VIOLACION LUCRECIA 01 1

En el punto de partida 

Madrid. 28/03/23. Teatro de la Zarzuela: Nebra: Donde hay violencia, no hay culpa (La violación de Lucrecia). María Hinojosa Montenegro (Lucrecia). Marina Monzó (Tulia). Carol García (Colatino). Judit Subirana (Laureta). Manuela Velasco (Espíritu de la leyenda de Lucrecia). Borja Luna (Sexto). Los elementos. Alberto Miguélez Rouco, dirección musical. Rafael R. Villalobos, dirección de escena.

"Y me encuentro, noche a noche, en el punto de partida".
Punto de partida. - Rocío Jurado.

Pero qué necesario es el arte y que bonito poder vivir sus mensajes desde coordenadas actuales. Si el teatro está vivo y yo estoy vivo, mejor hablarnos en el lenguaje, las formas, el contexto que respiramos día a día, esté de acuerdo o no en lo que me cuente o cómo me lo cuente. ¡Y que esto esté sucediendo, ahora mismo, en la clásica en nuestro país! Eso es para congratularnos. Y que el dinero público ha de estar para esto. Es el verdadero éxito, la rentabilidad del dinero público y la inversión cultural. Recuerden La sonnambula por Bárbara Lluch en el Teatro Real o Alexina B. por Marta Pazos y Raquel García-Tomás en el Liceu... Son noches en las que uno se siente feliz y orgulloso de poder servir a la música desde la palabra.

Se suma a estas propuestas el Teatro de la Zarzuela con una propuesta de Rafael R. Villalobos sobre Donde hay violencia, no hay culpa, de Nebra, con un nuevo texto de Rosa Montero, en lugar de sus diálogos originales. La apuesta era arriesgada pues, aunque los dos viven el feminismo, no les tengo localizados en el mismo ángulo. Y esa es la mirada, en cualquier caso, que se ha querido dar y que necesita esta Violación de Lucrecia en la que se ha transformado la obra del compositor barroco. Cualquiera que haya leído a Montero, a través de sus libros o artículos, reconocerá enseguida su firma en el parlato de la actriz Manuela Velasco como un nuevo personaje que nos narra, desde la actualidad, lo que tuvo lugar hace 2.500 años. La prosa de la escritora resulta tan directa como sencilla, siempre con un punto como luminoso y sin renegar de cierto humor, sarcástico, apelando directamente al lector... o al público de la sala. Pareciera algo pedagógico y cándido, pero es la forma de encuadrar que tiene Montero... y no puede ponérsele media pega. Quien guste de sus curvas de frase, su narrativa y discurrir, saldrán encantado. Y, por otro lado, y ante lo visto, como podrán ustedes leer al final de esta crónica, no ha estado, en absoluto, de más. En cualquier caso, Velasco, con una amplificación matizada, estuvo en su cometido maravillosa, jugando con la inflexión, el drama, el acento y el silencio en cada frase para dotar de escenario al escrito de Montero.

VIOLACION LUCRECIA 04 1

Junto a ella, entre las cantantes que se enfrentaron a arias interminables que bien hubiesen llevado algún corte (soy de los que prefieren todo el Rossini y el Donizetti en italiano. Todo. No me escondo) para la Lucrecia del pasado puso toda la carne en el asador María Hinojosa Montenegro, cantante siempre entregada (la recuerdo ahora en Je suis narcissiste, en unos roles antagónicos), que busco cada recoveco y oportunidad que le permite su instrumento para erigir un personaje muy creíble en lo dramático. La cridada Laureta estuvo interpretado por Judit Subirana, quien sustituyó a la prevista Anna Gomà, prácticamente en el último momento, y para quien este ha supuesto uno de sus primeros papeles principales sobre un escenario. No ha podido tener mejor estreno en Madrid, dado que es un personaje al que tiene cogida la medida, tras grabarlo recientemente junto al mismo director y ensemble de estas funciones.

Por su parte, el Colatino de Carol García supuso esa garantía en la elegancia, en el decir y en las agilidades que siempre supone su participación en estas partituras. Bregada en Rossini y en el escenario de la Plazuela Teresa Berganza, su participación en este título suma enteros al resultado final, con un sobrio, distinguido andante en la segunda parte: Corderilla atribulada, en contraprestación a la encendida Falta de gruta obscura hacia el final de la primera. Exquisita, siempre, en todas ellas. Y luego estuvo ella, Marina Monzó, que se encuentra en un momento de absoluta sublimidad cánora. Un centro sugestivo, un agudo y sobreagudo que controla a placer, colores aquí y allá para dotar de sentido mayor a su decir, una intuición extraordinaria para sus variaciones, que la batuta siguió y cuido tanto en ella como en todas las cantantes... Regalaron un Huye de mí... Ya, afecto mío, ves un ingrato, sobresaliente.

Y es que, sin duda el ensemble Los Elementos, a cargo de Alberto Miguélez Rouco, fueron otro de los grandes aciertos de la noche. Un foso encendido, arrebatador, sugestivísimo, tal y como demostraron en su arte, hace pocos meses, con otro Nebra, en el CNDM: Vendado es Amor, no es ciego. ¿No cabría, desde el INAEM, estudiar la posibilidad de que el CNDM entrara a coproducir su habitual título por temporada de Barroco español, con la Zarzuela, para convertirlo en un tradicional título escenificado en el Teatro?

VIOLACION LUCRECIA 03 1

En cualquier caso, si estas funciones van a ser recordadas, es por la dirección escénica de Rafael R. Villalobos, porque es puro teatro. Con él, de su mano, el Teatro de la Zarzuela ha entrado, no ya en el siglo XXI, sino en 2023. Le preguntaba recientemente, en una conversación que podrán ver dentro de poco, si en algún momento había pensado en dirigir teatro de prosa. Me contestaba que no, que necesita de la base musical. Sorprende, pero con ella, lo cierto, es que aquí hace maravillas. No ya porque haya sabido llevar, soberbia y sutilmente, el drama de Lucrecia hacia nuestros días, junto a Rosa Montero. Sino, también, porque ha sabido hilvanar toda la trama, que no es nada fácil, reduciendo los 11 personajes originales a cuatro más dos hablados (estupendo, también, Borja Luna como Sexto), en una historia... pues eso, de romanos, que tienen su complicación de personajes, motivaciones y trasfondos. Todo ello, con los figurines del propio director, en un excelente vestuario, la acertada iluminación de Felipe Ramos y la espléndida escenografía de Emanuele Sinisi, habitual de Villalobos (Tosca, L'arbore di Diana, Marie, Orphée...). Tan estética, tan cargada de mensajes para la propia obra... y que define el perfil visual del propio director de escena.

Y mucho más, porque ante las casi interminables arias, con muchas más repeticiones que otro Barroco al que podamos estar más acostumbrados, Villalobos dota de contenido a cada frase, a cada una de sus partes. Hay historia y razones detrás de todos y cada uno de sus personajes. Las dignifica, porque ellas siempre han sido las víctimas, aunque los hombres hayamos contado la historia como nos ha dado la gana. Este Nebra está lleno de teatro gracias a Villalobos y, ante todo, hay porqués, estemos de acuerdo o no con ellos... y hay cosas tan pensadas que se me terminan por escapar y hacen merecer una segunda o tercera visita al Teatro para volver a encontrarte con él. Eso. Eso es maravilloso. De hecho, les cuento un detalle, por concluir, que quizá recoja mejor todas las sensaciones vividas.

Hacia la mitad de la segunda jornada, se produce, entonces, uno de esos momentos que detienen el tiempo. El presente, el pretérito y el por haber. Laureta, que como criada se le reservan las mayores verdades en su decir, comienza a recitar sus requisitos para contraer matrimonio. Es la única de los personajes cantados a la que se le permite interaccionar con el público: "mas tontos sin tino los hay a montones", dice señalando al público. Podría ser una escena cómica más en el Nebra del XVIII, pero este instante significa mucho más. La criada canta a Tulia, que sufre todo tipo de vejaciones y abusos en nombre de lo que ella, cree, es el amor. Nos lo acaba de exponer en su aria anterior, donde lleva una camiseta que dice We Should All Be Feminist (Todos deberíamos ser feministas), como aquel libro, sencillo, básico del feminismo, de Chimamanda Ngozi Adichie... y que le acaba arrebatando el propio Sexto para ponérsela él. Aquí, aquí, comienza a pararse el tiempo en la Zarzuela.

Tulia empieza a ver la luz, Tulia empieza a quererse a sí misma más que a cualquier hombre. Tulia empieza a aprender a través de la sororidad y, aunque en un principio se sorprende, se incomoda un tanto por los versos de Laureta, acaba entonándolos, aún tímidamente, con ella. Tremendamente emocionante la forma pequeña, sutil, detallada en que esto sucede. Aparece Lucrecia, que también canta una frase, divertida de sí misma. Y mientras Laureta enfila el final de su aria, Sexto viola salvaje e impunemente a Lucrecia. Delante de todos nosotros. No es incómodo, es horrible. Villalobos parece decirnos: "Tomad, aquí la tenéis, de la que tanto se habla, pero que preferís no ver. ¿Cómo vais a reaccionar, ahora, a esto?".

Laureta, entonces, rompe la cuarta pared, grita al director de orquesta por su nombre para que dejen de tocar. Se nos impide el aplauso del aria como público. Se nos hace partícipe, como ciudadanía, de un acto atroz que acaba de suceder, en directo, ante nuestros ojos. El arte no puede quedar por encima de todo. No puede abstraerse del drama y la violencia que vivimos como sociedad. A todo esto aplaude ufano Plácido Domingo, quien ha acudido como público y con quien algunos miembros de esta producción se hacen fotos en el descanso. Volvemos a estar en el punto de partida. Como comunidad, como sociedad, como individuos, todas y todos nosotros, cada vez que los hombres cometemos un abuso sobre una mujer, hemos fracasado. Volvemos a situarnos en el punto de partida. Se sitúan Tulia, Lucrecia, Laureta... nos situamos el público y los diversos agentes de la clásica cada vez que, como Colatino, permanecemos indiferentes con tal de seguir en un sistema que nosotros, los hombres, controlamos. Mientras, la señora de mi lado, trataba de hacerme partícipe de su opinión, sin haberle preguntado: "A mí nadie tiene que decirme que no quiero ser sometida". Literal. La violación de Lucrecia, cada una de las que tienen lugar continuamente, aquí mismo, dondequiera que usted esté leyendo esto, representan cómo hemos fallado y cómo, aunque hayamos avanzado, mínimamente, volvemos a retroceder hasta el punto de partida. Una y otra vez. Otra vez. Otra vez. Otra vez...

VIOLACION LUCRECIA 02 1

Fotos: Elena del Real.