Juego de espejos

Barcelona. 26/11/2015. LIFE Victoria - Recinto Modernista de Sant Pau. Obras de Clara Schumann y Johannes Brahms. Adriana Aranda (soprano), Núria Gómez (piano), Roderick Williams (barítono), Iain Burnside (piano), Laura López (actriz).

Tantas veces nos preguntamos cómo atraer público a un recital de lied y quizás la respuesta es sencilla: elige un buen programa, un buen cantante y un buen pianista que crean en él; ellos lo harán todo. Bien, sencilla de plantear, porque conseguirlo, por esfuerzos que se dediquen a ello, es difícil; hay demasiados factores implicados. El pasado jueves, en el LIFE Victoria, se consiguió; si había entre el público personas que se estrenaban con el lied (espero que sí), Roderick Williams y Iain Burnside, con un recital redondo, hicieron mucho para que vuelvan. Williams, Burnside y Johannes Brahms, claro.

Die schöne Magelone es un ciclo que Brahms escribió a partir de los poemas que Ludwig Tieck había incluido en su novela basada en una fábula medieval, la historia de amor del conde Peter de Provenza y Magelone, hija del rey de Nápoles. Las canciones no explican esta historia sino que expresan los sentimientos de los personajes en diferentes episodios y habitualmente la interpretación de este ciclo incluye un narrador que las pone en contexto leyendo fragmentos de la obra de Tieck. En esta ocasión estos fragmentos fueron sustituidos por los textos escritos por el pianista Iain Burnside (traducidos al catalán por Miquel Desclot) que, además de dar unas pinceladas sobre las aventuras y desventuras de Peter y Magelone identificaban al joven caballero con Johannes Brahms a través de los recuerdos de Clara Schumann, fidelísima amiga del compositor durante casi cincuenta años. Die schöne Magelone era la obra principal de un recital que, como es habitual en el LIFE (es una alegría poder empezar a utilizar el adjetivo habitual para referirnos a este festival), comenzaba con un dúo de jóvenes intérpretes. Para completar el juego de espejos, los lieder que interpretó este dúo habían sido compuestos por Clara Schumann (en una época en la que el pequeño Johannes apenas si tenía diez años).

Las jóvenes intérpretes eran la soprano Adriana Aranda y la pianista Núria Gómez, una agradable sorpresa ambas. Los lieder de Clara Schumann fueron compuestos para ser cantados en un entorno familiar y esa fue la sensación que transmitieron cantante y pianista con una interpretación sencilla y cálida, sin efectismos innecesarios. Tal vez la voz de Adriana Aranda no es grande, tendremos ocasión de escucharla en otros auditorios para valorarlo mejor, pero hizo valer sus virtudes y comunicó; alguna tirantez y algún problema de afinación no desmerecieron su actuación.

Laura López era la actriz encargada de dar voz a Clara Schumann. Me pregunto si realmente era necesario la amplificación para la actriz, la proximidad del público hubiera permitido de escucharla perfectamente "al natural" y nos hubiéramos ahorrado el extraño efecto que se producía al pasar de la voz hablada a la voz cantada. Más allá de algún lapsus de memoria y alguna confusión, Laura López estuvo creíble dando vida a una Clara con mucho carácter y sentido del humor que no desaprovecha la ocasión de hablar de su marido Robert, su amigo Mendelssohn o la detestable (para ella, no quisiera malentendidos) música de Wagner, aceptando a regañadientes que Brahms también escriba un Liebestod, el de la séptima canción del ciclo, War es dir. A menudo el mismo cantante canta todas las canciones del ciclo pero esta vez había una soprano cerca y Adriana Aranda cantó el lied de Magelone y el de Sulima, los dos personajes femeninos de la historia.

Decía al principio que el recital había sido de los que crean afición. Roderick Williams mostró tres  cualidades que distinguen un buen cantante de lied: elegancia, naturalidad y expresividad. Podemos añadir la belleza del timbre y la seguridad. De seguridad y conocimiento detallado de la obra podemos hablar también en el caso  de Iain Burnside, que ja havia actuado el año pasado en el Pabellón Sant Rafael y no tuvo problemas con la acústica de la sala. Hay que decir, por cierto, que en su doble papel de pianista  y dramaturgo Burnside sacrificó a menudo preludios y postludios por exigencias del guión, dejando que la voz de Clara se superpusiera al piano. Después de los dos lieder iniciales, de carácter heroico como corresponde a caballeros en busca de gloria, Williams comenzó a desvelar con el tercero, Sind es Schmerzen, sind es Freuden, colores, reguladores, y fraseo, utilizados con mucha inteligencia. Un caballero enamorado dibujado por Brahms es un regalo para los cantantes y el barítono lo supo aprovechar cantando espléndidamente el ciclo. Por mencionar sólo algunas de las canciones, hay que resaltar la íntima felicidad que termina con irreprimible euforia de Wie soll ich die Freude, la sensacional interpretación de Ruhe, Süßliebchen, cantada con una preciosa media voz donde cada Schlafe, Schlaf ein fue como una caricia o la última, Treue Liebe dauert lange, cuyos últimos versos dejaron sin palabras incluso la narradora. Aún quedaba por escuchar, a modo de epílogo, el vals op.39/15 de Brahms (una obra estrenada por Clara Schumann), que nos desvelaba cuál había sido la gran pasión del compositor...