Apuntar, por último, la visión y determinación del maestro y el Teatro de la Zarzuela, al aceptar salir a saludar por sí mismo al finalizar la función, sin tener que ir a buscarle (especialmente una mujer, como suele ser habitual), sin que nadie termine de explicar el por qué más allá de la tradición. Las costumbres cambian con la sociedad, o no estaríamos ni aquí. Gracias por el compromiso y el ejemplo de un teatro público.

Voy soñando con tus besos
por el Callejón del agua.
No despertarme del sueño,
campana de la Giralda.
Que es que en amores...
que es que en amores... 
¡Las caricias soñadas
son las mejores!

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Fotos: Javier y Elena del Real.