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KASPER HOLTEN: “Vamos a ver el Wagner más gamberro y refrescante”

El director de escena danés Kasper Holten ultima estos días los ensayos de su nueva producción de La prohibición de amar (Das Liebesverbot) en el Teatro Real, en una coproducción con la Royal Opera House de Londres, el teatro que dirige hasta mediados del próximo 2017. Das Liebesverbot es ciertamente una rareza en el repertorio de los teatros, una pieza del joven Wagner rescatada ahora por el Real en una nueva edición musical, con la vocación de restituir su presencia en los escenarios.

Al enfrentarse a esta infrecuente partitura, ¿cuál es la impresión que más ha dominado su trabajo para ponerla en escena?

Lo más destacable de todo es que en ningún momento suena en realidad como si fuese una obra de Wagner. Cuando la compuso tenía apenas 21 años y desde la primera nota suena más bien como una comedia italiana o una opereta. Es algo inesperado y sorprendente para cualquier oyente: ¿cómo una comedia en clave italiana pudo salir de puño y letra de Wagner? La música en realidad es casi más bien una mezcla de Donizetti y Bellini con un aderezo alemán. Es increíble considerar que el mismo compositor de Das Liebesverbot llegó después a componer piezas como Tristán e Isolda, Parsifal o Los maestros cantores. Por otro lado, mucha gente asocia el universo de Wagner con cuestiones muy serias y trascendentes y sin embargo aquí no hay otra cosa que una comedia muy divertida en la que incluso el compositor se permite reírse de sí mismo. Wagner tenia una mentalidad nacionalista, dentro de las claves de su época. Pero en esta pieza, sobre el original Medida por medida de William Shakespeare, hay una especie de viaje mental y emocional desde el centro de Europa hasta Palermo. De modo que en La prohibición de amar hay un retrato sarcástico y burlón acerca de la realidad de los alemanes de su tiempo. Como verán los espectadores, los alemanes en esta pieza son de alguna manera los que se llevan la peor parte de la comedia.

Es relevante que Wagner sólo tuviera dos acercamientos al mundo de la comedia y que ambos fueran tan dispares como La prohibición de amar y Los maestros cantores.

Sí, Los maestros cantores es técnicamente una comedia pero por supuesto en un sentido completamente distinto. Si se me permite decirlo así, es una “comedia seria” mientras que La prohibición de amar es más bien una comedia con un punto gamberro y mucho más ligera y refrescante. La temporada que viene, de hecho, haremos en Londres una nueva producción de Los maestros cantores con Pappano y Terfel.

Creo que Ivor Bolton y usted han trabajado en algo así como una nueva edición de la partitura.

Sí, hasta cierto punto. En realidad lo que hemos hecho, sobre todo Ivor Bolton como responsable de la parte musical, es limar la selección de fragmentos que se van a interpretar, descartando algunos cortes, algunas repeticiones, etc. La idea era buscar una versión asumible tanto por los cantantes como por la audiencia. Hemos sido muy respetuosos con el original, de modo que todo lo que tenía que estar se mantiene ahí. La colaboración con Bolton ha sido en este sentido muy fecunda.

Creo que es su primera vez en Madrid. ¿Cómo se ha sentido aquí? ¿Tiene proyectos para el futuro en Madrid?

Madrid es un lugar fantástico, no sólo por la profesionalidad del Teatro Real sino también por supuesto porque el clima aquí es magnífico, sobre todo para alguien como yo, nacido en Suecia y que ha vivido tanto tiempo en Londres. Tener estas temperaturas en enero es increíble. Pero al margen de todo esto, es también emocionante llevar a cabo con esta coproducción de algún modo el mismo periplo que se plantea en la ópera de Wagner; quiero decir, del norte al sur de España, confrontando esas dos realidades que a veces parecen antagónicas, dos mentalidades, dos formas de entender la vida, etc. Al fin y al cabo ese es el conflicto último que se pone de relieve con Das Liebesverbot.

2017 será su último año en Londres, vinculado a la Royal Opera House, que ha decidido dejar por razones familiares. ¿Dónde va a recalar después?

A partir de entonces trabajaré como freelance, dedicado por entero a mi labor como director de escena. Me trasladaré a Copenhague, mi hijo va a ir a la escuela allí y quiero vivir de forma más estable con mi familia. Entre mis planes está retomar con más intensidad mi agenda como director de escena e incluso realizar una segunda película, tras la que realicé hace ya dos años.

¿Cuál es su balance de este tiempo pasado en Londres?

La Royal Opera House es un lugar fascinante, y no lo digo como un tópico. Realmente es un lugar excepcional ya que aglutina de alguna manera los dos modelos de gestión teatral, el europeo y el norteamericano. Hemos vivido además tiempos de cambios y es emocionante asumir la tarea de acompasar ese viaje en compañía de la audiencia. Nunca es fácil y hemos tenido por supuesto problemas, producciones mejor y peor recibidas, etc. Pero creo que Londres es ahora mismo uno de los centros de creación más inspiradores en lo que se refiere a la ópera y las artes escénicas en general. Personalmente ha sido un regalo trabajar en una organización como la Royal Opera House y tener la oportunidad de vivir en Londres, que es una ciudad inagotable.

¿Cuál es su próximo proyecto, después de este Wagner en Madrid?

Llega mi debut en la Scala como director de escena, durante agosto y septiembre, con Turn of the Screw de Benjamin Britten.