Sindicato ALE: "Dignifiquemos nuestra zarzuela"
Artículo del Sindicato de Artistas Líricos de España publicado en nuestra edición impresa de abril-junio 2024
Hace unos meses el Gobierno declaraba la zarzuela como “Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial”, algo por lo que ALE viene luchando desde su creación con el apoyo de diversas entidades y organizaciones del sector cultural de dentro y fuera de nuestras fronteras y que consideramos fundamental para situar a nuestro género lírico nacional en el lugar que le corresponde. Pero nuestra primera reflexión es: ¿De qué sirve tan merecida declaración institucional si no lleva aparejado el cuidado de quienes la hacen posible, los artistas?
Vamos a hacer un sucinto retrato del ayer y hoy del mercado laboral en el que se desarrolla nuestro género lírico. Al margen de las temporadas del Teatro de La Zarzuela que, recordemos, a pesar de su nombre durante muchos años albergó la temporada de ópera de Madrid dejando a nuestro género relegado en su programación a un título anual; y de Festivales como los de Oviedo, Canarias, o el Otoño Lírico Jerezano, la realidad es que han sido las compañías privadas las que a lo largo del país y ocasionalmente fuera de nuestras fronteras, han difundido la zarzuela sustentando a la mayor parte de los profesionales que por lo general no suelen tener oportunidad de mostrar su talento en las grandes temporadas líricas y creando esa gran cantera de artistas del género de la que debemos sentirnos orgullosos.
Antes de la crisis de 2008 las compañías privadas, con mayor o menor esfuerzo, calidad y continuidad, realizaban sus funciones, temporadas o giras durante casi todo el año. Era raro el fin de semana que no salían a la carretera dos o tres compañías, sin olvidar por ejemplo, los famosos Veranos de la Villa en Madrid donde podía disfrutarse de hasta cuatro o cinco escenarios simultáneos con programaciones de zarzuela. Pero volvamos al asunto: echando la vista atrás, nuestra zarzuela no fue bien tratada ni por los empresarios ni por la Administración, y los perjudicados fueron la pieza más débil: los artistas. Algunas de las más importantes compañías líricas privadas que difundieron dentro y fuera de nuestras fronteras nuestro género, no fueron ejemplares en las contrataciones de los artistas, y todo ello con el conocimiento de la Administración. Cometieron irregularidades que en cualquier otro sector serían inconcebibles, como no dar de alta a los artistas que contrataban en la Seguridad Social, o en el mejor de los casos darles solo el día de la función sin cubrir los ensayos, llegando en algunos casos a fallecer sin haber accedido a una pensión de jubilación tras varias décadas de trabajo y dedicación o provocando que otros tantos no pudieran acogerse a la jubilación por no tener reconocidos sus años trabajados al no haber cotizado, hacer viajar a los artistas el mismo día de la función por ahorrarse una noche de hotel o hacer a los solistas cantar en el coro, todo por el mismo precio.
Lamentablemente, volviendo a nuestros días, la situación no sólo no ha mejorado sino que ha ido a peor. Esa gran máquina burocrática que es la Administración no favorece el trabajo de las compañías privadas. ¿Cómo es posible que se impongan unos límites de 12.000 euros + IVA? Apenas existen incentivos a la nueva creación del género lírico. Y ante todo esto, nos preguntamos: ¿Quién garantiza que no se cometan estas irregularidades? ¿Dónde queda la responsabilidad subsidiaria de quien contrata a estas compañías, léase la administración local? ¿No debería solicitarse antes de levantar el telón la documentación de quienes participan en el espectáculo y comprobar que quienes van a subirse al escenario estén contratados en regla y de manera legal? ¿Cómo pueden concederse subvenciones por parte de las administraciones sin que exista una fiscalización cualitativa y laboral del buen uso de los fondos públicos? ¿Cómo pueden darse situaciones en las que empresas del sector deban acceder a ciertas imposiciones como la de contratar a la empresa de iluminación y/o sonido de algún “conocido” del programador o político de turno?
¡Y qué decir de las inspecciones de trabajo! Ante las denuncias presentadas, los inspectores no acuden por estar fuera de su jornada laboral y cuando sí se presentan, en lugar de paralizar la actividad del empresario que está infringiendo la ley se le amonesta permitiéndole que regularice a posteriori la situación pero sin que haya un seguimiento de su forma de actuar que evite que cometa nuevas irregularidades. Lamentablemente, el mal llamado “mundo del bolo” ocupa un gran porcentaje de nuestra profesión - probablemente la mayoría - y de él no viven sino que malviven muchas familias.
Tras tanto tiempo, demasiado, haciéndose las cosas mal ¿Tendrá ciertamente este reconocimiento de nuestra Zarzuela el apoyo institucional que se necesita para dignificar las condiciones de trabajo de los artistas y técnicos? ¿Acaso quienes hacemos posible cada espectáculo no deberíamos ser considerados parte fundamental de ese Patrimonio de la Humanidad? Estamos seguros de que esto podría abrir un debate muy extenso pero si realmente queremos que nuestro género lírico llegue a ser reconocido como un emblema de nuestra cultura y patrimonio de la humanidad, debemos comenzar por protegerlo y dignificar a quienes lo hacen posible: los artistas profesionales; y que nuestras administraciones públicas se impliquen de verdad para, de la mano de todos, poner a la zarzuela en el lugar que merece.