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El valor de las cosas: ¿Dice adiós la Nacional a su mejor momento?

Nada más y nada menos que la reina absoluta del violín, Anne-Sophie Mutter, en la temporada sinfónica de la Orquesta Nacional de España. Nada más y nada menos que Christoph Eschenbach, consagrada y respetada batuta a nivel mundial, a su lado. Nada menos que tres obras en el violín de la alemana y una de ellas, Markings, estreno en España, salida del imaginario del que a ciencia cierta es el compositor vivo más famoso (y seguramente más querido) del planeta: John Williams. Nada más y nada menos que la Orquesta Nacional de España en su mejor momento. Este párrafo me lo leo a mí mismo una y otra vez, casi como mantra. No nos hemos visto en otra igual... ¡y en el programa anterior tuvimos a Marin Alsop en el podio! 

Eschenbach moldeó por cierto una Octava de Dvorák modélica, vibrante, viva y luminosa. Un gustazo, un lujo y sin los habituales atriles. Todo un detalle y un hecho significativo que tras salir varias veces a saludar, acabase levantando a la sección de chelos. Significativas también las miradas, los comentarios entre los violines tras la propina de Mutter, de belleza extrema. Fue una noche tan redonda, tan modélica, que antes de hablar de la música necesito poner el foco en el hecho musical.

Esta alineación de planetas podría haberse realizado en el pasado, pero el caso es que no se ha hecho. ¿Una cuestión de dinero? No entiendo cómo si antes se contaba con un mayor presupuesto y sin embargo no se conseguía. Sin embargo, aunque ahora el presupuesto del que se dispone es mucho menor, el nivel de la orquesta atrae a primeras figuras de la clásica. Del mismo modo que lo hace el resto de la programación. Anne Sophie-Mutter no vendría si se sintiese un oasis en medio del desierto, si se viera como una estrella que sacar a pasear por el erial. Si ella (por segunda vez tras su Bruch en la 14/15), si Eschenbach, Bychkov, Nagano, Uchida, Lupu... (Il catalogo è questo! Mille e tre!) vienen a un programa de temporada es porque el resto de citas están a la misma altura. No hablamos pues de hechos puntuales, hablamos de una cohesión, de un modelo, de una forma de hacer y entender las cosas que han dado lugar a la situación actual en la que nos encontramos: El mejor momento de la Orquesta y Coro Nacionales de España y, sin embargo, pareciera que otros estén asistiendo a todo lo contrario.

Seguramente sea pura coincidencia, pero resulta muy llamativo que quienes dirigen ahora y quienes llevan la comunicación del INAEM provengan del grupo PRISA y que haya sido precisamente sus medios de comunicación quienes hayan empezado a tirar piedras contra la Nacional de forma un tanto, permítanme, torticera. En La traviata se canta menos. El INAEM no levanta cabeza. ¿Cómo va a levantarla si se despide a las mismas personas a las que se encarga su renovación? ¿No parece un absurdo que a Félix Alcaraz, director artístico de la Nacional y a muchos de sus compañeros, se les llame para formar parte del Comité de renovación del INAEM al mismo tiempo que se anuncia a bombo y platillo, y con un año de antelación, que sus plazas saldrán a concurso? 

En los mentideros de la Villa comienza a rumorearse que la renovación del INAEM llegará por la fusión de las entidades musicales, pasando a tener un único factótum cuyo supuesto nombre ya tengo sobre la mesa, pero me niego a escribir aquí. La finalización de contratos llegaba a su fin con el resto de entidades, pero no con la Orquesta Nacional, dado que a Alcaraz aún le quedaría un año de renovación. La ley marca cinco más tres años de prórroga. Al resto de direcciones, ese trienio se les renovó de golpe, a Alcaraz, sin embargo, no. Y es un fleco que quedaba demasiado suelto para las prisas del Ministerio. Demasiado suelto porque los datos ofrecidos por el organismo público, no las líneas al aire que cualquiera pueda escribir, los datos, son los que son: el número de espectadores asistentes a los conciertos de la Orquesta y Coro Nacionales ha subido en más de 40.000 personas de 2012 a 2017 (127.152 vs. 168.921); la media de entradas por concierto ha subido casi un 13% en los tres últimos años (1.583 vs 1.783) y la recaudación ha aumentado en un 50% desde 2012 (1.930.741,02 vs. 2.907.515,33). 

Entonces, ¿por qué querer poner fin a estos números antes de tiempo? Podríamos decir, bueno, como institución pública y en lo referente a su razón de ser, no da el respaldo necesario a la nueva creación ni a los valores españoles, pero el caso es que vuelvo a la estadística y sigo sin comprender: el 30% de las batutas son españolas y el 22% de las obras programadas también. Datos muy similares o incluso superiores a otros periodos. Por ejemplo del 2002 al 2006, la música española tuvo una presencia media del 14%. Y en cuanto a la nueva creación española, estas últimas temporadas se han doblado o triplicado los encargos, comparándolos con cualquier curso anterior ya desde el 2.000... y desde luego ya no estamos ante los "encargos obligados" con piezas pequeñas para abrir el concierto, sino ante partituras de muya machor envergadura.

Y sigo sin comprender, así que recurro a la última razón posible, la calidad. Pero es algo obvio que la Orquesta y Coro Nacionales se encuentran en su mejor momento. Por todo lo que ha vivido e interpretado anteriormente, qué duda cabe, pero también por la encomiable labor de un batuta excepcional como es la de David Afkham. Y eso ya no es cuestión de datos, es cuestión de tener medio oído. Estructurando sus temporadas en torno a Mahler, Shostakovich, Brahms o Haydn y sumando la programación que Alcaraz ha preparado junto a otras insignes batutas (¡Qué Christoph Eschenbach y Juanjo Mena son habituales de su podio!), el sonido de la Nacional, Orquesta y Coro, es, además de propio, excelso. De primera línea europea si quieren. Entre la vergüenza ajena y la tristeza veo el trato que recibe Afkham y se me cae el alma a los pies… por él, pero sobre todo por la Nacional y por su público. Se comenta que ha estado semanas esperando a que el INAEM quisiera reunirse con él para hablar de su renovación. Tampoco termino de creerme que le hayan sido negadas las dos únicas peticiones que realizó en su momento: continuar con el mismo equipo todo lo que permita la ley y la renovación del reglamento de la orquesta, algo a lo que Montserrat Iglesias, anterior responsable del INAEM, había dado absoluta prioridad y que de hecho ya iba a ser negociado con los sindicatos cuando, con el último cambio de Gobierno, se guardó en un cajón hasta el día de hoy. Independientemente de la marcha de Félix Alcaraz, David Afkham no se merece que ya se esté hablando de su posible sustituto (no el de siempre, por cierto). Una vez más, no le damos el valor a las cosas que tenemos y por una vez, sí, parece que nos empeñamos en no merecer lo que tenemos. No sería nada extraño que ante este panorama Afkham haga muy pronto las maletas en busca de lugares donde sea más respetado.

De hecho, parece ser también que de forma interna ya hay quienes le están doblando los calcetines. Algunos profesores de la orquesta, a los que Afkham parece haber molestado al realizar algunos cambios en los atriles, tan cacareados ahora pero silenciados otras veces, a pesar de que esta es una práctica realizada desde antaño. Con o sin audiciones, porque es lo único que permite su actual reglamento. Se sabe que hace meses se intentó organizar una encuesta para medir el apoyo que Afkham y Alcaraz tenían dentro de la formación, pero al parecer, la participación fue tan baja que han decidido volver a repetirla hace pocos días. Doy por hecho que oíremos hablar de ella en cuanto se consigan los resultados que algunos persiguen.

Escribo todo esto y me he tomado la molestia de estudiar y confrontar los datos porque no veo lógico, hablando sobre todo de cultura, no dar el valor justo a las cosas. Llámese Pepe, Pepito o Don José quien esté detrás de ellas. Si la Orquesta Nacional de España está viviendo su mejor momento y sabemos, por los datos y por lo que escuchamos, que esta bonanza podría continuar, ¿por qué ponerle fin antes de tiempo? Fórmulas seguro habría muchas para que el nuevo INAEM pudiera convivir con ello, pero en una supuesta cacicada a la española más, parece que preferimos ponernos a lanzar piedras. Parece que haya prisa por colocar a quien se quiere colocar. Torres más altas han caído, supongo, pero qué lástima que no demos el valor a lo que tenemos, insisto, y que ni siquiera nos lo demos a nosotros mismos como medios de comunicación. Sólo espero que venga lo que venga y venga quien venga, servidor pueda seguir hablando del mejor momento de la Orquesta Nacional, pero sin que esta (o sus responsables) tenga que seguir sufriendo ataques y derribos mientras se habla de "buenas prácticas". Como público, como cultura, como artistas, como imagen de un país, ni se lo merecen ni nos lo merecemos.

Foto: Rafa Martín.